lunes, 24 de mayo de 2004

COBH Y SU PUERTO

 


Cobh era un pueblecito pintoresco junto al Atlántico. Era el puerto de la ciudad de Cork y su conexión con el mar. Era la única terminal de cruceros de Irlanda. Tenía fama por ser la última escala del Titanic en 1912, antes de su naufragio. Y dos millones y medio de emigrantes irlandeses se habían embarcado allí entre 1848 y 1950 hacia el Nuevo Mundo. Entre ellos Frank Mc Court, el escritor de "Las cenizas de Ángela", libro que nos impresionó por la cruda descripción de la pobreza irlandesa de la época. 

El pueblo era bonito con sus casas de colores, de dos o tres pisos, con tejados inclinados de pizarra negra, buhardillas y chimeneas.


Lo más destacado del pueblo era la Catedral de San Colman de estilo gótico francés, construida entre 1868 y 1915 con dinero local y enviado por comunidades irlandesas de Australia y EE.UU. Tenía el mayor carillón del país, con 47 campanas, la mayor de las cuales pesaba 3.440 kg. Las oímos tocar.


En la calle frente a la iglesia había una larga hilera de coloridas casas descendente hacia el mar  Los comercios tenían fachadas de madera con cristaleras. En la antigua Estación de Tren habían establecido el Cobh Heritage Centre, donde podía tomarse un café bajo una claraboya y ver una exposición de fotos en blanco y negro sobre la masiva emigración.




viernes, 21 de mayo de 2004

ACANTILADOS DE MOHER Y DOOLIN



El sendero cubierto de hierba bordeaba la costa atlántica. Los Acantilados de Moher se elevaban con paredes de 120m de altura sobre el mar. en el punto llamado Hag's Head (Cabeza de Bruja) que alcanzaban una altura de 214m. Se extendían a lo largo de 8km. Había algún peñasco rocoso aislado en el mar y otras rocas formaban puentes naturales por la erosión de las olas. Era un Geoparque declarado Patrimonio de la Humanidad.




Paseamos durante tres horas, nos tumbamos en la hierba y vimos las paredes verticales desde todas las perspectivas. Las flores amarillas crecían en la hierba y aves blancas sobrevolaban la zona. El mar estaba tranquilo, pero se veía la blanca espuma rompiendo contra la pared rocosa. En el extremo norte estaba la Torre O'Brien. Desde lo alto se podían ver las islas de Aran, la bahía de Galway y las montañas Maumturk al fondo. Un paisaje espectacular.





También vimos los Acantilados de Loop Head, con sus paredes verticales impresionantes. Pasó un barco y se veía diminuto, nos asomamos al borde del precipicio. Había un faro, más adentrado en tierra.  Paseamos en total soledad, escuchando el canto de las gaviotas.




Nos alojamos en el pequeño pueblo Doolin. Las casas pintadas de colores estaban dispersas junto a la carretera. El rincón más bonito era un grupo de casas bajas con tejados inclinados, junto al puente que cruzaba el río Aile. Allí todavía se podía escuchar el gaélico y se veían carteles con ese idioma.

Tenía fama de tener algunos de los mejores pubs musicales de Irlanda. Tenían mucho ambiente. En el MacDermott's escuchamos un cuarteto de jóvenes músicos, formado por una gaita, un violín, guitarra y tambor. El gaitero desmontó los pistones de su gaita y los limpió con una escobilla. En otro momento sacó un pequeño laúd. Tocaron y animaron el ambiente del pub. Todos los espectadores aplaudimos entusiasmados su actuación.



jueves, 20 de mayo de 2004

DUBLIN Y SUS ENCANTOS

 


El bus nos dejó en el centro de Dublín, en el puente O'Connell sobre el río Liffey. El nombre de Liffey derivaba del irlandés antiguo y significaba "río de la vida". Atravesaba la ciudad, dividiéndola entre la zona norte y sur, y discurría a lo largo de 125 km. Varios puentes lo cruzaban como el Ha'penny o el Puente de los Siete Arcos.

Empezamos a callejear La mayoría de las casas eran de dos o tres plantas, con comercios con portones de madera pintada de colores en los bajos. La calle Grafton peatonal, tenía muchas tiendas de ropa de lujo. Otros comercios vendían joyas con motivos celtas y las ricas galletas irlandesas. Vimos la Catedral de San Patrick de torres góticas puntiagudas y la Iglesia de Cristo, entre otras.

