jueves, 8 de julio de 2021
miércoles, 30 de junio de 2021
MONASTERIOS DE METEORA
Meteora era un valle con peñascos rocosos sobre los que se construyeron varios monasterios en el s.XIV. Albergaron a monjes ermitaños, que huían de los invasores turcos. Todos los monasterios estaban construidos en la cima de altos pináculos de 600m. de altura, con difícil acceso. Parecía imposible que se hubieran construido en aquella época, transportando y elevando los materiales. Los monjes utilizaban cuerdas para acceder a la cima. Con el tiempo, las cuerdas se sustituyeron por escalones tallados en la roca, a partir de 1920. Llegaron a ser 24 monasterios, muchos fueron destruidos en la II Guerra Mundial, y quedaban seis monasterios activos, que podían visitarse, y otros dos abandonados.
Kalambaka y Kastraki eran los pueblos base para visitar Meteora. Llegamos a Kalambaka en un trayecto de cuatro horas de tren desde Atenas. Estuvimos dos días recorriendo el valle, contemplando los monasterios y visitando el interior de cuatro de ellos.
El Monasterio Agias Triadas o Holy Trinity, era famoso por aparecer en la película “Sólo para sus ojos”, de James Bond. Se subía por una escalera de 130 peldaños y atravesando un túnel en la roca, pero estaba cerrado, en restauración.
Visitamos el Monasterio Mega Meteoron, fundado por San Atanasios, sobre uno de los peñascos más altos, de 613m. Era enorme, con patios ajardinados, balcones de madera, estancias a varios niveles, una bonita Iglesia, museo y cocina. La cocina del s. XVI conservaba todos sus cacharros y vasijas de barro, y un horno de cocción. El Museo mostraba iconos, cruces, cálices, pergaminos y libros antiguos. La Iglesia ortodoxa estaba muy recargada, como todas, con iconos, lámparas doradas colgantes, velas, atriles, sillería labrada y frescos religiosos.
El Monasterio Agios Stefanos,
tenía una bonita iglesia con frescos del s.XIV y un museo religioso con iconos. Desde el exterior vimos
el Monasterio de San Nicolás Vandavas, con cuevas excavadas en la roca,
estructuras precarias de madera y escaleras colgantes,
El Monasterio Varlaam, de
1518, se construyó sobre una ermita anterior. Su alta torre conservaba las
cuerdas con el cesto que utilizaban los monjes como montacargas. Subimos
por una escalera tallada en la roca, atravesando túneles excavados. Era el
segundo monasterio más grande tras Mega Meteoron. Tenía un museo histórico y
religioso con iconos y cuadros de batallas. Nos dijeron que en la actualidad
vivían once monjes, con algún trabajador que ayudaba en la cocina y otras tareas. Vimos alguno de los monjes barbados ortodoxos. Eran pocos los que elegían esa vida de soledad y sacrificio. Hasta los años 60
no tuvieron electricidad, y debían ser fríos en los crudos inviernos.
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El
último que visitamos fue el Monasterio Roussanou, habitado por una comunidad
de monjas. Iban vestidas de negro con tocas en la cabeza. Atendían la
tienda de objetos religiosos, y elaboraban mermeladas y miel de sus panales,
que vimos. Los jardines privados estaban muy bonitos y cuidados, de un verde
intenso y con muchas flores. Tenía un gran balcón con vistas espectaculares del
valle.
Meteora era un lugar espiritual en una naturaleza espectacular. Merecía ser considerado Patrimonio de la Humanidad. Había que respetar el lugar y por eso se prohibían actividades como la escalada, y la visita con pantalón corto y hombros descubiertos. Paramos en varios miradores con panorámicas espectaculares de las grandes rocas negras rodeadas de verde vegetación y salpicadas de monasterios de tejados rojos, y contemplamos la puesta de sol. Un lugar especial para recordar, una maravilla.
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martes, 29 de junio de 2021
EL PELOPONESO
La Península del Peloponeso en Grecia estaba unida al continente por el istmo de Corinto. Su nombre derivaba del héroe mitológico griego Pélope que conquistó la región. Desde Atenas contratamos un tour de un día por Corinto, Micenas, Navplio y Epidauro. La primera parada fue en el Estrecho de Corinto, un canal artificial que unía el Golfo de Corinto con el Mar Egeo, permitiendo el comercio marítimo.
