Luang Prabang era una ciudad tropical entre montañas, al norte de Laos. Fue la primera capital del país. Se extendía a orillas del río Mekong y del río Nam Khane. La corriente bajaba con fuerza, con aguas marrones, entre la vegetación verde.
Las casas de madera con balcones y tejadillos eran bajas, de dos pisos
de altura, entre templos, palmeras y plataneros. Su arquitectura era una
mezcla tradicional laosiana y colonial francesa. Toda la ciudad estaba ajardinada,
con muchos árboles y plantas por todas partes. Era Patrimonio de la
Humanidad.
En el interior
había grandes columnas y un Buda dorado. En la llamada Capilla Roja por el
color de sus paredes había un Buda reclinado de piedra negra. Otro Pabellón
Dorado albergaba una gran barca dorada con siete cabezas de serpiente en la
proa. La serpiente (Naga) era un dios protector. Alrededor figuras de Budas
erguida, como un pequeño séquito de la barcaza.
Luego tomamos la
curva que formaba el Mekong, atravesamos un puente de bambú y seguimos paseando
por la orilla del otro río, el Nam Khan, más estrecho pero igual de bonito, de
aguas verdosas entre vegetación exuberante. El Mekong estaba bordeado de casas
y bonitos restaurantes. En uno de ellos comimos pescado a la brasa y calamares
con arroz frito, acompañado con cerveza Lao.
En la ciudad había tuk-tuks motorizados, la mayoría pintados de azul. Fue interesante la visita al Museo TAECS, de Artes Tradicionales y Etnología. Después fuimos al Palacio Real, construido en 1904 y de estilo laosiano con influencia colonial francesa. El Palacio Principal tenía muchos dorados en el tejado y en el interior, con paredes rojas con frescos. Muy recargado. Había habitaciones con mobiliario: comedor, librería y salones. En otro recinto se exhibía la colección de coches reales: un antiguo Lincoln y modelos americanos de carrocería impresionante por su longitud. También había un Citroen “tiburón”. Paseamos por los bonitos jardines del Palacio y curioseamos el mercado callejero nocturno que se montaba y desmontaba cada tarde ante el palacio.
Subimos a la Colina
Phu Si, de unos cien metros de altura, para contemplar las vistas de la ciudad
y los tejadillos de sus casas. Había que ascender 329 escalones de piedra. Al
inicio unas mujeres vendían ofrendas de flores (dientes de león naranjas), y
unos pajarillos enjaulados para liberarlos en la cima. El paisaje era tropical,
el río Mekong y la ciudad estaban envueltos en niebla, pero no le restaba
belleza.
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