Medina (Madinah) era una de
las dos ciudades santas de Arabia Saudí, junto con La Meca. La zona central de
la ciudad estuvo prohibida a los no musulmanes hasta 2019, cuando el país se
abrió al turismo. En La Meca el acceso continuaba vedado a los infieles. Nos
sentimos unos privilegiados de poder visitarla. Llegamos en el bus de la
compañía estatal SAPTCO, la única compañía de autobuses. Fue un trayecto de
cinco horas desde Jeddah.
Era conocida como
la “ciudad del Profeta”, por ser donde Mahoma, el fundador del Islam, encontró
refugio tras ser exiliado de la Meca. La Mezquita del Profeta tenía un
profundo significado para los musulmanes de todo el mundo. Se decía que fue
construida por el propio profeta en el 622 d.C. y albergaba su descanso final,
junto a los dos primeros califas, bajo la cúpula verde construida por los otomanos.
La mezquita era el lugar donde antaño estaba su modesta casa de barro y madera.
Tenía 10 minaretes con una altura de 104m, añadidos en diferentes épocas. Una gran explanada con suelos de mármol rodeaba la mezquita, adornada por 250 paraguas retráctiles de grandes dimensiones y diseño de inspiración japonesa, que se desplegaban para proteger a los fieles del sol y de la lluvia en las horas de oración. Leímos que tenía capacidad para 250.000 personas, pero algunos decían que su capacidad era de un millón de personas en todo el recinto. Vimos riadas de personas llegando en las horas de oración.
Nos impresionó el
ambiente de devoción y espiritualidad, abigarrado y variopinto. Había peregrinos
de todo el mundo: de África, de Sudán, Tanzania, Somalia, Túnez, asiáticos
de las antiguas repúblicas soviéticas como Kirguistán, de Malasia, Indonesia, Hong
Kong, Filipinas, Pakistán…Europeos la verdad es que no encontramos. Las indumentarias eran muy variadas. Los hombres
vestían largas túnicas blancas o de tonos arenosos y se veían casquetes y turbantes. Las mujeres asiáticas vestían abayas y pañuelos coloridos. Alternaban
con otras con abayas negras que apenas mostraban la ranura de los ojos. Nosotros
caminábamos inmersos entre todos ellos, intentando pasar desapercibidos. Todos
éramos conscientes de estar en un lugar histórico y sagrado.
Mujeres y hombres rezaban
en recintos separados. Me acerqué a curiosear a la entrada de mujeres, adornada
con paneles dorados. HabÍa una guardiana sentada en la puerta, que me sonrió y
me permitió entrar. El interior tenía muchas columnas con arcos de herradura y estaba
alfombrado. Había varias mujeres en sillas de ruedas. Unas rezaban de pie y
otras sentadas en las alfombras.
Después fuimos
paseando por la calle peatonal Quba, hacia la Mezquita del mismo
nombre. Era un trayecto de 3,5km, con tiendas de reliquias, de abayas y
teterías. Muchas estaban cerradas por la oración. La Mezquita de Quba
era rectangular, de grandes dimensiones y de un blanco resplandeciente. Tenía cuatro minaretes
y dos cúpulas. Fue la primera mezquita islámica construida. El Profeta Mahoma
colocó sus primeras piedras y sus compañeros acabaron la construcción. Entré en
la zona de mujeres y vi el ambiente.
Desde allí fuimos
a la antigua Estación de Ferrocarril de Hiyaz. El ferrocarril construido por el imperio otomano
conectó Damasco y Medina entre 1908 y 1916, pero la Rebelión Árabe contra los turcos en la I Guerra Mundial, interrumpió el proyecto. La guerrilla árabe de Lawrence de Arabia destruyó
trenes y tramos de vía. La bonita estación estaba restaurada, con arcos de ladrillo rojo y vidrieras
de colores. La vimos casi en la puesta de sol, con la luz dorada. En el
interior albergaba un museo con fotos antiguas. Y en el exterior se conservaba
un tren con vagones de madera color miel y locomotora negra de vapor. Fue otro
de los atractivos de la ciudad histórica de Medina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario