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domingo, 3 de septiembre de 2023

LA BELLEZA DE MOSTAR

De Sarajevo a Mostar había solo 12km. El trayecto fue un paisaje muy verde y montañoso. En el tramo final fuimos paralelos al río Neretva, de aguas muy verdes que reflejaban las montañas. La belleza de Mostar nos impresionó. Era la capital de Herzegovina, una región histórica que durante el s. XIII fue anexionada al Reino de Bosnia. Aunque en la práctica mantuvo un elevado grado de independencia hasta la conquista de la zona por parte del Imperio Otomano en 1482. Con los turcos Mostar prosperó y se llenó de edificios otomanos. Siguió la ocupación del imperio Austro-Húngaro. Todos dejaron su influencia, pero Mostar tenía personalidad propia.


El símbolo de la ciudad era el Stari Most (Puente Viejo), el puente otomano de un solo arco que se elevaba más de 20m de altura sobe el río Neretva. Era una auténtica maravilla arquitectónica, con una torre defensiva en cada extremo. El original fue construido en 1567 por orden de Suleimán el Magnífico. Durante más de 400 años el puente sobrevivió a todo tipo de conflictos, incluida la II Guerra Mundial. Pero en 1993 el ejército croata lo destruyó durante su enfrentamiento armado con los bosnios musulmanes. Lo que veíamos era una réplica.

La Mezquita Koski Mehmed Pasha. El interior era bonito con el mirhab adornado con celdillas, vidrieras de colores, alfombras, atriles y un púlpitos con escaleras rematado por un capitel triangular. Subimos los 86 peldaños de piedra de una escalera caracol para llegar a la parte alta del minarete. Las vistas de Mostar, los tejados rojos sobre el verdor, el rio de aguas esmeralda y el Puente eran magníficas. Desde el jardín de la Mezquita también había buenos ángulos para fotografiar la ciudad.


Cruzamos el puente y bajamos a la plataforma de madera para verlo mejor. El paisaje de la ribera del río Neretva estaba salpicado de casas asomadas al curso de aguas verdes. Dimos un paseo en una barca zodiac recorriendo ambos lados del puente y viendo sus diferentes perspectivas. 

Vimos como se lanzaban en picado varios chicos bronceados. Primero despertaban la expectativa paseando por el borde exterior de la barandilla del puente, indiferentes a la altura y provocando exclamaciones de los espectadores. Luego pasaban la gorrita y cuando consideraban que era suficiente, se lanzaban en picado al vacío, una caída vertical impresionante hasta que se sumergían en las aguas verdes. Un espectáculo en un escenario histórico y precioso.



Visitamos la Casa Museo Katjaz, de estilo otomano, la mejor conservada de Herzegovina y declarada Patrimonio de la Humanidad. Tenía varias habitaciones decoradas con coloridos kilims, divanes, cojines, teteras, utensilios de cocina, trajes de época, paños de mesa bordados y todo tipo de detalles. Había hornacinas en la pared con objetos como una plancha de hierro. Nos gustó el mobiliario de madera: armarios, grandes baúles, mesas bajas redondas y hasta una cuna. 



La planta superior presentaba la típica distribución turca con dormitorios separados para las mujeres, que tenían una gran sala de estar con ventanales y divanes, donde recibían a los invitados y se entretenían. Los hombres se alojaban en el lado sur de la casa, pero el cabeza de familia podía visitar cuando quisiera a sus numerosas esposas. La preferida tenía una habitación más grande y decorada con más lujo. Un ambiente muy oriental y una visita muy interesante.


Al pasar de la orilla oeste a la orilla este se atravesaba simbólicamente el antiguo cruce entre Oriente y Occidente. Allí estaba el Old Crooked Bridge, otro puente antiguo de piedra arqueado más pequeño. Muy coqueto y rodeado de vegetación verde.



La otra Casa Museo otomana era la Bescovic, construida sobre altos pilares junto al río. Los anexos de la casa estaban destrozados, pero la parte restaurada nos encantó. El patio de entrada tenía plantas, flores y una fuente hecha con varias teteras de bronce. En el porche de la casa había divanes con cojines para sentarse y contemplar el jardín.

En el piso superior había una sala circular para recibir invitados, con varios ventanales arqueados, mesas hexagonales de madera labrada con los servicios de café y sus cacitos de cobre. En otro espacio exhibían un telar y algún traje tradicional y vimos los dormitorios con camas y una cuna.




