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lunes, 20 de mayo de 2019

EL MONASTERIO SVETI NAUM

 



Llegamos en barco al monasterio desde Orhid. El Monasterio Sveti Naum estaba a orillas del Lago Ordhid y fue fundado en el s.X (año 905) por San Naum, escritor y maestro medieval, figura relevante en la tradición de alfabetización y educación eslava

En su interior hubo una escuela griega. Fue destruido por los otomanos y el Monasterio actual se construyó en el s. XVI, de estilo bizantino. La tumba de San Naum estaba en el interior. Era un lugar de peregrinaje para los ortodoxos, y reunía historia y belleza.


La capilla interior era relativamente pequeña. Los frescos eran una de las mejores muestras de pintura religiosa en los Balcanes, tenían colores atenuados por el paso del tiempo. Destacaba el iconostasio principal de madera, tras el cual estaban las reliquias, los incensarios de plata labrada colgando del techo y algunos atriles. Estuvimos totalmente solos en el interior. 

Luego entraron un par de fieles, hombres mayores, a rezar de pie. Era algo que no dejaba de chocarme en los ritos ortodoxos, que no había bancos en sus templos, como si no quisieran que sus fieles se acomodaran demasiado. Algunas velas ardían en el exterior.







Estaba rodeado de un verde jardín por el que campaban a sus anchas unos cuantos pavos reales que mostraban sus coloridas colas, cortejando a las hembras. Además de los pavos color azul cobalto, había uno de ellos albino, totalmente blanco, una curiosidad. Todos eran muy bellos.



En el exterior de San Naum había un par de restaurantes con plataformas de madera sobre el río Drim. Sus aguas y todo el entorno eran de color verde intenso. Era un lugar idílico para hacer una parada. Comimos allí Komat, el hojaldre de queso, cebolla y espinacas típico de Macedonia. Muy sabroso. Era parecido al burek albanés o los hojaldres griegos de queso feta y espinacas. 

Unos músicos amenizaban tocando contrabajo y tambores. Había barcas que ofrecían un paseo por el río Drim hasta la iglesia de la Santa Madre de Dios, donde desembocaban tres manantiales en un pozo que se construyó en el interior.






Llegar al monasterio en barca fue totalmente recomendable. Antes se pasaba por el pueblo Trpejea, que se extendía a los pies de una montaña en el Parque Nacional Galicica, con bosques que separaban el Lago Orhid del lago Prespa. Paramos en la llamada Bahía de los Huesos, que debía su nombre a que habían encontrado allí huesos de un asentamiento. Habían reproducido una aldea sobre palafitos. En el interior de cada casa había chimenea, un lecho con pieles de animales, cestos y algún telar. Lo llamaban el Museo del Agua. El conjunto era bonito con los palafitos sobre las aguas verdosas del Lago Orhid. Una delicia de excursión. Luego cruzamos la cercana frontera con Albania.








lunes, 26 de octubre de 1998

EL MISTERIO DE LALIBELA


Imaginaros una laberíntica ciudad subterránea excavada en el s. XII por mandato del Rey Lalibela, para ocultarse del enemigo, los invasores árabes. Unas iglesias monolíticas, talladas de una sola pieza de roca basáltica, de arriba hacia abajo (¡). Eso es Lalibela. Un conjunto de doce iglesias y capillas, sepulcros y lugares sagrados a ambos lados del río Jordán. Seguía siendo un importante centro de peregrinación. 

La más famosa es Bet Giorgis, la que sale en todas las fotos, y la que nos había atraído hacia Etiopía al verla en una revista de viajes. La Iglesia de San Jorge. Tenía forma de cruz y estaba tallada de una sola pieza de roca, con una gran zanja alrededor. La roca era rojiza, salpicada de toques amarillos de algas. Vista desde arriba tenía tres cruces, que representaban la Santísima Trinidad.

Bajamos por un túnel y accedimos al interior de la zanja. Al entrar nos recibió un sacerdote ortodoxo con ropajes coloridos y un báculo con una cruz procesional de plata. Llevaba un casquete amarillo, el color de los monjes. Por dentro la iglesia era pequeña y conservaba una pintura mural con San Jorge matando al dragón.


En el camino encontrábamos niños correteando, y mujeres a la puerta de sus viviendas, colocando el grano en esteras para aventarlo. Los hombres, reunidos en pequeños grupos, bebían cerveza local, con restos de cereal flotando en el líquido turbio. Nos sentamos con ellos y compartimos la bebida. Alguno nos confundió con italianos, que  habían estado en Etiopía de 1936 a 1941, durante la I Guerra Mundial. Luego reanudamos el recorrido por la zona.

En el interior de las iglesias se guardaba el Tabot, la réplica intocable de las Tablas de la Ley que Moisés guardó en el Arca de la Alianza, y que por supuesto no se puede ver. Lo que sí puede verse y enseñan en cada iglesia son las cruces procesionales de oro, plata y latón. Los sacerdotes ortodoxos las enseñan con mimo, colocándolas sobre bastones de madera, envueltas en largas estolas, y se quedan inmóviles ante el visitante.


Bet Medhane Alem era la más grande de las iglesias monolíticas, con 36 pilares exteriores que le daban un aire griego, y una zanja alrededor. Había alfombras en el suelo y nos descalzamos para entrar. En la pared había una gruta, donde vivía un eremita, y nichos usados como tumbas. 

Recordaremos Bet Maryam por sus arcos de bóveda interiores y sus pinturas murales y en el techo, con motivos geométricos, querubines y la estrella de David.



Las siguientes fueron Bet Maskal y Bet Danaghel, donde había un estanque con plantas verdes, cuya agua decían que curaba la infertilidad de las mujeres. Otras fueron Bet Debre Sina, también llamada Bet Mikael y Bet Gólgota. Vimos la cruz svástica invertida, que en la Infia significa fertilidad, y aquí, segun nos dijeron, tenia un simbolismo religioso. 

Por la tarde continuamos con el grupo de iglesias del oeste. A Bet Gabriel Rafael se accedía a través de un puente que cruzaba la zanja. Los portones de las Iglesias eran de madera de olivo, y algunos tenían adornos de metal. Vimos un tabernáculo de madera labrada y nos enseñaron libros de oraciones en amharic de 500 años de antigüedad. Tenían tapas de madera y papel amarillento de pergamino carcomido. Otras iglesias que visitamos fueron Bet Emanuel, Bet Mercurios, Bet Lehem y  Bet Abba Libanos, que tenía una fachada vertical excavada en la roca, con columnas y ventanas.  



Las iglesias de Lalibela no tienen comparación en el mundo, eran diferentes a todo, y tenían una atmósfera especial. Eran un merecido Patrimonio de la Humanidad. Y los sacerdotes que había en el interior de cada iglesia tenían un aspecto imponente, con sus ropajes, sus casquetes amarillos, sus cruces procesionales...Recordaremos sus negras y largas barbas, rostros morenos y angulosos de pómulos marcados y ojos brillantes de fe desafiante. Lalibela era misteriosa y única. Como la inolvidable Etiopía.




Las iglesias de Lalibela no tienen comparación en el mundo, eran diferentes a todo, y tenían una atmósfera especial. Eran un merecido Patrimonio de la Humanidad. Y los sacerdotes que había en el interior de cada iglesia tenían un aspecto imponente, con sus ropajes, sus casquetes amarillos, sus cruces procesionales...Recordaremos sus negras y largas barbas, rostros morenos y angulosos de pómulos marcados y ojos brillantes de fe desafiante. Lalibela era misteriosa y única. Como la inolvidable Etiopía.




Viaje y fotos realizados en octubre de 1998