El Parque
Nacional Asir tenía paisajes espectaculares, con montañas cubiertas de
enebros, y varias poblaciones dispersas. Incluía el monte Jebel Soudah, la cima
más alta del país, con 2925m por encima del valle de Sarawat. Fue el primero de
Arabia Saudí, creado en 1987, y tenía 4.500km2. Se extendía desde el
desierto al este hasta el Mar Rojo. Decían que era uno de los últimos refugios
del amenazado leopardo de Arabia. Leopardos no vimos, pero sí cientos de
papiones.
Los papiones o babuinos estaban en los miradores, a lo largo de la carretera. Los machos eran tremendos, con un largo y espeso pelaje gris claro. Se parecían a los monos de Jigokudani, en las pozas de agua termal en Japón. Estaba prohibido darles de comer, pero la gente que paraba les daban plátanos, galletas y cualquier cosa. Las hembras caminaban llevando sus crías agarradas boca abajo.
El pueblo Al Habala estaba colgado en las montañas y era accesible en teleférico. Antaño solo se podía llegar a través de escaleras de cuerdas (habal), de ahí el nombre. Lo construyó la tribu Khatani hacía más de 370 años, para evitar los ataques otomanos. Estaba formado por casas de arenisca en un saliente 400m por debajo de un acantilado. Vimos las instalaciones del teleférico, que funcionaba a partir de mayo. En el mirador admiramos el paisaje de montañas superpuestas ante nosotros.
Desde Abha a Rijal
Alma solo había 30km, pero tardamos casi dos horas en llegar, por la carretera
y por las paradas para ver las montañas y los babuinos. Era una carretera de
conducción peligrosa, con curvas pronunciadas y un desnivel de 2000m.
El pueblo Rijal
Alma estaba al fondo del valle, con casas por la ladera de la montaña. El
pueblo fue fundado en el s.VIII y destacó como una importante parada de las
caravanas que conectaban Yemen con el resto de la Península Arábiga y los
puertos del Mar Rojo. También fue parada de peregrinos que iba a la Meca.
Las tribus de Rijal Alma eran famosas por su fuerza, consiguieron derrotar a
las tropas del Imperio Otomano en 1825 y obligaron al sultán a aceptar la
independencia de la región de Asir. Con el tiempo Rijal Alma perdió relevancia
y sus habitantes se trasladaron a casas modernas, mientras las viviendas
tradicionales se desmoronaban poco a poco. Hasta que en 1985 decidieron restaurar
el centro histórico del pueblo que lucía en todo su esplendor.
Llegamos a una gran plaza y ante nosotros se extendía la panorámica del pueblo con sus casas de adobe y piedra escalonadas. Las casas tenían puertas y ventanas con marcos ribeteados de blanco, y pintadas de naranja, azul, verde y amarillo. Callejeamos y subimos a varios niveles, con terrazas escalonadas. Las casas tipo fortificación, de cuatro pisos de altura, recordaban la arquitectura tradicional del cercano Yemen, en guerra. El pueblo era pequeño y estaba deshabitado, aunque alrededor había otras casas habitadas. La Mezquita cercana llamó a la oración y vimos como acudían grupos de hombres. No gustó escuchar el canto del muecín en el silencio del valle.
Visitamos el Museo
Regional de Asir. Era una casa de cuatro pisos, con puertas y escaleras pintadas
de verde. Otras puertas estaban decoradas con motivos geométricos. En las
diferentes habitaciones se exhibían joyas de plata, armas, algún traje, libros
en atriles, fotos antiguas, teteras y recipientes. Desde su azotea se
contemplaba el pueblo y las montañas de alrededor. Rijal Alma tenía mucho
encanto, parecía de cuento oriental y no costaba nada imaginarlo en los tiempos
de esplendor de las caravanas. La región de Asir fue nuestra última etapa en el
viaje por Arabia Saudí, un país muy interesante y sorprendente, lleno de contrastes
y belleza.
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