Mostrando entradas con la etiqueta cultivos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta cultivos. Mostrar todas las entradas

sábado, 4 de noviembre de 2023

SAO ANTAO, VALLE DE PAUL


El plan del segundo día en Sao Antao era hacer senderismo desde el Cráter de Cova a Paul, otra ruta de 16km. Era una ruta panorámica atravesando montañas verdes y terrazas escalonadas con cultivos.

Paramos en varios miradores y en el Paso Delgadinho, la carretera que dividía la Ribeira Grande de la Ribeira Torre. Los picos rocosos abundaban, con paisajes de gran belleza.

En el Cráter de Cova empezaba el sendero. Era un camino empedrado descendente en zigzag hacia el Valle de Paul. Al principio nos envolvió una densa niebla, pero luego se disipó.

El Valle de Paul era un mosaico de cultivos. Había plantaciones de caña de azúcar con plumeros en la parte superior, mangos, mandioca, plataneros, papayas, aguacates...era un auténtico vergel, regado por numerosos arroyuelos. Allí no faltaba el agua, como en otras islas de Cabo Verde.
Las casas tradicionales de los agricultores tenían tejadillos de cañizo, sujeto con tiras. Nos cruzamos con aldeanos cargando sus fardos a la espalda o en la cabeza. Nos saludaban con un "Bom dia" y estaban dispuestos a charlar. Comimos pescado con patatas en un pueblo del camino.
Pasamos por el pequeño Cidade das Pombas, y llegamos al pueblo de Paul, junto al mar. Fue una caminsta preciosa.


Otro pequeña aldea en un entorno precioso fue Xoxo  salpicada con picos rocosos puntiagudos y con unas cascadas. Todos los paisajes de Sao Antao eran de gran belleza.


martes, 17 de octubre de 2000

EL LAGO TRITRIVA Y LAS TERMAS


Los taxi-brousse no llegaban hasta el lago, así que negociamos el trayecto con un taxista desde Antsirave. La pista que llevaba al lago estaba en mal estado y fimos bastante lentos. Pero el paisaje compensó. Eran todo colinas con terrazas escalonadas de arroz, y campos de espigas de trigo crecido. Era la zona de Madagascar en la que vimos más cultivos. Antes de llegar una barrera nos cerró el paso; había que pagar entrada.  Bajamos y fuimos caminando, acompañados de varios niños que vendían piedras semipreciosas de la zona.



El Lago Tritriva resultó impresionante. Con sus aguas verdosas y su entorno de abetos parecía un paisaje canadiense más que africano. Quedaba encajado entre paredes de roca que lo rodeaban. Era una plácida bañera entre los altos árboles. Hicimos fotos desde diferentes ángulos y en una de ellas nos dimos cuenta de que el lago tenía la forma del mapa de África. Una curiosidad.


Decían que era muy profundo y tenía una leyenda parecida a la de Romeo y Julieta, que dos amantes se suicidaron en él por su amor imposible. Nosotros no nos bañamos, pero sí lo rodeamos con calma, contemplando sus tranquilas y verdes aguas, y las paredes escarpadas. 


En la misma carretera estaba el pueblo de Betafo, conocido por sus baños termales. Eran varias habitaciones individuales con una pequeña bañera de piedra natural, de la que manaban chorros de agua caliente. Cuando querían detener el chorro, colocaban una madera en el caño. La chica que me dio el masaje trajo un cubo con un cacito y me iba mojando a medida que masajeaba. Primero cervicales y espalda, después brazos y piernas. Apretaba los músculos con un vigor diría que excesivo. Duró poco, pero fue agradable.

Al salir curioseamos por el pueblo, viendo su iglesia y las fachadas de las casas con balcones de madera. Era día de mercado y había mucho ambiente. Vendían sombreros de rafia, decenas de sombreros extendidos por el suelo.





lunes, 12 de octubre de 1998

EL CAÑÓN Y LOS POBLADOS ETÍOPES

 

Siguiendo la ruta sur de Etiopía visitamos la región de Konso y sus poblados, considerada Patrimonio de la Humanidad. En ella encontramos cultivos de café, Etiopía era un productor y exportador de café de excelente calidad. También cultivos de maíz, girasoles y algodón con campos de copos blancos, y nidos grandes colgando de los árboles. También vimos cestas que colocaban en las ramas los aldeanos para que las abejas usaran como colmenas, y poder recoger la miel.

Fuimos a visitar el poblado de Mecheke, el más bonito que vimos en Etiopía. Estaba en la montaña, en una zona con muchos cultivos en terrazas escalonadas. Las chozas estaban cercadas con vallas hechas con ramas y troncos de árboles, para proteger al ganado de las hienas, y con muros de piedras apiladas. El ganado estaba en la parte baja de las casas, aunque los bueyes, cabras y gallinas campaban a sus anchas. Cántaros de cerámica decoraban la parte superior de los techos de las chozas. 




Vimos mujeres amamantando a sus hijos, lavando y cocinando al aire libre; hombres hilando el algodón con husos y ruecas, y ancianos fumando tabaco. Otros jugaban al juego africano awale, colocando semillas en un tablero con oquedades. Nos enseñaron la Casa de la Comunidad, donde se discutían los asuntos del pueblo.




Junto a unas tumbas representaban al fallecido y sus esposas con tótems de madera llamados waka, en posición vertical. Las tribus de la zona del río Omo también usaban aquellos tótems. Eran de religión animista. La vida parecía seguir igual que hacía siglos en aquel poblado.







Cerca había un cañón de pareces rojizas, llamado Ghesergiyo. La tierra roja intensificaba su color cuando brillaba el sol. Eran formaciones picudas, como pináculos estratificados, modelados por la erosión de las lluvias y el viento. Un paisaje mágico y especial que no esperábamos encontrar allí.