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lunes, 19 de abril de 2010

LA BAHÍA DE TOKYO






La película “Mapa de los sonidos de Tokyo” de Isabel Coixet empieza con un recorrido nocturno por un río, atravesando varios puentes de la ciudad.  Hicimos ese recorrido, pero diurno, en un luminoso día de cielo azul. Tras visitar el templo Senso-ji, el más antiguo de la ciudad, en el barrio de Ueno, seguimos paseando hasta las orillas del río Sumida. Allí fue donde cogimos el barco que hizo un trayecto de una hora aproximadamente. Contamos unos trece puentes.


 
El río desembocaba en la Bahía, ante el Pacífico. Cogimos un monorrail elevado, sin conductor, con el que atravesamos la Bahía hasta llegar a la isla Odaiba. Sentarse en el asiento delantero ante la gran cristalera del vagón fue todo un espectáculo. En la isla encontramos una réplica de la Estatua de la Libertad, y una réplica de la Torre Eiffel, nueve metros más alta que la original. El afán de imitación de los nipones no tiene límite. Las vistas eran fantásticas: los puentes, los rascacielos y el Océano Pacífico dándonos la bienvenida a Japón.
 
© Copyright 2010 Nuria Millet Gallego

lunes, 4 de octubre de 2004

SIDNEY

 




En la bonita bahía de Sidney destacaba el edificio icónico de La Ópera, con sus blancas crestas y la cúpula central. La estructura era impresionante, de cristal con grandes cubiertas blancas que recordaban las velas de un barco. Al arquitecto, el danés Utzo, se le ocurrió la forma del edificio contemplando los gajos de una naranja. Él fue el autor del proyecto, pero antes de que finalizara lo abandonó por discrepancia y nunca quiso ver su obra. La imagen de la Ópera en la bahía era el símbolo de la ciudad. 

Visitamos el edificio que albergaba cinco teatros. Nos mostraron uno de los pequeños y luego la sala grande con la gran cúpula. Allí se ofrecían los conciertos de música clásica, con capacidad para 1400 personas. Las butacas estaban tapizadas de rojo y las paredes eran tablillas de madera color miel. 


El Puente de la Bahía era una estructura de acero con arcos con forma de percha de ropa, según describía Xavier Moret en su libro “Boomerang”, que nos acompañó en el viaje por Australia. Subimos con un tour al pilón de piedra del puente y lo recorrimos a la altura de los coches unos metros por debajo de los arcos. Disfrutamos de las vistas del skyline de rascacielos de la ciudad.





Desde la Ópera fuimos al Botanic Garden, al otro lado de la bahía. Los jardines eran preciosos y muy grandes, con árboles de todo tipo: palmeras distintas, ficus, magnolias…Muchas aves sobrevolaban o correteaban por allí: cigüeñas, gaviotas y una especie de cacatúas blancas con una cresta amarilla. Y lo que abundaba en los árboles eran los murciélagos. Se veían cientos de ellos colgados boca abajo en las ramas, envueltos en sus alas negras. Eran enormes y emitían grititos amenazadores. Los carteles advertían de que se evitara el contacto. Leímos que resultaban muy perjudiciales para los árboles. 

En una pirámide de cristal y acero, a modo de invernadero, estaban las plantas más tropicales. Salimos de los jardines por la parte del Conservatorio de Música y seguimos callejeando.





Paseamos por el centro de la ciudad, George Street fue la calle de tiendas principal original de Sídney. Se conservaban edificios antiguos, como el Parlamento, el antiguo Hospital, todavía en funcionamiento, o la Central Station. Los edificios del hospital con sus pabellones nos gustaron mucho. Entramos en la casa histórica Mint, que albergaba oficinas y tenía un patio interior. Al lado estaba la Catedral Sant Mary, gótica y de piedra rojiza. Vimos el tren elevado que llamaban Monorrail, le daba un aire futurista a la ciudad.




Desde la Torre Observatorio vimos la concentración de los rascacielos, la magnitud de la Bahía y el Océano Pacífico. Con la entrada vimos una película sobre Australia en tres dimensiones, sentados en unos asientos hidráulicos que se movían, simulando sobrevolar en helicóptero y otras situaciones. Divertido.

           

Otro día fuimos a curiosear el mercado de pescado y otros barrios: The Rocks en los muelles y el barrio chino King Cross, con muchos comercios, bares y restaurantes. El barrio de Paddington conservaba antiguas casas victorianas de dos plantas con verjas y balcones de hierro forjado formando filigranas. Las fachadas eran de tonos pastel: rosado, crema, verde. Era un barrio tranquilo. Como era sábado había un mercadillo en Paddington. Era de estilo bohemio con ropa, perfumes, tés aromáticos, miel, velas, cuadros. Sidney era una capital interesante y agradable, con mucho que ofrecer.