domingo, 28 de enero de 2018
EL MERCADO DE GANADO
domingo, 9 de agosto de 2015
LOS SALARES DE NATA
Desde Kasane, la base para visitar el Parque Nacional de Chobe, cogimos una combi hasta Nata. El trayecto duró tres horas, a través de terreno bastante árido con algunas acacias y altos cactus de flores rojas.
Nata era una pequeña población del norte de Bostwana, de apenas 6.800 habitantes, lindando con el Delta del Okavango y cerca de la frontera con Zimbawe. Desde allí visitamos en un jeep abierto el Parque Nacional Makgadikgadi, lindando con el Delta del Okavango.
Atravesamos la sabana que formaba parte del Desierto del Kalahari. Entramos en el Parque Makgadikgadi por el Santuario de Aves. Gran variedad de aves sobrevolaban la zona y se veían sus huellas sobre el terreno seco.
En la zona había tres salares llamados Pan, eran lagos secos, blancos y agrietados. Leímos que la suma de los tres salares era mayor que la del Salar de Uyuni en Bolivia. Al pisar los salares crujían a nuestro paso, al romperse la costra superficial. Había huellas de aves. No eran de un blanco tan cegador como los de Uyuni, pero era un paisaje especial, aislado y en un territorio que pertenecía a los animales.
Paramos en el Delta del río Nata y encontramos un gran lago, cuya extensión no hubiéramos podido imaginar en un paisaje tan seco. El lago se perdía en el horizonte, aunque nos dijeron que no era muy profundo, apenas cubría las rodillas y en época de lluvias tal vez superaba el metro de profundidad. Dentro del lago, en una lengua de tierra próxima a la orilla, descansaban unos pelícanos de pico amarillo, mezclados con gaviotas
En los alrededores crecía hierba amarilla alta, entre la que pastaban manadas de ñús y búfalos, entre algunos baobabs.
Nos alojamos en el Nata Lodge, que renació de las cenizas tras un incendio. Era un pequeño oasis en el desierto, con piscina y rodeado de vegetación, con alguna palmera.
Al día siguiente, desde Nata fuimos a Gweta en un trayecto de una hora. Allí hicimos otra excursión al Pan Netwetwe. Nos llamaron la atención los grupos de suricatas, pequeñas mangostas que tenían la peculiaridad de ponerse de pie, erguidos totalmente y colocando los bracitos en su parte delantera. Eran una especie de roedores con cola, tipo ardilla y correteaban a cuatro patas. Estuvimos un buen rato viéndolos corretear, erguirse mirando a su alrededor y excavando sus madrigueras. Eran realmente curiosos y muy graciosos.
Atravesamos el salar
llamado Pan Netwetwe. La primera visión fue una larga franja blanca en el
horizonte, tras la hierba amarilla. Cuando nos metimos dentro del salar Netwetwe con el jeep apreciamos su extensión. Bajamos del vehículo y el terreno
crujía bajo nuestros pies. Era una fina costra superficial, con grietas de
forma hexagonal. No se veía nada ni a nadie, era una inmensa superficie desierta.
El paisaje era una franja de cielo azul, una franja blanca del salar y detrás la hierba amarilla. Empezamos a corretear y hacer fotos, jugando con la perspectiva, como en el Salar de Uyuni. Al no haber referencias podían percibirse ilusiones ópticas. Contemplamos la puesta de sol en la laguna. La salina se tiñó de tonos dorados, y la franja de cielo de alrededor cambió de los rojos a los rosados.
viernes, 7 de agosto de 2015
LA VIDA SALVAJE DEL PARQUE NACIONAL DE CHOBE
Recorriendo el Parque
Nacional de Chobe en Bostwana, nos metimos por un sendero boscoso. No
parecía haber animales, y de repente a un lado de la pista, sobre la rama baja
de un árbol encontramos a un leopardo. Paramos en seco y retrocedimos un poco.
El leopardo bajo del árbol, pero no debimos parecerle una amenaza por se sentó
en el suelo. Era un precioso leopardo moteado, con los ojos claros
verdosos. Y nos miraba desafiante.
La zona de la ribera
del rio Chobe era verde, dorada y húmeda. Cerca del río había múltiples
lagunas donde iban los animales a beber. Vimos grupos numerosos de impalas
y elefantes jirafas, cebras, fagoceros, chacales, hipopótamos, cocodrilos,
gallinas de guinea, búfalos, kudus y leones.
Las jirafas se movían elegantemente con su parsimonia. Leímos que tenían un corazón de 9kg para poder bombear sangre hasta su cerebro. De ahí sus movimiento como en cámara lenta. Podían medir 6m de altura.
Vimos a los elefantes
comiendo hojas de las ramas y hierba que cogían del suelo. Primero arrancaban
las raíces de la tierra golpeando con sus patas. Bebían curvando la trompa y a
veces se echaban tierra por encima para refrescarse. El polvo y el barro les
protegían la piel del sol y de los insectos y parásitos. Movían las orejas,
que tenían un sistema de irrigación propio dado su gran perímetro, para
refrescarse. Varias hembras estaban embarazadas. La gestación duraba 22
meses.
Encontramos un
grupo de cuatro hembras con varios leones jóvenes y sus cachorros. Iban
caminando en hilera hacia el agua. Los seguimos desde muy cerca con el jeep,
viendo su piel dorada al sol. Nos ofrecieron el trasero como despedida y ni se
inmutaron por nuestra presencia. El atardecer lo tiño todo de una luz dorada y
en las extensiones de hierba verde y amarilla, entre lagunas, se esparcían
auténticas manadas de animales. Cientos de antílopes con jirafas, cebras y
elefantes eran los más abundantes.
Vimos babuinos
que se sentaban ante los excrementos secos de los elefantes y deshacían las
bolas para conseguir la semilla que defecaban entera. Encontramos grupos de
babuinos caminando a cuatro patas y cargando sus crías bajo el vientre o sobre
el lomo. Unos jugaban saltando por las ramas de los árboles y otros se sacaban
parásitos del pelaje.
Los bisontes lucían su montera característica con los cuernos. Eran un grupo numeroso, sentados a la sombra de un árbol y rumiando la hierba que comían.
Por las noches, en el silencio del campamento, oímos los rugidos de un león y la estampida de una manada de cebras, que pasó por detrás de la tienda. Nos despedimos del Parque Nacional de Chobe con un montón de imágenes en la cabeza, emocionados y admirados de su belleza y abundancia de animales.