miércoles, 7 de mayo de 2008

LA BLANCA ALEPO




¿Sabiais que el mítico tren Orient Express pasaba por Siria? Llegaba hasta Alepo, la llamada ciudad blanca. En el histórico hotel Barón se alojaron Lawrence de ArabiaAgatha  Christie y el aviador Lindsberg.  Tenía un aire antiguo y bastante decadente. Preferimos alojarnos en una callejuela del zoco de Alepo. El zoco tenía una cubierta en bóveda de piedra de dos tonalidades que parecían formar mosaicos. Era más estrecho y abigarrado que el de Damasco.
Al final del zoco estaba la Ciudadela, tras cruzar un puente de ocho arcos, el único punto de acceso. Subimos hasta un torreón desde donde se contemplaba la vista de la ciudad, repleta de Mezquitas con sus minaretes y cúpulas verdes que destacaban entre la piedra blanca y dorada.






En la Gran Mezquita tuve que ponerme otra vez la túnica islámica con capucha, que cubría todo el cuerpo. El suelo de mármol quemaba nuestros pies descalzos. El almiar tenía 47m. de altura y decían que estaba inclinado por un terremoto. No sé si sería por el calor, pero ni lo notamos.

Había salas de oración para hombres y para mujeres, pero como extranjera tuve el privilegio de entrar en las dos. Los hombres, sentados sobre alfombras, leían coranes apoyados en atriles. Los niños jugaban por allí, o rezaban obedientes con sus padres. En la sala femenina, algunas madres tenían a su bebé durmiendo sobre la alfombra del suelo.




Fue un contraste visitar el barrio de cristianos maronitas y armenios. Era un laberinto de estrechas calles construidas en la época otomana. En la Catedral Armenia de los Cuatro Mártires una placa de mármol rememoraba el genocidio armenio. En todos los lugares del mundo se encuentran homenajes y recordatorios de la crueldad humana, del dolor. Ningún país se salva.

En Alepo es famoso el jabón de aceite y laurel.  Pasamos junto a la fábrica y el olor llegaba hasta la calle.
Frente a la fábrica de jabones estaba el Bimaristán, el antiguo manicomio. Decían que era uno de los edificios más bellos de Alepo, del s. XIV. Tenía varios patios abovedados con fuentes centrales. El más pequeño estaba rodeado por once celdas donde se confinaba a los perturbados peligrosos, que se relajaban con el murmullo del agua del surtidor, según leímos. Los pasadizos interiores eran estrechos y oscuros, bastante tétrico. Funcionó como manicomio hasta el s. XX.

De Siria me llevé muchos recuerdos, el de los patios del Bimaristán y el olor a jabón de Alepo, entre otros.


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martes, 6 de mayo de 2008

EL CHADOR SIRIO







Siria ocupa el lugar 97 entre los países del mundo en el índice de Desarrollo Humano. La religión mayoritaria es la musulmana, pero conviven con una minoría de cristianos maronitas y armenios.
El equipaje literario que llevamos fue “Viaje a la luz del Cham” de Rosa Regás, y “Entre árabes” de Colin Thubrand, libros que ayudan a acercarse a la realidad del país.

Las mujeres visten el chador negro. Algunas dejaban la cara al descubierto, y otras sólo una pequeña obertura para los ojos. Era un contraste ver los vestidos de novia de tul blanco vaporoso y los de fiesta de colores vivos y mucha pedrería. Las cristianas vestían con ropa occidental, marcando formas, y se maquillaban mucho la boca y los ojos.
En la Mezquita Omeya de Damasco y en la Gran Mezquita de Alepo, las viajeras se ven obligadas a vestir la túnica con capucha que oculta las formas corporales.





Los hombres tradicionales vestían túnicas blancas o chilabas y pañuelo palestino, a cuadros rojos y blancos, o turbantes blancos o el fez musulmán, pero predominaban los atuendos occidentales. En conjunto, había mucha variación en la indumentaria. La ventaja del chador es que permite pasar desapercibida, lo que siempre es bueno para observar sin llamar la atención.

Como la curiosidad es uno de los motores que mueven a esta viajera que escribe, no pude evitar preguntar a algunos hombres jóvenes su opinión sobre el velo. Un chico joven y moderno me contestó que para él su mujer era como el sol o la luna, muy valiosa, y por eso no quería que ningún otro hombre la viera. Ella sonreía a su lado.


