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domingo, 10 de septiembre de 2023

SUBÓTICA, EL MODERNISMO EN SERBIA

La ciudad de Subótica era una maravilla del Modernismo en Serbia. Callejeamos admirando su arquitectura. Los edificios tenían las fachadas adornadas con estatuillas, caras, relieves de yeso y cenefas. Había una gran variedad de ornamentos.

El Raichle Palace era un precioso edificio modernista, construido por el arquitecto Ferenc Raichle, donde vivió y tuvo su estudio. La fachada era espectacular, blanca decorada con cenefas azules, relieves en piedra y balcones verdes. Un derroche de diseño y de imaginación.


En la Plaza de la República, también llamada Plaza de la Libertad, estaba el Ayuntamiento (Gadska Kuca), construido en 1908. Era un edificio monumental con arcos, torres, tejados triangulares y pintado de granate oscuro. Precioso y muy peculiar. En el interior había una interesante exposición de fotografía. 



Cerca estaba el Teatro, amarillo, con frontispicio triangular y seis enormes columnas. La Biblioteca tenía la fachada amarilla y blanca, con grandes cariátides, unos Hércules barbados con perros, sosteniendo el balcón, y unas ninfas n la parte superior.



Seguimos por la Ulica Korzo, una calle noble peatonal llena de edificios a cual más bonito arquitectónicamente. Eran de dos plantas, con arcos en la planta baja y pintados de colores granate, verde, crema, amarillo, blanco y ocre. Uno de ellos era el Palacio Vojnic, de tres plantas y fachada granate terracota. Al lado estaba el Zgrada Zlatno Jagnje (Cordero Dorado). Otros era la Casa de la Alabarda o el Hotel Adolf Halbrar.



Las calles tenían mucho encanto, con plazas arboladas, kioskos, terrazas, patios interiores, plantas, flores, estatuas y muchos detalles modernistas. En un antiguo tranvía habían instalado un acogedor café.




Luego visitamos la Sinagoga de Subótica, también de estilo modernista, de fachada blanca y roja, con tres portones de madera con adornos de hierro forjado. El interior nos sorprendió porque era una maravilla. Vidrieras de colores y bóvedas decoradas con cenefas florales y pintadas en verde, amarillo y naranja. 



En la bóveda central había una gran lámpara circular, o más bien cónica. Tenía dos plantas dispuestas en torno al altar, con dos grandes candelabros dorados de siete brazos. Parecía un teatro, con bancos verdes con números en bronce y con el nombre de sus usuarios. Era curioso porque las Sinagogas que habíamos visto con anterioridad no tenían bancos. Preguntamos a la chica de la entrada cuántos judíos quedaban en Subótica. Nos dijo que la comunidad judía era de unos 200 aproximadamente.

Fue la Sinagoga más bonita que habíamos visto nunca (y habíamos visto unas cuantas). Y por último disfrutamos de la iluminación nocturna de las calles. Subótica era una joya modernista en Serbia.






viernes, 9 de diciembre de 2022

ST. PIERRE Y EL VOLCÁN PELÉE


El pequeño pueblo de St. Pierre era tranquilo, apenas cuatro calles paralelas junto al mar, y con la silueta imponente del Monte Pelée (Monte Pelado) al final de cada calle. El Monte Pelée era un volcán semiactivo y la montaña más alta de la isla Martinica

Las guías decían que tenía el honor de ser el tercer volcán más letal del planeta, y en su última erupción el 9 de mayo de 1902 arrasó el pueblo de St. Pierre. El volcán empezó a dar señales de actividad, pero los mandatarios las desoyeron y no alertaron a los ciudadanos. Murieron sus 30.000 habitantes. Sólo sobrevivieron dos personas, uno de ellos un preso encarcelado en la pequeña prisión. Un Museo Memorial lo recordaba.



El pueblo conservaba algunos edificios coloridos de dos plantas, con contraventanas de madera pintada de color granate, verde, azul. Algunas casas tenían buhardillas. Lo más destacable era el edificio del Ayuntamiento con porches y un reloj, el mercado de frutas con estructura metálica. Vimos alguna tienda de artesanía de cerámica y algún un café con porche agradable. La playa del pueblo era estrecha con arena negra volcánica.




