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viernes, 1 de septiembre de 2017

LIBREVILLE Y LA BODA EN LA PLAYA

 

Libreville, la capital de Gabón, se extendía a lo largo de 15km de la costa del Océano Atlántico. Fue fundada por esclavos liberados por las autoridades francesas de un navío brasileño. Su nombre significaba “ciudad libre” en francés. 

Al principio al del viaje nos alojamos en el céntrico barrio Louis, y al final en el Hotel Tropicana, de construcción blanca, y situado en la playa entre un gran palmeral. El aeropuerto estaba cercano. Las playas del estuario tenían altas palmeras y arena dorada. Se veían algunas canoas hechas de troncos de árbol vaciados. Los niños jugaban y se bañaban, y su piel parecía barnizada por el agua y la luz del atardecer. En la playa había grandes troncos secos varados en la arena; los gaboneses que paseaban por allí los utilizaban para sentarse a contemplar el mar y así lo hicimos. 



Al atardecer encontramos una boda en la playa. Una multitud se arremolinaba en grupos. La novia llevaba vestido blanco y el novio traje gris. Las mujeres llevaban sus mejores galas, vestidos de estampados coloridos, con la pañoleta o turbante en la cabeza a juego. 

Unos chicos tocaban tambores y había mucho ambiente. Les pedí permiso a las mujeres para fotografiarlas, y todas sonreían y posaban orgullosas. Las niñas llevaban peinados fantasiosos de trencitas. Aquellas escenas de gran colorido y animación fueron una buena despedida de nuestro viaje a Gabón.












En la capital Libreville vimos la Mezquita de Hassan II, y el Memorial León Mba, el padre de la nación y el primer presidente de Gabón tras la independencia en 1960. En el exterior del Memorial había dos enormes estatuas de palomas blancas. Visitamos el interesante Museo Nacional de las Artes y las Tradiciones, que exhibía una colección de máscaras, instrumentos musicales y objetos rituales de la ceremonia Bwiti. 


Vimos la Catedral de Saint-Marie de 1958. Nos gustó más la Iglesia de Saint Michel de Nkombo, que tenía columnas de madera labradas con figuras bíblicas y leyendas africanas, y un mural pintado en la entrada. Todo hecho por el artista Zéphirin Lendogno en 1949. Lo que más nos gustó fue su ambiente. Como era domingo había muchas personas reunidas sentadas en los bancos de la entrada, entre columnas. La mayoría eran mujeres que lucían sus coloridos vestidos y pañuelos estampados. Aquellas escenas de gran colorido y animación, como las de la boda en la playa, fueron una buena despedida de nuestro viaje a Gabón.






         

domingo, 6 de noviembre de 2016

SOMBREROS DE KIRGUISTÁN





En Kirguistán los hombres usaban sombreros altos de fieltro blanco con cenefas en negro. Eran una especie de sombreros de copa, bastante peculiares.

Eran sombreros tradicionales, aunque había innovaciones más turísticas con los dibujos en color granate, o formas diferentes, como el que llevaba un niño. Los vendían en los bazares como el de la población de Osh, la mayor etapa de la Ruta de la Seda, una ciudad con 3000 años de historia y una atmósfera propia de Asia Central.





Los Kirguisos con los que nos cruzamos eran muy amistosos. Muchos preguntaban de dónde éramos, de “Hispania”, repetíamos. Y cuando les pedíamos una foto sonreían halagados y sorprendidos. Acababan dándonos las gracias a nosotros, “Rajmat”.

Encontramos una boda en Osh y el novio y alguno de sus invitados también lucían orgullosos su sombrero de fieltro blanco. Con sus rostros asiáticos de pómulos marcados, mezcla de mongoles y coreanos, no costaba imaginar el pasado de los antiguos mercaderes de la Ruta de la Seda, ataviados con aquellos sombreros ancestrales.


© Copyright 2016 Nuria Millet Gallego

sábado, 23 de agosto de 2014

VILNIUS

Vilnius (o Vilna), la capital lituana, es una ciudad amurallada conocida como la joya barroca del Báltico. Su casco antiguo es el mayor de Europa, considerado Patrimonio de la Humanidad. Callejuelas empedradas con casas con buhardillas y chimeneas, iglesias, patios interiores, y muchos rincones con encanto. 

