Empezamos el viaje
por Brasil en Manaus, la capital del estado de Amazonas, rodeada
por la mayor selva tropical del mundo, cerca de la confluencia del río Negro
con el río Solimões. Fue fundada en torno a 1669 por los portugueses como la
fortaleza São José do Rio Negro. El nombre de Manaus era homenaje a la nación
de los indios manaós. La ciudad prosperó con la fiebre del caucho, a principios
del s. XIX.
El edificio más emblemático
era el Teatro Amazonas, la mítica Ópera de Manaos. Fue el símbolo del
esplendor de la época del caucho. Se construyó a mediados del s. XIX en estilo
neoclásico, pintado en color rosa y marfil. El exterior tenía columnas, escalinatas con balaustradas de mármol y una gran cúpula
policromada, con mosaicos verdes y amarillos.
Visitamos el interior con mármoles italianos, hierro forjado de Escocia y la mayoría de materiales de Europa. Las butacas eran de madera oscura y terciopelo granate. La madera era de Brasil, pero la enviaron a Europa para tallarla. Todo aquel esplendor también recordaba la explotación, el enriquecimiento, lujo y despilfarro de algunos pocos en la época. En la gran sala había varias mascaras en las columnas, representando la tragedia y la comedia, con nombres de escritores históricos, como Lope de Vega, Shakespeare, Goethe, etc.
Otro edificio bonito era la Alfándega, el edificio de Aduanas, de principios del s. XIX. Fue importado de Gran Bretaña en bloques prefabricados.
El Palacio del Río
Negro era otra gran mansión colonial pintada de amarillo ocre. En su
interior había un museo de numismática y una pinacoteca que curioseamos. Fue la
residencia de un barón alemán enriquecido con el caucho. Intentamos ver el
interior, a través de una puerta abierta en la cafetería, y llegamos hasta una
gran escalinata de madera con dos estatuas, pero nos dijeron que no podía
visitarse.
Las calles tenían ambiente y había plazas arboladas que ofrecían sombra. Se veían árboles tropicales como las Higueras de Indias con troncos con lianas. A la sombra de los árboles se instalaba algún peluquero. Comimos en una placita el pescado piracucú, de sabor muy salado, con arroz y suco de abacaxi (zumo de piña).
El Mercado de Manaos con estructura de hierro forjado igual a la del mercado de Les Halles en París. En los laterales estaba la sección de carnes y pescados Había puestos coloridos de frutas y vendían cocos helados, que se agradecían con los 40° de temperatura. Lo que mas nos llamó la atención fueron los puestos de hierbas medicinales, que ofrecían guaraná, la bebida obtenida como extracto de una semilla, y utilizada como estimulante, vigorizante sexual y remedio para todo.
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