Visitamos las ruinas de la prisión y del antiguo Teatro del s. XVIII, que se construyó para entretener a la población y las tropas francesas. Tenía capacidad para 800 espectadores, con altas columnas y un lujoso interior diseñado por el mismo artista que decoró la Ópera de París. Quedaba poco del esplendor de lo que fue, la escalinata doble y unas pocas piedras ennegrecidas entre vegetación verde. El dolor y la destrucción formaban parte del pasado.

La playa del pueblo era estrecha con arena negra volcánica. Comimos en un agradable restaurante abierto al mar. Pescado asado con mandioca, banana y ensalada. Era inevitable sentir la presencia del volcán dormido, con su cima envuelta en una corona de nubes. Esperemos que no vuelva a despertar.





jueves, 9 de septiembre de 2021

LA ISLA HVAR

 

Desde la isla de Brac cogimos otro ferry a la isla de Hvar. Era un pueblo histórico medieval, rodeado por una muralla del s. XIII, con palacios góticos y serpenteantes calles de mármol. Sobre la colina estaba el Fuerte y se veían campanarios de iglesias entre árboles y palmeras. El Puerto de Hvar tenía forma de herradura, repleto de blancos barcos.

La Plaza Svetog Stjepana (San Esteban) era impresionante, con sus 4500m2 era una de las más grandes de Dalmacia. Allí estaba la Catedral St. Estjepan de estilo barroco-renacentista, de los s. XVI-XVII. Tenía varias terrazas ideales para descansar, comer algo y contemplar la vida en la isla.



En un lateral estaba el Arsenal, el edificio más bonito de Dalmacia, de 1611. Tenía un gran arco en la fachada del mar. Allí vimos una boda croata con numerosos y elegantes invitados. En el piso superior estaba el Teatro Renaissance, que fue el primer teatro europeo abierto a los plebeyos y aristócratas. Era muy coqueto, con 36 palcos tapizados de rojo y guirnaldas de flores pintadas en el techo. 




Al día siguiente subimos al Castillo medieval de la colina, llamado Fortica. Lo construyeron los venecianos en el s. XIII para defender a la ciudad de los turcos. Merecía la pena la subida por las vistas espectaculares del pueblo de Hvar y el Puerto en forma de herradura. En medio estaban las verdes islas Paktani y los blancos barcos surcaban el mar azul

La Fortaleza estaba restaurada y tenía grandes almenas. En una sala exhibían ánforas antiguas rescatadas de un barco naufragado Al principio quisieron dejarlas en el fondo el mar como reclamo turístico de los amantes de los pecios marinos, pero hubo saqueos y trasladaron algunas ánforas y el ancla a la fortaleza. También había viejos cañones y las prisiones subterráneas.





Vimos la fachada del Monasterio Convento Benedictino, donde vivían una comunidad de monjas que hacían encajes considerados Patrimonio Cultural Inmaterial. El Monasterio Franciscano del s. XV estaba rodeado de palmeras y cerca del mar. Atravesamos varias puertas de las murallas y callejeamos encontrando bonitos rincones con plantas, escalinatas y arcos de piedra.


                   

Por la tarde hicimos una excursión en barca a la cercana isla Jerolim, a diez minutos de Hvar. El capitán era un croata simpático de melena canosa, nos reímos con él y me dejó llevar el timón. La isla estaba deshabitada. Era donde solían escaparse los locales para bañarse y hacer nudismo. La playa era de guijarros, pequeñas piedras blancas y estaba bordeada por un extenso pinar. Se oía el canto de las cigarras muy fuerte. Nos tumbamos en una gran piedra lisa con parte de sol y sombra. Y desde allí nos dimos varios baños gloriosos en el agua verde azul transparente.


Fuimos en septiembre de 2021 y el ambiente nocturno de Hvar estaba en su apogeo, con los bares y yates iluminados, y cientos de europeos comiendo y tomando copas, con ganas de disfrutar. Después del coronavirus y sus peores etapas, daba alegría ver aquella animación.