Debo decir que, más allá de tópicos, el pueblo sirio es muy acogedor, siguiendo la tradición árabe, y recibe al viajero que muestra ganas de conocer y comprender, con curiosidad y calidez.




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lunes, 5 de mayo de 2008

CARAVANSERAIS Y PATIOS DAMASCENOS



Los Caravanserai eran los centros donde paraban las antiguas caravanas de mercaderes de las rutas entre Europa y Asia. Eran amplios recintos con un patio central y múltiples habitaciones alrededor. En el patio se alojaban los animales y las mercaderías (telas, especias, piedras preciosas).




En Damasco vimos uno completamente restaurado, el Khan Asad Pacha, con arcos abovedados, que se mostraba como museo. Se accedía a él por un gran portalón de madera, con una cerradura inmensa con su llave correspondiente. El guardián lo abrió sólo para nosotros. Pero debían ser más interesantes llenos de vida y bullicio; no costaba imaginarlos así. Creo que me sugestioné y vi a los camellos con sus alforjas, bebiendo en el surtidor del patio, rodeados de mercaderes que comentaban las incidencias del camino.



Estuvimos en otro caravanserai, transformado en patio vecinal y almacén de telas, más deteriorado; pero sus arcos y bóvedas también evocaban el esplendor pasado.
Los patios de las antiguas casas nobles damascenas estaban restaurados y algunos reconvertidos en cafés y restaurantes, en los que hacer un alto en el camino, disfrutar de la gastronomía, tomar un té con menta o tal vez o tal vez fumar un perfumado narguile. Esos eran algunos de los placeres de viajar por Siria.

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domingo, 4 de mayo de 2008

IBRAHIM, EL EÚFRATES Y LAS RUINAS DE SIRIA




Viajando por Siria durante un trayecto de autobús desde Alepo a Deir-el-Zur conocimos a un profesor de francés la Universidad de Alepo que nos dejó huella. En la parada del bus nos invitó a café con dátiles, y al llegar al destino nos invitó a una espléndida cena a orillas del mítico río Eúfrates en la que compartimos conversación, impresiones y una forma de ver la vida.

Atravesamos un puente colgante de unos 400 metros sobre el río. Imaginaba las orillas del Eúfrates más áridas, pero había palmeras, cipreses y altos cañaverales sumergidos en el agua. Mientras contemplamos la puesta de sol pedimos los aperitivos llamados meze, ensalada, hummus (puré de garbanzos), berenjenas ahumadas, hama (carne picada con especias), patatas fritas, pistachos, carne adobada, kebab al carbón, cervezas y arak, el licor típico, con hielo. Un montón de platillos deliciosos en una mesa de manteles rojos. Insistió en invitarnos a todo y fue imposible convencerle de que no pagara. Fue un anfitrión excelente y desinteresado. Ibrahim sabía que éramos trabajadores como él, interesados en conocer otras realidades. Sabía que estábamos abiertos a escuchar otras vidas, que los viajes enseñan comprensión y tolerancia. Sólo lo hizo por el placer de la conversación.




Hace años que tuvo lugar aquel encuentro y aquella cena. Mantuvimos contacto esporádico por mail, felicitándonos fechas señaladas. Con el conflicto de Siria pensamos en él y deseamos intensamente que las circunstancias le fueran favorables. Alepo, Damasco, Hama y otras ciudades fueron bombardeadas. Muchos de los lugares que conocimos y muchas de las gentes que fueron amables y hospitalarias con nosotros ya no existen. Fueron destruidos. ¿Y todo por qué? ¿Por perpetuar en el poder a Bachar Al Asad? La Historia (en mayúsculas) hablará por él, y por sus víctimas. Las víctimas siempre son los inocentes.

Hace un tiempo recibimos noticias del profesor Ibrahim, había decidido salir de su país, por la seguridad de su familia (estaba casado, con dos hijos) y nos pedía información sobre los centros de enseñanza en francés en España. Fue doloroso leer esas líneas. Le contestamos que la situación en España era difícil con casi seis millones de parados, y le enviamos información con enlaces del Liceo Francés y el Instituto Francés en nuestra ciudad, y otro enlace de la Embajada Francesa con todos los centros de enseñanza de francés en España.

