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sábado, 5 de octubre de 2002

MANAUS AMAZÓNICO

Empezamos el viaje por Brasil en Manaus, la capital del estado de Amazonas, rodeada por la mayor selva tropical del mundo, cerca de la confluencia del río Negro con el río Solimões. Fue fundada en torno a 1669 por los portugueses como la fortaleza São José do Rio Negro. El nombre de Manaus era homenaje a la nación de los indios manaós. La ciudad prosperó con la fiebre del caucho, a principios del s. XIX.

El edificio más emblemático era el Teatro Amazonas, la mítica Ópera de Manaos. Fue el símbolo del esplendor de la época del caucho. Se construyó a mediados del s. XIX en estilo neoclásico, pintado en color rosa y marfil. El exterior tenía columnas, escalinatas con balaustradas de mármol y una gran cúpula policromada, con mosaicos verdes y amarillos.


Visitamos el interior con mármoles italianos, hierro forjado de Escocia y la mayoría de materiales de Europa. Las butacas eran de madera oscura y terciopelo granate. La madera era de Brasil, pero la enviaron a Europa para tallarla. Todo aquel esplendor también recordaba la explotación, el enriquecimiento, lujo y despilfarro de algunos pocos en la época. En la gran sala había varias mascaras en las columnas, representando la tragedia y la comedia, con nombres de escritores históricos, como Lope de Vega, Shakespeare, Goethe, etc. 

Otro edificio bonito era la Alfándega, el edificio de Aduanas, de principios del s. XIX. Fue importado de Gran Bretaña en bloques prefabricados.

El Palacio del Río Negro era otra gran mansión colonial pintada de amarillo ocre. En su interior había un museo de numismática y una pinacoteca que curioseamos. Fue la residencia de un barón alemán enriquecido con el caucho. Intentamos ver el interior, a través de una puerta abierta en la cafetería, y llegamos hasta una gran escalinata de madera con dos estatuas, pero nos dijeron que no podía visitarse.

Las calles tenían ambiente y había plazas arboladas que ofrecían sombra. Se veían árboles tropicales como las Higueras de Indias con troncos con lianas. A la sombra de los árboles se instalaba algún peluquero. Comimos en una placita el pescado piracucú, de sabor muy salado, con arroz y suco de abacaxi (zumo de piña).



            

El Mercado de Manaos con estructura de hierro forjado igual a la del mercado de Les Halles en París. En los laterales estaba la sección de carnes y pescados  Había puestos coloridos de frutas y vendían cocos helados, que se agradecían con los 40° de temperatura. Lo que mas nos llamó la atención fueron los puestos de hierbas medicinales, que ofrecían guaraná, la bebida obtenida como extracto de una semilla, y utilizada como estimulante, vigorizante sexual y remedio para todo.




lunes, 30 de diciembre de 1996

RETRATOS Y SONRISAS BIRMANAS

En el viaje por Myanmar vimos algunas mujeres que llevaban una crema amarillo pálido en las mejillas. Encontramos una chica joven con esa crema que formaba el dibujo de una hoja, pero otras se la aplicaban de un modo menos uniforme. Leímos que lo utilizaban tanto hombres, como mujeres y niños. La crema o polvo se obtenía moliendo la corteza del árbol thanaka, mezclado con agua. Era un cosmético que ofrecía protección para los rayos solares Una pasta refrescante y aromática con olor a sándalo, que se aplicaba realizando diseños en las mejillas, y también por todo el cuerpo. También lo vimos en Mozambique.


Nos llamó la atención la placidez de la siesta de un niño, en un banco de piedra con los caracteres circulares de la escritura birmana. Siempre nos quedará la curiosidad de lo que ponía en el banco.

En la ruta por las aldeas alredor de Kalaw, encontramos mujeres transportando sus cestas con las asas en la frente yendo al mercado, y a este niño que llevaba un sombrero especial hecho con hojas. Una muestra de la creatividad  y simpatía de los birmanos.


Esta chica de larguísimo pelo la encontramos en una peluquería birmana. Las peluquerías asiáticas y africanas son mi debilidad. Como siempre, las sonrisas de la gente que encontramos en Myanmar forman parte importante del viaje.