Lo
construyó a finales del s. XIX un ingeniero húngaro, Iván Turr, bajo el
proyecto de Ferdinand de Lesseps. Tenía 6,3km de longitud y solo 21m de
anchura. Se inauguró en 1893 y permitía evitar el rodeo de 400km por la Península
del Peloponeso. Se veían altas paredes de roca arenisca y una estrecha franja
de azul, cruzada por un puente alto. Leímos que cada año pasaban 11.000 barcos,
aunque muchos eran turísticos.
Después fuimos al Anfiteatro de Epidauro, construido en honor al dios-médico Asklipio en el s. IV a.C. Era el modelo de numerosos teatros griegos y el más icónico. Tenía capacidad para 12.000 espectadores y 32 filas de gradas. Era el más grande que habíamos visto, más que el de Herodes Ático en la Acrópolis de Atenas. Decían que su acústica era excepcional. Lo probamos dando palmadas.
Seguimos visitando
el yacimiento arqueológico de la Acrópolis de Micenas, declarada Patrimonio
de la Humanidad. Según la mitología griega, Micenas era el reino del héroe
homérico Agamenón, que luchó en la guerra de Troya para recuperar a Helena.
Homero la describió como una ciudad rica en oro.
Se entraba por la Puerta de los Leones, con dos leones subiendo a una columna, en el dintel. Los leones tallados en la piedra estaban desgastados, pero podía imaginarse la impresión en la antigüedad al atravesar la puerta para entrar en la ciudadela. La puerta pesaba doce toneladas. De la Acrópolis quedaban los llamados Muros Ciclópeos, grandes piedras que formaron una fortificación en ruinas, una cisterna, muretes y estructuras semicirculares.
Había varias
tumbas. Nos impresionó la Tumba de Atreo, llamada el Tesoro. Atreo fue
rey de Micenas. Un amplio pasadizo con murallas llevaba hasta la cámara funeraria,
y el interior era un alto recinto circular. La puerta tenía encima una
ventana triangular abierta en la piedra, por la que entraba la luz. Allí se
encontró la máscara de oro macizo que cubría la cara del finado, y que
se exhibía en el Museo Arqueológico de Atenas.
viernes, 25 de junio de 2021
LA ISLA DE NAXOS
La isla de Naxos
era la más grande de las Islas Cícladas, en el mar Egeo. Tenía la
singularidad de tener un istmo central, en realidad un muelle, que parecía el
camino que llevaba al pueblo blanco. Su capital era Hora (o Chora).
En una colina junto al istmo estaba el Templo de Apolo. Lo que quedaba de él era el dintel de una puerta de piedra que se abría al mar y una estatua femenina de mármol descabezada.
El muelle formaba una
tranquila laguna circular y tenía escalerillas para bajar al agua. Allí nos
bañamos. Algo más frescos recorrimos las calles del pueblo. El barrio de
Kastro tenía casas encaladas y contraventanas azul marinero, adornadas con
buganvillas y otras flores. El pavimento de piedra ribeteado de blanco, como un
mosaico, era parecido al de la isla Mykonos.
El ambiente era muy
tranquilo, con poca gente por las calles. En una terraza del Paseo Marítimo
tomamos hojaldres de espinacas y queso feta, y contemplamos las vistas del mar
Egeo. Al atardecer fuimos a la playa San George, larga y popular.
El segundo día en
Naxos fuimos a las playas del suroeste. Pasamos por las playas Prokopios, Agia
Ana y Plaka, entre otras. Se veían bonitas, largas franjas arenosas con un mar
azul intenso.
En Alyko buscamos la playa Hawai, una auténtica joyita. Era una playa de arena dorada, con una ermita blanca con dos cúpulas azules en un extremo junto al agua. Y estábamos totalmente solos, un auténtico lujo. Luego llegaron en goteo ocho o diez personas que se dispersaron en la franja de arena. El agua verde azul del mar Egeo estaba muy transparente. Nos instalamos con el pareo en el extremo de la ermita y nos dimos unos baños gloriosos. La tranquila Naxos nos gustó mucho, como todas las islas griegas.