En Merrion Square vimos los antiguos edificios georgianos de ladrillo rojo. Destacaban sus puertas de colores vivos con adornos de bronce dorado y un semicírculo en la parte superior. Alrededor había jardines y era una zona tranquila, sin apenas coches. Algunas de las casas eran Colleges, como la antigua casa de Oscar Wilde. En los jardines vimos la estatua del escritor tumbado sobre una roca, contemplando la vida de los dublineses con expresión irónica.







Visitamos el Trinity College, la primera universidad irlandesa, fundada en 1952. Hasta 1973 fue completamente protestante, y en la actualidad tenía mayoría de alumnos católicos. Como curiosidad la primera mujer fue admitida en 1903, antes que muchas universidades británicas. 

En la entrada nos mezclamos estudiantes y turistas. Lo primero que vimos fue una gran plaza dominada por el Campanille, un torreón blanco de 30m de altura, rematado por una cúpula, con un arco de entrada. Alrededor edificios de ladrillo gris, la residencia de estudiantes y la Biblioteca. 


La Biblioteca guarda más de tres millones de volúmenes repartidos en ocho edificios. El edificio más antiguo, del s. XVIII tenía la sala principal, la Long Room, con 65m de largo y con 200.000 libros de los más antiguos. En los laterales, bustos de mármol de escritores como Shakespeare, Homero o Cicerón, y filósofos griegos como Platón o Sócrates. También albergaba el arpa más antigua de Irlanda, del s. XV, hecha de roble y sauces, con cuerdas de bronce. Era emblema de una sociedad barda temprana que aparecía en las monedas irlandesas.

El famoso Libro de Kells era un manuscrito de lujo, escrito y adornado exquisitamente, para ser utilizado en el ejercicio del cuto. Contenía los cuatro Evangelios del Nuevos Testamento escritos en latín. Probablemente fue creado por los monjes a principios del s. IX. Sobrevivió al saqueo de los vikingos, y en el s. XVII el manuscrito fue enviado a Dublín.





Otro día visitamos la Guiness Factory en un edificio industrial de ladrillo oscuro. El templo de la cerveza, la madre de todas las industrias. Con las entradas y las pintas aportamos nuestra contribución a la fortuna de Mr. Guiness. De la exposición nos gustaron los vídeos sobre como se elaboraban artesanalmente los toneles de madera y el transporte en barcos ilustrado con maquetas de cargueros y fotos antiguas. Como curiosidad, los vídeos se veían en pantallas circulares sobre los toneles.

El interior del edificio era una estructura abierta de metal y vidrio, con escaleras mecánicas que se entrecruzaban y ascensores de paredes transparentes. Todo permitía contemplar el hormiguero de gente que peregrinaba a la casa de Mr. Guiness. La visita acababa en un mirador circular con vistas  de Dublín. Allí podías degustar una pinta de la bebida de cebada tostada.


Las cafeterías eran acogedoras y tenían encanto, con vidrieras modernistas y decoraciones originales. Apetecía quedarse en aquellos lugares para conversar, leer un libro o dejar pasar el tiempo. Pero la ciudad de Dublín tenía muchos otros atractivos para ver.




El icónico Temple Bar con la entrada de madera roja debía ser la esquina más fotografiada. Hicimos la ruta de los pubs y entramos a curiosear en todos los que pudimos: el Olivier, el Bruxelles, The Long Hall, O'Donoguel. el Porter House o el pub David Baynes, que se mencionaba en el Ulises de James Joyce. 

Había mucho ambiente nocturno, con grupos de gente dentro y fuera de los pubs. Las stouts se consumían rápidamente. Acabamos la noche en el Porter House, con música en directo. El grupo tenía batería, dos guitarras y un cantante madurito, con un repertorio mezcla de blues, rock y soul: Van Morrison, The Doors, Prince... La última pinta fue en el Temple Bar. Siempre estaba lleno de gente a rebosar y había un continuo ir y venir, un trasiego constante de personas conversando con sus pintas. Dublín tenía mucho más que ofrecer.