viernes, 22 de agosto de 2014

EL CASTILLO DE TRAKAI

Desde Vilnius cogimos un autobús hasta Trakai, conocida por su castillo. El Castillo de Trakai estaba en una isla en el lago Galvė. Era de piedra y ladrillo rojo, amurallado y con cuatro torreones con capuchones rojos. En el lago navegaban barcos de vela blanca. 

Su construcción se inició en el s. XIV por Kęstutis, Gran Duque de Lituania, y finalizó en el s. XV. La ciudad fue uno de los principales centros del Gran Ducado de Lituania y el castillo tuvo gran importancia estratégica. 

Cruzamos el puente de madera sobre el lago y entramos en el recinto del castillo, con un gran patio. Subimos y bajamos por pasarelas y escalinatas, recorrimos galerías y torreones, y vimos las exposiciones de sus salones. 

 
Exponían armaduras, pipas, monedas, cristalería, joyería, abanicos, parasoles y otros objetos usados por las damas lituanas del barroco. Las pipas fueron lo más curioso, porque algunas estaban dentro de estuches y con figuras talladas en hueso o marfil. También se exhibía mobiliario, armas y trajes tradicionales. Una visita muy completa, Historia y arte entre los muros del castillo



Durante todo el día lució un sol espléndido. Al salir paseamos por las orillas del río, viendo el Castillo desde diferentes ángulos y perspectivas, y buscamos su reflejo en el agua.

La pequeña ciudad de Trakai estaba construida sobre el agua y rodeada de lagos y bosques. Formaba parte del territorio del Parque Histórico Nacional Trakai, y en ella se celebraban festivales y conciertos en verano. En sus tranquilas calles tenía varias cabañas de madera tradicionales pintadas de colores amarillo, verde o blanco. Nos alojamos en una acogedora casa amarilla con tejadillo y chimenea.



miércoles, 20 de agosto de 2014

KAUNAS Y SUS DEMONIOS



 

Kaunas era una ciudad de Lituania a orillas del río Niemen, que conservaba un bonito casco antiguo de calles adoquinadas, con algunos edificios art deco y puntiagudos campanarios sobresaliendo entre los tejadillos de las casas. Callejeamos por su calle principal, la Vilnius gatué, llena de café y restaurante con ambiente. Lucía el sol y la temperatura era agradable. 




En la plaza vimos la Iglesia de San Francisco Javier, del s. XVII, de fachada blanca, con dos torres gemelas. Cerca estaba el Palacio de Bodas donde se celebraban los enlaces de las parejas lituanas. Otro edificio original y destacado era la Casa Perkunas, de estilo gótico y ladrillo rojo. Fue construida por comerciantes hanseáticos en el s. XV y vendida posteriormente a los jesuitas, luego sirvió de escuela y teatro. Perkunas era el dios lituano del trueno.



 

La ciudad fue anexionada por el imperio ruso y con la declaración de independencia de Lituania en 1918, se convirtió temporalmente en la capital del país. Cruzamos el río Niemen y sumimos al funicular de Aleksoto, como un tren cremallera, un trayecto muy corto. Desde la cima de la colina había buenas vistas de la ciudad, con el Castillo de Kaunas, con torreones puntiagudos rojos. Paseamos por un gran parque con familias con niños, donde se juntaban los ríos Niemen y Neris.

 



Compramos tentaciones en una chocolatería y descansamos en una terracita de la plaza, al sol del atardecer. Cenamos comida tradicional, en una acogedora taberna rústica lituana: guiso de carne con judías pintas y patatas rellenas de carne.

Al día siguiente vimos la Sinagoga y el Museo de los Demonios. Era una colección de más de 2000 estatuillas de demonios de distintas procedencias: Rusia, Bulgaria, Ucrania y otros países del este, India, Japón, Indonesia y otros países asiáticos. Algunos demonios estaban en situaciones escatológicas, como uno sentado en el lavabo. Una curiosidad. Nos gustó más la exposición de la vivienda del coleccionista, que también fue pintor paisajista. Tras disfrutar la ciudad cogimos un tren hasta Vilnius, la capital lituana.

