Desde Monteverde fuimos a la Laguna Arenal, donde cogimos una barca hasta el pueblo La Fortuna. En la laguna podía verse al fondo el cono perfecto del Volcán Arenal, muy puntiagudo. Cruzamos la laguna de aguas tranquilas y limpias. En la orilla encontramos una garza blanca, dándonos la bienvenida. Nos dijeron que la garza se llamaba Samantha Carolina.
El volcán se distinguía al fondo de todas las calles del pueblo, una mole de presencia imponente. Dimos un paseo a caballo hasta la Catarata La Fortuna. Mi caballo se llamaba Tito. Nos dieron un casco, y nos enseñaron a jalarlo (frenarlo) y coger las riendas para dirigirlo. Si el caballo bajaba por desniveles, debíamos inclinar el cuerpo hacia atrás. Lecciones básicas. Con una mano cogíamos las riendas y con la otra nos agarrábamos a la silla de montar. En el camino cruzamos un par de riachuelos. El volcán vigilaba nuestro camino.
Al cabo de un rato
llegamos a la Catarata La Fortuna. A lo lejos se distinguía la
catarata entre la espesura. Bajamos bastantes escaleras, cruzamos un río por un
puente colgante y nos encontramos frente a la catarata de 70m de altura,
entre helechos y entorno selvático. El chorro caía espumoso y con fuerza en una
poza de aguas verdes. Nos bañamos en las aguas frescas, que aliviaron el calor
del camino. En el camino de regreso el caballo se volvió más díscolo y trotón,
tal vez por las ganas de llegar al establo.
Visitamos el Santuario
de plantas y mariposas. Había orquídeas, aves del paraíso y otras flores. En un recinto
cerrado estaban las mariposas, que solo dejaban de revolotear para probar el néctar dulce de los trozos de piña madura. En el camino de regreso el caballo
se volvió más díscolo y trotón, tal vez por las ganas de llegar al establo.
Al día siguiente
hicimos una caminata para acercarnos lo más posible al volcán, todo lo que
estaba permitido. En Costa Rica había más de 300 volcanes. El volcán El
Arenal tenía 4000 años de antigüedad y en ese periodo había erupcionado diez
veces, la última en 1990. Antes estaban permitidas las excursiones por la
ladera y se veía la lava. Pero fallecieron dos personas y un guía por las
emanaciones tóxicas, y se prohibió. Se veían fumarolas en el lateral derecho.
Caminamos por la jungla entre raíces de árboles y hojarasca, subimos tramos muy empinados. El ambiente era muy húmedo y bochornoso. Llegamos a un mirador con el imponente volcán frente a nosotros. Se distinguían la formación de piedras de lava que se acumulaban hasta que algún día cayeran en avalancha, como un alud de nieve. La ladera del volcán era una mezcla de cenizas y grupos de árboles verdes. Para volver seguimos el cauce de un río seco lleno de piedras de lava y cenizas. Se hizo de noche y sacamos las linternas. La caminata fue de dos horas y nos ganamos la cena.
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