La carretera que
llevaba de Dubrovnik a Kotor era panorámica, entre las montañas y el mar
Adriático. La entrada en la Bahía de Kotor fue espectacular. Era enorme,
las laderas de las montañas caían al mar, y las casas se esparcían en las orillas.
Kotor era la capital de Montenegro. Entramos al casco antiguo por un puente sobre un foso de aguas verdes, lleno de peces. Después de instalarnos callejeamos, pasando por plazas con encanto, bonitos rincones con arcos adosados a las murallas y grandes baluartes.
Visitamos la Catedral
de San Trifon, obra maestra del románico. El interior era ortodoxo con
iconos y lámparas de plata o incensarios colgantes. Entramos en algunas otras
iglesias, con estatuas de mármol.
Vimos varios Palacios del s. XVIII, como el Palacio de la familia Pima o el Palacio Grubonja, donde estaba ubicado el Museo Marítimo. Cerca estaba la Torre del Reloj.
La ciudad era conocida por su numerosa población de gatos, los gatos campaban a sus anchas y dormitaban en cualquier rincón, mientras la gente les hacía fotos. Había incluso un museo de los gatos. Las tiendas ofrecían artesanía de gatos de cerámica en colores.
Al atardecer subimos a la Fortaleza de Kotor. Fue una subida épica, eran 1200m de ascensión con 1330 escalones de piedra bordeando la muralla. Las vistas eran magníficas, el pequeño casco antiguo se veía como un triángulo de tejados rojos, rodeados de murallas. Extramuros la ciudad nueva y la gran bahía. Precioso, parecía una maqueta.