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domingo, 14 de enero de 2018

LOS WADIS OMANÍS



Viajando por Omán tuvimos oportunidad de recorrer y disfrutar varios wadis. Los wadis eran valles abiertos por los cauces de los ríos, donde crecían palmeras y otros árboles que formaban verdes oasis a los pies de las áridas montañas rocosas. Los omaníes habían construido un sistema de canales de irrigación que llamaban Falaj. En aquellos oasis se cultivaban hortalizas y frutos, en especial dátiles.


A unas tres horas de trayecto desde Mascate, paramos en el Sink Hole, en un pequeño oasis con palmeras. Era una poza circular de piedra caliza con agua verde turquesa transparente. Su nombre significaba “agujero profundo”. Medía unos 40 metros de diámetro, por 20 metros de profundidad. Se accedía a él bajando por unas escaleras. El agua era salada por su proximidad al mar de Arabia. Realmente bonito.





El Wadi Shab significaba “garganta entre desfiladeros”, en lengua árabe. Una barca nos cruzó hasta la otra orilla donde empezaba el camino. El sendero seguía los canales de riego o acequias y se adentraba en el cañón de altas paredes de piedra rocosa, bordeado por palmeras. El paisaje era precioso y brillaba el sol tiñendo de dorado las rocas. La llegada al final del wadi fue espectacular. Había varias pozas o piscinas naturales de aguas azul turquesa, que comunicaban entre sí. El agua estaba deliciosa y el entorno era una maravilla natural: un verdadero cañón de paredes rocosas cruzado por el cauce de aguas verde azuladas. Tras el baño hicimos picnic allí mismo con nuestras provisiones.



Al día siguiente fuimos en todoterreno al Wadi Tiwi. Su nombre significaba el “wadi de los nueve pueblos”. Los pueblos eran manchas de casas blancas entre oasis de palmeras. El gobierno pagaba vehículos con conductor para que llevara a los niños del pueblo al colegio, que estaba en el pueblo principal. El recorrido completo eran 16km. Caminamos entre los canales y palmeras. Había huertos y limoneros, y el ambiente era menos caluroso con la sombra que ofrecía el oasis. Llegamos a una zona rocosa donde se escuchaba el rumos del agua. Tuvimos que bajar entre las rocas, algunas estaban muy resbaladizas y nos obligaban a agacharnos y agarrarnos a cualquier saliente. Finalmente llegamos abajo, donde caía una cascada que formaba una laguna a sus pies. El paisaje, con las paredes rocosas del cañón recortándose contra el cielo azul, y el baño fueron la recompensa.






El tercer día, de camino al desierto, visitamos el Wadi Bani Khalid. Se entraba por un palmeral entre paredes de roca y de pronto aparecía una gran piscina natural al nivel del suelo. El agua era verde transparente. Nos bañamos en seguida y unos pequeños peces vinieron a mordisquearnos los pies y las piernas. La gran piscina comunicaba con otras pozas sucesivas y se podía ir nadando. Cuando te cansabas te podía agarrar a los salientes de la roca. Cada wadi era diferente y tenía su encanto.Un verdadero paraíso, una maravilla de la naturaleza.


© Copyright 2018 Nuria Millet Gallego

lunes, 1 de septiembre de 1997

TERRAZAS DE ARROZ DE BANUE, BATAD Y LOS IFUGAO

Llegamos en jeepney a Banaue desde Lagawe. Nos alojamos en el Green View Hotel, con vistas de las terrazas de arroz escalonadas. Se las consideraba “la Octava Maravilla del Mundo”. El arroz era un cultivo ancestral del pueblo Ifugao y de Filipinas. Nuestra habitación tenía un pequeño balcón de cara al verde valles de arrozales, cruzado por un río de aguas fangosas. 


No se consideraban Patrimonio de la Humanidad por las estructuras modernas, pero el paisaje lo merecía. Fuimos en motocarro al View Point, en la cima de la montaña, con magníficas vistas. Los arrozales estaban verdes en su mayoría, y algunos inundados de agua. Leímos que hasta el mes de agosto se cosechaba, y de septiembre a diciembre se preparaban los campos para la próxima cosecha. 

Allí vimos varias mujeres y hombres Ifugao. Eran bastante ancianos, muy arrugaditos, y llevaban la indumentaria típica: tocados con plumas en la cabeza y chaquetilla y sarong con cenefas, predominando los tonos rojos. Algunos tenían la dentadura roja de mascar nuez de betel, y a todos les faltaban dientes, y mostraban su sonrisa mellada. Un anciano fumaba una pipa.



       

Hicimos una caminata a través de las terrazas, pasando por alguna aldea Ifugao. Fuimos por estrechos senderos entre los arrozales, encontrando algún campesino que trabajaba sus campos. Vimos algún búfalo comiendo tranquilo, hundiendo sus patas en el agua. Algunas terrazas tenían los tallos verdes crecidos, y otras estaban inundadas de agua, y rodeadas por pequeños muros o diques de piedra.

Los arroyuelos que caían de la cima de la montaña alimentaban el sistema de regadío por canales. A veces formaban pequeños saltos de agua. Pasamos por las cataratas de la Guihon Natural Pool, que formaba como su nombre indica, una piscina natural. Todo aquel valle parecía una maqueta hecha con primor, salpicado por algunas casas.

 
           

Otro día fuimos a Batad, el pueblo más bonito y mejor conservado que vimos en el norte de Luzón. Primero cogimos un triciclo o motocarro por una pista embarrada, llena de socavones y pedruscos. Nos dejó en el desvío y caminamos una hora y media hasta divisar el pueblo en el valle y otra media hora en llegar abajo. Ningún vehículo podía llegar hasta allí. Las dos horas que nos dijeron que se tardaba en la oficina de Turismo.

          


Batad era una aldea en un valle de terrazas de arroz escalonadas. Una pequeña gran maravilla. Se distinguían los tejadillos cónicos de cáñamo entre palmeras, plataneros y terrazas de arroz. El pueblo estaba emplazado en medio de la ladera de arrozales y tenía el río a sus pies. Apenas se veía uralita, porque los del pueblo eran reacios a utilizarla. Solo la iglesia estaba hecha de hojalata.



Vimos pequeñas cabañas de madera, con cráneos de búfalos con sus grandes cuernos en el exterior. En las casas las mujeres lavaban la ropa y la extendían al sol. Ponían los manojos de arroz en esteras para secar al sol, y colgaban las mazorcas de maíz. Gallinas y algún cerdo salvaje corrían por allí. Una aldea tradicional filipina, de ambiente muy relajado. 

             











Viaje y fotos realizados en 1997