               


sábado, 16 de agosto de 2014

TARTU

 

Tartu era una ciudad universitaria de Estonia, una especie de Oxford o Cambridge, con mucha población estudiantil. También era conocida por ser la cuna del resurgimiento nacionalista estonio del s. XIX, y evitó en parte la sovietización. 

La Plaza del Ayuntamiento (Raekoja Plats) era el corazón de la ciudad antigua. Alrededor tenía edificios nobles de piedra de color crema, con chimeneas y casas de madera en las calles adyacentes. Las terrazas de los bares y restaurantes estaban llenas, con mucho ambiente. En el centro de la plaza había una fuente con una estatua con dos jóvenes besándose.


Callejeamos y emprendimos la ruta de los museos. Primero fuimos a la Universidad, de fachada con columnas y frontispicio. Vimos el Hall o Aula Magna y la celda de castigo, donde aislaban a los estudiantes que cometían infracciones como tardar en devolver un libro a la Biblioteca, ofender a una mujer, participar en alguna revuelta o huelga o la peor infracción, participar en un duelo. La celda era grande y estaba ubicada en la buhardilla. Tenía una cama y habían conservado en la pared algunos grafitis y dibujos originales. La celda se usó durante el s. XIX. Una curiosidad.



Luego fuimos al Museo del Juguete. Una maravilla y la mayor colección de juguetes que habíamos visto nunca. Había muñecas de todo tipo y condición catalogadas por países, una muestra de todo el mundo: de trapo, de porcelana, de cáñamo, japonesas, africanas, rusas, sudamericanas, australianas, etc. 

Había juguetes de madera como tirachinas y metálicos, como coches, aviones, submarinos, globos aerostáticos. Había maquetas de trenes eléctricos funcionando y metiéndose por túneles. Puzzles, cochecitos, cunas, balancines, teléfonos, juegos de mesas, marionetas…Lo que más nos gustó fueron las casas de muñecas, que reproducían cada detalle del interior de las habitaciones, con sus objetos y mobiliario. 





El tercer museo fue el Hogar del Ciudadano. Era una vieja casa de madera restaurada, con muebles de época con los que era fácil imaginar la vida burguesa en la década de 1830. Me gustó especialmente el dormitorio, con una estrecha cama de alto colchón, jofaina para lavarse, biombo y escritorio, y la cocina con sus cacharros y sus fogones. 

Por las calles habían colocado estatuas de bronce, como la de los escritores Oscar Wilde y Eduard Vilde conversando. Hubiera sido interesante escucharlos.

Nos quedamos con ganas de visitar el Museo de las celdas de la KGB, pero al ser sábado cerraba antes y no tuvimos tiempo. De todos modos, el Museo de la KGB de Vilnius era inolvidable.


Fuimos a la colina Toome, cubierta de parques y donde estaban las ruinas de la Catedral de Tartu, construida por los caballeros teutónicos en el s. XIII, reconstruida en el s. XV, saqueada durante la Reforma en 1525, utilizada como granero y parcialmente reconstruida en el s. XIX. Era de ladrillo rojo y estaba bastante destruida, con los arcos desnudos. Solo una parte servía de Museo de Historia Universitario. 

Subimos a la torre para contemplar las vistas de Tartu, asomaban las agujas de algunas iglesias, pero las copas de los árboles la tapaban bastante. Al fondo vimos la Torre Caracol, un edificio original con ventanucos, que recordaba un poco a la Torre de Babel.





Recorrimos el Paseo Fluvial, paralelo al río Emajõgi, y bastante animado por un Festival. Había un concurso de pescadores y se veían hombre y niños participando con sus cañas y sus cebos de gusanos junto a la orilla. Había puestos de quesos y embutidos ahumados, de algodón de azúcar y rosquillas, y de pompas gigantes de jabón. Una ciudad atractiva, llena de vida.