Suerte Ibrahim, para ti y para tu familia. Y gracias, mil gracias por todo. Gracias porque todavía exista gente como tú, buena gente, gente honesta, que dan sentido al mundo.





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martes, 19 de febrero de 2008

HUIPILES Y PANZAS VERDES







Las mujeres guatemaltecas tradicionales llevan faldas largas, de colores o negras con rayas, con un fajín en la cintura y los blusones que llaman huipiles. Los huipiles llevan bordados que varían según la población. Son un distintivo y seña de identidad. Algunas mujeres también levaban un tocado enrollado en la cabeza, a modo de turbante.

Fuimos caminando por una carretera de montaña con vistas al lago Atitlán, hasta llegar a Santa Catarina de Palopó. El pueblo estaba escalonado en una colina y era muy tranquilo. Las mujeres llevaban huipiles en los que predominaba el color azul eléctrico de fondo. Vimos varias mujeres tejiendo telas. Jugamos con los patojos, el apelativo cariñoso de los niños, y pregunté a las tejedoras cuánto tardaban en elaborar una tela. Las de más trabajo por el dibujo se hacían en dos meses, y las más sencillas en tres semanas.






Recordé una frase del libro de Rigoberta Menchú: "La mamá nunca se queda sentada en casa sin hacer nada. La mamá siempre está en constante oficio y si no tiene qué hacer tiene su tejido y si no tiene tejido, tiene otra cosa que hacer.” La vida misma.

Comimos pescado del lago, acompañado de guacamole. El guacamole era muy popular en el país hasta el punto de que los antigüeños se conocían por el apodo de "panzas verdes". Se llamaron así durante generaciones porque en tiempos difíciles durante la colonia, los terremotos y los desastres naturales se alimentaron básicamente de aguacates. Ser Panza Verde se transformó con el tiempo en señal de orgullo y de identidad. Como los huipiles. Y en estos tiempos de globalización, creo que siempre es bueno conservar, o por lo menos recordar, las señas de identidad.

 

 

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lunes, 18 de febrero de 2008

LA CANTINA DONDE LLORAN LOS VALIENTES



En Guatemala llaman a los niños patojos o patojitos. Y sus patojos son preciosos. El cerdo es el coche, y el coche es el carro. En la carretera se veían carteles avisando “No maltrate las señales”. En Chichicastenango, que abrevian como Chichi, encontré una cantina con este rótulo: “La cantina donde lloran los valientes”. Un nombre que parece sacado de la novela “Bajo el volcán” de Malcom Lowry.
 
No fue allí, sino en otra fonda de Antigua, donde encontré estas frases que leí mientras disfrutaba de una cerveza Gallo bien fría, acompañada de guacamole. Una muestra del ingenio y la picardía popular. Las copié en mi cuaderno de viaje, y os las ofrezco aquí, para tomarlas acompañadas de una cerveza y un aperitivo en este domingo.

- Como me gusta la sopa cuando la gallina es gorda, pero más me gusta la cocinera  cuando la patrona  es sorda.

- El que enviuda y se vuelve a casar, algo le debe al diablo y se lo quiere pagar.

- La que quiera marido sin defectos, que no se case.

- No tengas trato con parientes ni deudas con ausentes.

- Si honradez y educación te suenan a magia o arte, levanta el vuelo gorrón y anda a piar a otra parte.

- Para que comprar la vaca si puedes ordeñar a través del cerco.

- Si el amor es ciego, el matrimonio se encarga de abrir los ojos.

- Para triunfar no hay que caminar.., hay que correr.

Guatemala es un país de mucho colorido, hasta las tumbas de los cementerios están pintadas de vivos colores, y en la entrada al cementerio te recibe una frase “Al pasar esta puerta se cancelan los odios y se olvidan los rencores”. Los muertos tal vez sí, pero los vivos tienen mucho que recordar en ese país. Aunque siempre es mejor mirar al futuro.

  

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domingo, 17 de febrero de 2008

LOS VOLCANES DORMIDOS DE GUATEMALA




Guatemala es un país de volcanes. La bella ciudad de Antigua está rodeada de tres impresionantes volcanes: Agua, Fuego y Acatenango. El volcán Fuego se reconoce por su perenne penacho de humo.

Y la población de Santiago de Atitlán, al sur del lago del mismo nombre, está entre los volcanes Tolimán y San Pedro. El mismo lago de Atitlán, de superficie azul turquesa, está en el interior de un cono volcánico. Nos gustó la plaza central de Santiago, con su blanca iglesia frente al volcán, su enemigo. Cada vez que los fieles bajaban la escalinata semicircular de piedra, veían la imagen amenazadora del volcán dormido.




Nos alojamos en una posada con cabañas de piedra y madera con vistas al lago. La cena fue espléndida: lomitos asados al punto con papas y verduritas y bandeja de bocas con fríjoles, guacamoles, nachos de maiz y pan de ajo. Los dueños de la posada se acercaron a hablar con nosotros. Les preguntamos cómo vivieron la guerra civil, y contestaron que fueron tiempos difíciles. Ellos sobrevivieron alojando periodistas, escritores, miembros de organizaciones humanitarias y misioneros evangelistas.

La guerra civil guatemalteca tuvo lugar durante 36 años (!), de 1960 a 1996, y fue especialmente cruel y violenta con los indígenas, con los que se cometió un auténtico Genocidio. Lo describe Rigoberta Menchú, premio Nobel de la Paz, en su libro "Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia". Una lectura sobrecogedora. Formó parte de nuestro equipaje literario del viaje. Y comprobamos que la fuerza destructora de los volcanes, no es nada comparada con la fuerza destructora del hombre con sus semejantes. El hombre siempre será un lobo para el hombre. 
 
 
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viernes, 30 de noviembre de 2007

EL SIFONAZO ARGENTINO




Aquella mañana de domingo en la plaza Dorrego de Buenos Aires los puestos de antigüedades habían desplazado a la artesanía hippie por un día. Había todo tipo de antigüedades: joyas, teléfonos de baquelita y madera, discos de vinilo, cámaras de fotos de fuelles, monedas y billetes, soldaditos de plomo, coches de juguete, cuberterías y vajillas antiguas, afiches publicitarios, cajas metálicas, botellas de medicamentos, gramolas y vitrolas, objetos pamperos como boleadoras o sogas trenzadas…y sifones.



Los sifones eran lo que más abundaba, los había de todos los colores: verdes, azules, naranjas, rojos, amarillos. La parte superior era metálica, y el vidrio era grueso y pesado. Vimos un puesto que se llamaba “El Sifonazo” y nos hizo gracia. Muchos servían para ambientar las viejas tabernas, pulperías y cafés argentinos. Acabamos comprando un sifón que pesaba unos dos kilos y hoy decora mi cocina. La verdadera Feria de San Telmo estaba ubicada en un recinto cerrado desde 1987, un batiburrillo interesante y atractivo. Otro lugar para recordar, tal vez tomando el aperitivo. ¿A qué apetece un vermut con sifón?

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jueves, 29 de noviembre de 2007

EL SUEÑO DE BORGES





Imaginad un teatro repleto de miles de libros, con estanterías repartidas en los palcos. Un palco pequeño tiene a la entrada el cartel de “Sala de lectura”, aunque por todas partes hay sillones en los que montones de gente hojean y leen libros, absortos en su paraíso. El sueño de cualquier lector y amante de la literatura. El sueño de Borges, tal vez. Pero no es un sueño: existe. Está en Buenos Aires, la ciudad natal del escritor, y se llama “El Ateneo”.

En el escenario, entre cortinajes de terciopelo rojo, hay un café con actuación de música de piano en directo. Pedimos cortados, que nos sirvieron con una galleta de chocolate y un vaso de agua, como se hacía antaño, mientras degustábamos el hojeo de un libro. Me pareció estar dentro de un sueño y pensé que aquel lujo de librería sólo era posible en Buenos Aires, una de las ciudades del mundo con más librerías por metro cuadrado. Me pregunté cuánto tiempo más sería rentable. Le deseo muchos años de vida a “El Ateneo”. Allí nos quedamos una tarde fascinados por aquel entorno único y especial. Un lugar para recordar.





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