martes, 8 de abril de 2025
EL CENTRO HISTÓRICO DE COPENHAGUE
viernes, 9 de diciembre de 2022
ST. PIERRE Y EL VOLCÁN PELÉE
El pequeño pueblo
de St. Pierre era tranquilo, apenas cuatro calles paralelas junto al
mar, y con la silueta imponente del Monte Pelée (Monte Pelado) al final de cada
calle. El Monte Pelée era un volcán semiactivo y la montaña más alta de la
isla Martinica.
Las guías decían que
tenía el honor de ser el tercer volcán más letal del planeta, y en su última
erupción el 9 de mayo de 1902 arrasó el pueblo de St. Pierre. El volcán
empezó a dar señales de actividad, pero los mandatarios las desoyeron y no
alertaron a los ciudadanos. Murieron sus 30.000 habitantes. Sólo
sobrevivieron dos personas, uno de ellos un preso encarcelado en la pequeña
prisión. Un Museo Memorial lo recordaba.
El pueblo
conservaba algunos edificios coloridos de dos plantas, con contraventanas
de madera pintada de color granate, verde, azul. Algunas casas tenían buhardillas. Lo más destacable era el edificio del Ayuntamiento con porches y
un reloj, el mercado de frutas con estructura metálica. Vimos alguna tienda de
artesanía de cerámica y algún un café con porche agradable. La playa del pueblo
era estrecha con arena negra volcánica.
Visitamos las
ruinas de la prisión y del antiguo Teatro del s. XVIII, que se construyó
para entretener a la población y las tropas francesas. Tenía capacidad para 800
espectadores, con altas columnas y un lujoso interior diseñado por el mismo
artista que decoró la Ópera de París. Quedaba poco del esplendor de lo que fue, la escalinata
doble y unas pocas piedras ennegrecidas entre vegetación verde. El dolor y la destrucción formaban parte del pasado.
La playa del
pueblo era estrecha con arena negra volcánica. Comimos en un agradable
restaurante abierto al mar. Pescado asado con mandioca, banana y ensalada. Era
inevitable sentir la presencia del volcán dormido, con su cima envuelta en una
corona de nubes. Esperemos que no vuelva a despertar.
martes, 16 de septiembre de 2014
CESIS Y SU CASTILLO
Cesis era una tranquila población de Letonia, rodeada de bosques en el valle del Gauja. El ambiente era muy rural, con bonitas casas decimonónicas de piedra y madera, con buhardillas, chimeneas y nieve en los tejados rojos.
En el pueblo destacaba el Castillo de Cesis (en letón), o Castillo de Wenden (en alemán), una fortaleza medieval de madera, amurallada con muros de piedra. Se conservaban dos torreones. Lo construyeron en el s. XIII los cruzados alemanes livonios conocidos como los Hermanos Livonios de la Espada. Pero durante la Guerra Livona en el s. XVI lo destruyeron para que no cayera en manos de Iván el Terrible, derrotado en la batalla de Wenden. Luego pasó a manos de la Orden Teutónica y sufrió numerosas vicisitudes y etapas históricas.
En él se encontraron restos arqueológicos que se exhibían en el Museo Nacional de Historia de Letonia. Habían restaurado parte del recinto y el resto estaba en ruinas. Resultaba un poco fantasmagórico
Visitamos el
pueblo un día frío y con nieve. La Iglesia Ortodoxa de St John’s, con cúpulas de cebolla azules, rematadas por cruces doradas y fachada azul, estaba junto a un lago helado. Los patos paseaban
sobre la superficie de hielo del lago.