Los taxi-brousse
no llegaban hasta el lago, así que negociamos el trayecto con un taxista desde
Antsirave. La pista que llevaba al lago estaba en mal estado y fimos bastante
lentos. Pero el paisaje compensó. Eran todo colinas con terrazas escalonadas
de arroz, y campos de espigas de trigo crecido. Era la zona de Madagascar en
la que vimos más cultivos. Antes de llegar una barrera nos cerró el paso; había
que pagar entrada. Bajamos y fuimos
caminando, acompañados de varios niños que vendían piedras semipreciosas de la
zona.
El Lago
Tritriva resultó impresionante. Con sus aguas verdosas y su entorno de
abetos parecía un paisaje canadiense más que africano. Quedaba encajado entre
paredes de roca que lo rodeaban. Era una plácida bañera entre los altos
árboles. Hicimos fotos desde diferentes ángulos y en una de ellas nos dimos
cuenta de que el lago tenía la forma del mapa de África. Una curiosidad.
Decían que era muy profundo y tenía una leyenda parecida a la de Romeo y Julieta, que dos amantes se suicidaron en él por su amor imposible. Nosotros no nos bañamos, pero sí lo rodeamos con calma, contemplando sus tranquilas y verdes aguas, y las paredes escarpadas.
En la misma
carretera estaba el pueblo de Betafo, conocido por sus baños termales.
Eran varias habitaciones individuales con una pequeña bañera de piedra natural,
de la que manaban chorros de agua caliente. Cuando querían detener el chorro,
colocaban una madera en el caño. La chica que me dio el masaje trajo un cubo
con un cacito y me iba mojando a medida que masajeaba. Primero cervicales y
espalda, después brazos y piernas. Apretaba los músculos con un vigor diría que
excesivo. Duró poco, pero fue agradable.
Al salir curioseamos por el pueblo, viendo su iglesia y las fachadas de las casas con balcones de madera. Era día de mercado y había mucho ambiente. Vendían sombreros de rafia, decenas de sombreros extendidos por el suelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario