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sábado, 13 de septiembre de 2025

BREST

Brest es una de las ciudades más antiguas de Bielorrusia, que celebró en 2019 los mil años de su fundación. Está ubicada muy cerca de la frontera de Polonia. Llegamos en tren desde Minsk, a 259km, un trayecto de 3,5h. La Estación de Tren tiene aire antiguo, con un mural con relieves con la hoz y el martillo.



La Fortaleza de Brest del s. XVIII, es uno de los principales atractivos de la ciudad. Comprende cuatro islas: una central con la Ciudadela amurallada, y tres islas alrededor conectadas por puentes.

Entramos a la Fortaleza por una puerta enorme con una gran estrella central recortada en el bloque de cemento. Se oían sonidos de bombas cayendo y música con himnos patrióticos. Caminamos por el jardín y encontramos un grupo de cuatro cañones, que recordaban la defensa de la Fortaleza de los ataques nazis, uno de los hitos heroicos de la nación. Los alemanes lograron atravesar la Fortaleza e invadieron Bielorrusia.


Llegamos a la icónica escultura "Valor", una roca gigantesca de 35m de altura con la cabeza de un soldado tallada. Al otro lado hay relieves de la defensa del fuerte.  

Alrededor hay lápidas de soldados caídos, una llama eterna, una corona de flores y un altísimo obelisco. Todo es grande en Bielorrusia. La escultura y su entorno es imponente y triste. 



Al lado otra escultura con la figura de un soldado soviético gigante arrastrándose, sosteniendo su ametralladora y su casco. No es un arte que deje indiferente. 



Junto a las esculturas está la Iglesia San Nicolás de fachada blanca con cúpulas verdes y estilo bizantino. En el interior vimos el oficio de tres sacerdotes ortodoxos de espaldas a los fieles. Tiene una bonita lámpara piramidal frente al altar.




Llegamos a la Puerta Kholmskie de ladrillo rojo, como la muralla, y cruzamos el puente hacia otra isla. Era muy relajante pasear por allí viendo los reflejos de los sauces llorones en las orillas. Un lugar bello y lleno de paz, con un pasado trágico.




La calle peatonal Sovietskaya es el centro de reunión y vida social de la ciudad, con tiendas, cafés y restaurantes. La recorrimos entera, viendo los edificios antiguos pintados en colores pastel y con alguna buhardilla. Tiene bonitas farolas y pérgolas.



Empezamos viendo el Winter Garden un invernadero con cubierta acristalada, con vidriera con forma de flor en la entrada. El interior recreaba diferentes ecosistemas, el trópico o el desierto, pero estaba cerrado.


Frente al invernadero está la Iglesia ortodoxa de San Nicolás, amarilla con cúpulas de bulbo azul oscuro. Se inauguró en 1906 para conmemorar el final de la guerra entre Rusia y Japón. El interior es recargado, con muchos iconos.


La plaza Lenina, con grandes edificios gubernamentales y el Banco Nacional de Bielorrusia, conserva una estatua de Lenin con flores rojas a sus pies, señalando la ciudad. En Rusia habían retirado todas sus estatuas.



Otro guiño al pasado es el Kafe Gagarin, que rinde homenaje al héroe nacional Yuri Gagarin, el primer astronauta en dar una vuelta a la órbita de la tierra

El restaurante tiene ambiente soviético, con manteles rojos y blancos, y servilletas con una estrella roja Las paredes están forradas de recortes de periódico con noticias de la gesta. Y el mural central representa su cara sonriente con la escafandra. Cenamos pelmeni (los saquitos de masa rellenos de cordero), junto a Gagarin.


Antes de que anocheciera vimos al Farolero. Era una tradición que el farolero encendiera las antiguas farolas de queroseno. Habían mantenido el ritual con un grupo de 10 farolas al final de la calle.

