Vilnius (o Vilna), la capital lituana, es una ciudad amurallada conocida
como la joya barroca del Báltico. Su casco antiguo es el mayor de Europa,
considerado Patrimonio de la Humanidad. Callejuelas empedradas con casas
con buhardillas y chimeneas, iglesias, patios interiores, y muchos rincones con
encanto.
La muralla
tuvo diez puertas y la única que se conservaba intacta era la Puerta de la Aurora.
Era un gran arco con un cuadro en el exterior de una Virgen negra rodeada de
oro. Había gente rezando en la calle y ofreciendo cirios.
Nos alojamos en el
Domus Maria Hotel, un convento del s. XVII de las monjas teresianas, un lugar
histórico. junto a la Puerta de Alba. Desayunamos en el antiguo Refectorio de
las monjas, con techos abovedados con arcos de crucero.
La Catedral
tenía una fachada peculiar con seis columnas clásicas y un campanario blanco
independiente, separado del cuerpo de la catedral. Junto a la catedral estaba
el el Palacio Real de los Duques de Lituania, un gran edificio blanco del
s.XV. Cerca estaban las Iglesias barrocas de Santa Teresa y del Espíritu
Santo (ortodoxa). Esperamos a las cinco de la tarde para escuchar los
cantos de los monjes ortodoxos.
Otro gran arco
eran las llamadas Puertas Basilianas, por las que se accedía al
Monasterio Basiliano de la Sagrada Trinidad. Vimos la Filarmónica y seguimos
hasta la Plaza del Antiguo Ayuntamiento, donde se celebraba una fiesta
medieval. Había herreros, curtidores de piel, hilanderas con ruecas, artesanos
de piel y escribidores con su scriptorium.
Nos metimos por
las estrechas y sinuosas callejuelas del guetto judío: Antoniovski,
Gaono, Zydu, Stikliu…Habían sido testigos de mucho dolor y lo recordaban en una
placa conmemorativa. Ahora estaban llenas de vida, repletas de pastelerías,
tiendas coquetas, tabernas y restaurantes. Un contraste con lo que vivieron en el pasado.
Luego fuimos al Museo de las Víctimas del Genocidio, ubicado en un gran edificio clásico que había sido la sede del KGB y de la Gestapo. Los sospechosos de ser anti-soviéticos eran espiados, interrogados, enviados a campos de trabajo, deportados o ejecutados. Hubo miles de víctimas en Lituania. Los deportaban a Siberia y zonas alejadas, y muchos morían allí por el frío y las condiciones extremas. Había muchas fotos, historias de partisanos que lucharon contra el comunismo, testimonios de deportados y de víctimas de todo tipo.
En la segunda planta vimos los despachos de los oficiales y torturadores, con sus uniformes, y el mobiliario con radios y teléfonos. En otra sala espiaban las conversaciones de sospechosos con micros camuflados. El sótano fue lo más impresionante, con las celdas de los prisioneros, sala de torturas. Bajar por aquellas escaleras era descender a un inframundo. Asesinaron a muchos inocentes: profesores, escritores, artistas y sacerdotes. Una visita impactante.
Subimos a la colina
Gadimenas, un lugar simbólico por ser donde se fundó la ciudad de Vilnius.
Estaba coronada desde el s. XIII por un torreón circular de ladrillo rojo con
la bandera lituana. Desde allí había vistas panorámicas de la ciudad. Sus muros
fueron destruidos durante la ocupación rusa (1665-1661) y fueron restaurados
posteriormente. En el interior estaba el Museo del Castillo Alto, que
visitamos gratis por ser festivo. Celebraban los 25 años de la cadena humana
que atravesó Lituania, Letonia y Estonia, pidiendo la independencia, que
consiguieron en 1991. Había sido un hito histórico.
Otro día paseamos por el Barrio
de Uzupis, el barrio bohemio, donde se instalaron artistas, soñadores, borrachos y okupas.
El barrio tenía una placita con una columna con el Ángel de Uzupis, tocando
una trompeta. Habían declarado una República Independiente. Tenían su
Presidente y una Constitución propia festiva, con derechos como el de
ser único, ser feliz o infeliz, amar, derecho a ser libre o a ser un perro.
Concluía con un “No te des por vencido. No contraataques. No te rindas”. Estaba
escrita en una placa en un muro, en varios idiomas. Una curiosidad.
Vimos varias parejas de novios lituanas, con sus damas de honor, que iban en limusinas y se fotografiaban allí. Los novios dejaban candados en el puente que cruzaba el río Neris. Vilnius era una ciudad con mucha historia y mucho encanto.