martes, 8 de abril de 2025
EL CANAL NYHAVN
jueves, 11 de septiembre de 2003
NUWARA ELIYA
Nuwara Eliya estaba ubicada en las tierras altas de Sri Lanka, con un clima más fresco que el resto del país. La ciudad fue fundada por el explorador Samuel Baker, que descubrió las fuentes del río Nilo.
En sus calles se respiraba el ambiente colonial, con una bonita arquitectura. Las antiguas mansiones británicas rodeadas de jardines, tenían chimeneas y tejados triangulares. Destacaban la antigua Post Office, un edificio emblemático de ladrillo rojo con una torre del reloj.
Vimos una mansión regia del s. XIX, reconvertida en el Hotel Heritage. Fue la residencia del gobernador inglés. Preguntamos el precio (24 euros) y decidimos alojarnos allí. Tenía doble escalinata de madera y altos techos, mobiliario antiguo y camas con dosel, en todos los detalles. La habitación era enorme, con galería interior con cuatro ventanales con vistas a los jardines. Un lujo con sabor a otros tiempos.
Había muchos comercios y los puestos del mercado eran muy estéticos, con sus frutas apiladas y con racimos de plátanos o cocos colgando. Había puestos de carne y pescado ( atún, barracuda, pez espada o tiburón).
Paseamos por el
Parque Victoria, con enormes árboles, y admiramos las suaves y mullidas
ondulaciones del Campo de Golf y el Jardín Botánico Curioseamos el Hotel Hill
Club de 1876, antiguo club exclusivo de los británicos, con bonitos jardines.
Nuwara Eliya era la zona productora de té más importante de Sri Lanka. Por la mañana fuimos en tuk-tuk a visitar la plantación de té Pedro Tea State. Las verdes plantaciones se extendían por las laderas de la montaña. Las recolectoras de las hojas de té eran mujeres, con sus pañuelos multicolores en la cabeza, y sacos a la espalda o cestas de mimbre con el asa en la frente.
La fábrica se fundó
en 1885. Nos explicaron todo el proceso. Tras la recolección, lo secaban,
trituraban, prensaban, fermentaban y lo separaban según la calidad y tamaño.
Finalmente lo empaquetaban en sacos y lo exportaban. Nos obsequiaron con un té
mientras contemplábamos fotografías antiguas en blanco y negro. Fue una visita
interesante.
martes, 11 de febrero de 2003
EL ENCANTO DE ANTIGUA
Empezamos el viaje
por Guatemala en Antigua, y nos enamoró. Era una ciudad con casas coloniales
de planta baja, con techos de tejas rojas, portones de madera y ventanas
enrejadas. Las casas estaban pintadas de colores alegres: amarillo,
naranja, rojo terracota, verde manzana, azul, ocres…todas las tonalidades del
arco iris. Eran edificios coloniales españoles de los s. XVIII y XIX, que
habían resistido los sucesivos terremotos, el último en 1976. Declarada Patrimonio
de la Humanidad.
La cuadrícula de la ciudad se extendía a los pies de los volcanes. Nuestro hotel estaba situado en la 4ª Avenida Norte, la calle del arco. Y al final se distinguía la silueta del cono del volcán Agua, de forma totalmente triangular. Cercanos estaban los volcanes Fuego y Acatenango. El volcán Fuego se distinguía por su perenne penacho de humo.
Bajo unos arcos amarillos estaban los antiguos lavaderos públicos. Dos mujeres lavaban la ropa en las piletas de piedra, con un niño a su lado, como en tiempos antiguos. La madre tenía 18 años y el niño un añito. Desde los lavaderos podían verse los tres volcanes Fuego, Agua y Acatenango. El volcán Fuego escupía su penacho de humo gris como a borbotones. Según soplara el viento, el penacho se elevaba como una seta atómica, o se disolvía tras la silueta del volcán. Lo contemplamos bastante rato desde la plaza y desde la terraza alta de un bar, mientras tomábamos licuados de piña y cerveza Gallo.
Durante todo el día estuvimos entrando en preciosos patios ajardinados, de hoteles o galerías de arte. Antigua estaba llena de galerías que exponían cuadros, objetos de arte instrumento o muebles antiguos. Los jardines solían tener alguna fuente de piedra y estaban repletos de helechos colgantes, plantas de hojas gigantescas, buganvillas y otras flores. Eran rincones encantadores, para sentarse bajo los porches y dedicarse a leer charlar, tomar algo, descansar o simplemente mirar. Y todo eso hicimos.
A un lado de la plaza estaba la Catedral de Santiago, la primera que visitamos. Era de 1542, pero quedó destruida tras el terremoto de 1773 y fue reconstruida. El interior resultaba sencillo, con las paredes blancas. Unas cuantas mujeres indígenas rezaban arrodilladas en los bancos. Llevaban los trajes tradicionales de gran colorido y largas trenzas negras.
La Iglesia de la Merced pintada de amarillo y blanco, nos gustó más. Desde su azotea se tenía una panorámica de Antigua y sus tejadillos.
Por la tarde visitamos la Casa Popenoe, un antiguo Palacio del s. XVII. Era una mansión reconstruida, con el estilo mobiliario de aquellos tiempos. Era propiedad de una familia que la abría al público durante dos horas diarias. Lo que más nos gustó fue la cocina, con sus utensilios de cobre y recipientes de cerámica colorida. Agrupados en estantería, y el baño con una bañera de piedra y cerámica al nivel del suelo. Un auténtico lujo y un privilegio, sobre todo para aquella época.
En el Palacio
del Ayuntamiento, porticado, visitamos el Museo de Santiago. Tenía una
colección de muebles coloniales, armas y herramientas. Junto a él estaba el
Museo del Libro Antiguo. Y en la misma plaza estaba el Palacio de los
Capitanes del s. XVI, que había sido sede del gobierno.
Curioseamos el mercado
muy colorido, no solo por las mercancías, sino por la indumentaria de las
vendedoras. Ofrecían todo tipo de frutas, verduras, pescado y pirámides de
gambas rosadas, carne, textiles y artesanía.
Cerca de allí estaba la estación de autobuses. Los autobuses estaban pintados de colores rojos, naranjas, verdes, azules. En el frontal indicaban el punto de origen y el destino. Estaban decorados, aunque no tanto como los autobuses pakistaníes.
Para cenar nos
costó decidirnos por un restaurante porque todos eran preciosos y apetecibles.
Finalmente optamos por La escudilla, con mesas iluminadas por velas, alrededor
de un patio. Tomamos caldo real (sopa de pollo con mucha verdura) y el plato
regional compuesto por guacamole, fríjoles, queso, pollo con hierbas y
especias y banana frita, acompañado con la cerveza local Gallo. Pasamos dos días
fantásticos en, Antigua una ciudad con historia, encanto y atractivos.