Apareció el Farolero con su gorra y su uniforme antiguo, y una escalera. Subió a la farola y la encendió con una llama muy débil. El público aplaudió y querían hacerse fotos con él. Repitió el ritual con cada farola. Una curiosidad.

sábado, 13 de mayo de 2023

TEMPLOS Y LUGARES DE TAIPEI



El segundo día en Taipei visitamos varios templos tradicionales, propuestos para ser Patrimonio de la Humanidad. El primero fue el Templo de Confucio. Era ejemplo de arquitectura tradicional china, con adornos de cerámica y decoración taiwanesa. Los techos estaban tallados en madera y policromados, y colgaban farolillos de papel amarillo. 

Estaba amurallado y rodeado de jardines, con un estanque de lotos y carpas, cruzado por un pequeño puente de piedra. Durante la época japonesa fue demolido y reconstruido en 1930. 



Estando allí pasó un avión bajo sobre los tejados del templo, que rompió el silencio. Era un avión militar (aunque pasó rápido y solo pudimos fotografiar otro avión comercial), de maniobras de  amenaza de los chinos. China y Taiwán llevan 75 años enfrentados desde la guerra civil china entre el Partido Nacionalista o Kuomintang y el Partido Comunista, entre 1927 y 1949. Taiwán es un país soberano, pero China se disputa su territorio y quiere unificarlo con el continente, “una sola China”. En Taipei se podían ver letreros que indicaban refugios de defensa aérea, por si atacaban. Un conflicto de difícil solución.



Al lado estaba el Templo Bao’an, también Patrimonio de la Humanidad. Fue fundado en 1760 por inmigrantes chinos de Quanzhou de la provincia de Fujian. La estructura era muy elaborada, con dragones y figuras en los tejadillos rojos, figuras protectoras pintadas en las puertas y pebeteros gigantes. Había varios pabellones en sucesivos patios. En los bonitos jardines había macetas con bonsáis.  En las galerías y las salas había grandes faroles de papel pintado. 




El templo estaba dedicado al dios residente Baoshong Dadi, con habilidades médicas. Y el santuario trasero dedicado a Shennong, el  dios de la agricultura en la mitología china. Los fieles ofrecían varitas de incienso y oraban. Decían que era el templo más visitado. Nos gustó mucho y tenía mucho ambiente.


El Memorial Chiang Kai Shek era una estructura impresionante, un gran pabellón blanco, casi piramidal, coronado por un tejado negro. Estaba rodeado de bonitos jardines. Subimos los escalones hasta la parte superior, donde había una gran estatua del dictador, y vimos el cambio de guardia con cinco soldaditos. Llevaban rifles y taconeaban con fuerza. 





En el interior del Memorial había un museo con fotos y objetos que pertenecieron al dictador exiliado. Había uniformes, calzado, insignias y su despacho. En otras estancias había exposiciones temporales de cuadros. Nos llamó la atención una pintura en el suelo simulando un abismo, a modo de trampantojo. En una sala había dos grandes y espectaculares Cadillacs negros, de brillante carrocería.




Otro día fuimos al Taipei 101, un rascacielos de 508m de altura, un símbolo para su capital y para el país. Durante mucho tiempo fue el más alto del planeta; cuando fuimos estaba en el top ten. El ascensor nos subió de la planta 5 a la 89 en solo segundos. Por las escaleras se podía subir al piso 91, de terraza sin ventanales, al aire libre. El mirador ofrecía grandes vistas de la ciudad con algunos rascacielos.

     


Por la noche los neones se adueñaron de la ciudad. Vimos los salones de máquinas recreativas de Pachinko, el pasatiempo nacional de Taiwán y de muchos países asiáticos, como Japón o Corea del Sur. Fuimos a curiosear al Mercado nocturno de Shilin. Había puestos de ropa y de comida con bolas de taro y patata, pinchos de carne y pescado a la parrilla. En la calle había grupos que bailaban coreografías de estilo coreano. Disfrutamos del ambiente nocturno, con músicos y artistas callejeros.