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jueves, 23 de noviembre de 2023

NADANDO ENTRE TORTUGAS EN CABO VERDE


En  la Isla Sao Vicente nos esperaba otra sorpresa del viaje. En la playa de Sao Pedro, cerca de Mindelo, tuvimos la oportunidad de ver y nadar entre tortugas. Contratamos una excursión con Dilson. Le preguntamos si era temporada para verlas y dijo que estaban todo el año. Éramos un poco escépticos, pero Dilson tenia razón y superó todas nuestras expectativas.

La barca de unos pescadores nos llevó hasta unas boyas, no muy alejadas de la costa. Las vimos nadando en la superficie. El barquero les tiró pescado troceado y aparecieron un grupo de cinco o seis tortugas grandes nadando junto a la barca.



Nos colocamos la máscara y tubo y nos sumergimos. Fue increíble. Las tortugas nadaban a nuestro alrededor muy cerca, sin temernos, y a veces nos rozaban.

Los caparazones eran marrón dorado y tenían la piel de cabeza y aletas con un dibujo reticulado. La cabeza era pequeña comparada con el caparazón. Nos dijeron que no tocáramos la cabeza para evitar mordiscos. Ellas nos rozaban con las aletas, como jugando con nosotros. 


Dilson nos prestó una funda impermeable para el movil, y pudimos hacer fotos y vídeo, aunque la pantalla no me obedecía del todo, tal vez entró aire. 

Se acercaban y alejaban con su movimiento de aletas ondulante, nadando entre otros peces rayados, con el fondo azul del mar. En el silencio submarino nos parecía oir los sonidos de su deslizamiento. Al fondo vimos una manta raya. Fue una gran experiencia viajera, la disfrutamos mucho. 





Por la tarde visitamos el Faro de playa Sao Pedro y hablamos con el farero, que llevaba siete años trabajando allí. Nos dejó subir por la escalera de caracol y desde allí contemplamos la puesta de sol. 



martes, 2 de diciembre de 2014

UNA NOCHE EN RÍO SAN JUAN


 


Partimos desde el muelle de El Castillo, contemplando los palafitos. Armados con una potente linterna recorrimos un tramo del río San Juan, ya en plena oscuridad. De vez en cuando el barquero disminuía la velocidad o paraba, y enfocaba las orillas con el haz de luz, buscando entre la maleza. Sólo veíamos un muro vegetal verde, y escuchábamos el silencio de la jungla, sin atrevernos a interrumpirlo.
 
De repente, el barquero metió la mano en el agua, se oyó un chapoteo, y apareció un pequeño caimán. Medía unos dos palmos. Debía tener un año; los caimanes podían vivir más de cincuenta años. Vimos sus diminutos y afilados dientes, y tocamos sus duras escamas. El ojo verde, con pupila alargada, tenía una membrana doble; era como una persiana que le protegía del exterior. Quisimos observarlo de cerca y tocar su piel fría y resbaladiza, y después de unos minutos lo devolvimos al agua.
Animados seguimos el recorrido nocturno. El siguiente hallazgo fue una tortuga de unos veinte centímetros. La subimos a la barca y estuvimos observando como sacaba su largo cuello del caparazón, sus patas y sus afiladas uñas. La parte inferior era como un cartílago duro amarillento. La devolvimos al agua y desapareció en segundos.






El último encuentro fue con un Basilisco de color verde intenso. Era una especie de camaleón con cresta y larga cola, un dragón en miniatura. El basilisco era el único lagarto que podía caminar sobre el agua. Parecía un animal prehistórico. Su color verde era muy brillante, con pequeñas manchas de otros tonos verdosos. Tal vez en venganza por haberle interrumpido su rutina, mordió la mano del barquero, un aviso para los visitantes curiosos. Lo dejamos sobre un tronco de árbol próximo a la orilla.

 
En la oscuridad de la noche brillaba el firmamento y se distinguían con nitidez las constelaciones. Orión entre ellas. Y en las aguas del río San Juan la vida animal seguía su curso, y se reflejaban todas las estrellas.
 
© Copyright 2014 Nuria Millet Gallego