La muralla tuvo diez puertas y la única que se conservaba intacta era la Puerta de la Aurora. Era un gran arco con un cuadro en el exterior de una Virgen negra rodeada de oro. Había gente rezando en la calle y ofreciendo cirios. 






Nos alojamos en el Domus Maria Hotel, un convento del s. XVII de las monjas teresianas, un lugar histórico. junto a la Puerta de Alba. Desayunamos en el antiguo Refectorio de las monjas, con techos abovedados con arcos de crucero. 

La Catedral tenía una fachada peculiar con seis columnas clásicas y un campanario blanco independiente, separado del cuerpo de la catedral. Junto a la catedral estaba el el Palacio Real de los Duques de Lituania, un gran edificio blanco del s.XV. Cerca estaban las Iglesias barrocas de Santa Teresa y del Espíritu Santo (ortodoxa). Esperamos a las cinco de la tarde para escuchar los cantos de los monjes ortodoxos.


Otro gran arco eran las llamadas Puertas Basilianas, por las que se accedía al Monasterio Basiliano de la Sagrada Trinidad. Vimos la Filarmónica y seguimos hasta la Plaza del Antiguo Ayuntamiento, donde se celebraba una fiesta medieval. Había herreros, curtidores de piel, hilanderas con ruecas, artesanos de piel y escribidores con su scriptorium.






Nos metimos por las estrechas y sinuosas callejuelas del guetto judío: Antoniovski, Gaono, Zydu, Stikliu…Habían sido testigos de mucho dolor y lo recordaban en una placa conmemorativa. Ahora estaban llenas de vida, repletas de pastelerías, tiendas coquetas, tabernas y restaurantes. Un contraste con lo que vivieron en el pasado.





Luego fuimos al Museo de las Víctimas del Genocidio, ubicado en un gran edificio clásico que había sido la sede del KGB y de la Gestapo. Los sospechosos de ser anti-soviéticos eran espiados, interrogados, enviados a campos de trabajo, deportados o ejecutados. Hubo miles de víctimas en Lituania. Los deportaban a Siberia y zonas alejadas, y muchos morían allí por el frío y las condiciones extremas. Había muchas fotos, historias de partisanos que lucharon contra el comunismo, testimonios de deportados y de víctimas de todo tipo.

En la segunda planta vimos los despachos de los oficiales y torturadores, con sus uniformes, y el mobiliario con radios y teléfonos. En otra sala espiaban las conversaciones de sospechosos con micros camuflados. El sótano fue lo más impresionante, con las celdas de los prisioneros, sala de torturas. Bajar por aquellas escaleras era descender a un inframundo. Asesinaron a muchos inocentes: profesores, escritores, artistas y sacerdotes. Una visita impactante.

Subimos a la colina Gadimenas, un lugar simbólico por ser donde se fundó la ciudad de Vilnius. Estaba coronada desde el s. XIII por un torreón circular de ladrillo rojo con la bandera lituana. Desde allí había vistas panorámicas de la ciudad. Sus muros fueron destruidos durante la ocupación rusa (1665-1661) y fueron restaurados posteriormente. En el interior estaba el Museo del Castillo Alto, que visitamos gratis por ser festivo. Celebraban los 25 años de la cadena humana que atravesó Lituania, Letonia y Estonia, pidiendo la independencia, que consiguieron en 1991. Había sido un hito histórico.



Otro día paseamos por el Barrio de Uzupis, el barrio bohemio, donde se instalaron artistas, soñadores, borrachos y okupas. El barrio tenía una placita con una columna con el Ángel de Uzupis, tocando una trompeta. Habían declarado una República Independiente. Tenían su Presidente y una Constitución propia festiva, con derechos como el de ser único, ser feliz o infeliz, amar, derecho a ser libre o a ser un perro. Concluía con un “No te des por vencido. No contraataques. No te rindas”. Estaba escrita en una placa en un muro, en varios idiomas. Una curiosidad. 



                

                                                     

Vimos varias parejas de novios lituanas, con sus damas de honor, que iban en limusinas y se fotografiaban allí. Los novios dejaban candados en el puente que cruzaba el río Neris. Vilnius era una ciudad con mucha historia y mucho encanto.