Visitamos el Museo de la Guerra y el Genocidio, del periodo 1992-1995, un tributo a la memoria de los horrores que se cometieron, mostrado de diversas formas. Había ropa, zapatos y objetos de la vida cotidiana de las víctimas bosnias, con carteles explicativos de su historia. Impresionaba y emocionaba. 

La Guerra de Bosnia dejó la ciudad arrasada y con la ayuda internacional se reconstruyó el casco antiguo. Cuando fuimos en 2023, todavía quedaban secuelas del conflicto y vimos algunos edificios con impactos de bala en la fachada y esqueletos de edificios, en los que la hierba crecía a través del hueco de las ventanas, como un símbolo de que la vida se abría paso. La ciudad de Mostar había renacido y su belleza era una afirmación de la vida.




sábado, 2 de septiembre de 2023

EL TÚNEL DE LA ESPERANZA

 

El Túnel de la Esperanza permitió a los bosnios sobrevivir al asedio de 4 años que sufrió la ciudad de Sarajevo. Estaba a 11km y llegamos con el tranvía nº 3 y con taxi. La Guerra empezó en 1992 y el túnel se construyó en 1993. Utilizaron el sótano de una casa en las afueras, de la familia Kolar. Excavaron 800m pasando por debajo del cercano Aeropuerto, para eludir el cerco de los serbios. Permitió transportar comida, medicinas, armas, soldados, heridos y enfermos. 


La casa se conservaba tal como quedó tras la guerra, con la fachada llena de impactos de bala. Bajamos al túnel y recorrimos un tramo de unos 90m. Era estrecho y tenía una altura de 1,6m. Tenía carros y vagonetas para trasladar lo que fuera con la mayor rapidez. Vimos un documental con imágenes de la actividad del túnel durante el asedio, y exposiciones de las cajas de material, armas (bombas y fusiles), ropa de soldados, cascos, cantimploras, sacos terreros de trincheras y objetos bélicos. Había fotos de la familia Kolar. Siempre habrá gente valiente y generosa dispuesta a ayudar, arriesgando sus vidas.

Un cartel recordaba que Sarajevo fue Sede de los Juegos Olímpicos en 1984, y solo ocho años después se desencadenó la guerra y tuvo lugar el asedio. El Cerco de Sarajevo fue uno de los más horribles que tuvieron lugar durante la Guerra de Bosnia. En abril de 1992 el ejército Serbio de la República Sprska se situó en las colinas que rodeaban la ciudad de Sarajevo con equipos de artillería, tanques y morteros, y comenzó a bombardear la ciudad. En mayo los Serbios bloquearon todas las carreteras de acceso, cortaron los suministros básicos de agua, electricidad y gas. Los Bosnios no se rindieron y el asedio se prolongó hasta febrero de 1996, casi 4 años!



Durante ese tiempo los Serbios destruyeron multitud de edificios, entre ellos hospitales, colegios, bloques de pisos, mezquitas, recintos deportivos, museos y la Biblioteca Nacional con su histórica colección de libros. Dejaron la ciudad en ruinas. Además, la población civil se convirtió en un objetivo más. Centenares de personas fueron abatidas por francotiradores desplegados en la zona ocupada por los Serbios, en la llamada “Sniper Alley”, Avenida de los Francotiradores. Todo se juzgó como Crímenes de Guerra y se condenó a los principales culpables.


Luego visitamos en Sarajevo el Museo de los Crímenes de Guerra y del Genocidio. Ofrecía mucha información a través de testimonios en paneles, fotos, objetos y vídeos. Había jerseys o chaquetas usadas por sus dueños durante los 4 años del asedio, historias de los hospitales y de los ataques y bombardeos a escuelas con niños fallecidos y heridos. En una vitrina se mostraban los alimentos que recibía una familia de cuatro miembros, como una cartilla de racionamiento: 30 huevos, sal, azúcar, aceite, latas de sardinas y poco más. Hubo mucha hambruna. 

Mostraban relojes, botas, diarios, radios, instrumental quirúrgico, etc. Había testimonios de niños que decían mirar al cielo para conseguir los paquetes de ayuda de la ONU, que lanzaban con paracaídas. Y mil detalles más, todo tremendo. Había un teléfono que podías descolgar en una salita, y alguien te explicaba su historia. Impresionante y emocionante. Para que no se perdiera la memoria. Eso ponía en las escaleras de acceso al museo, que no se perdiera la memoria, no olvidar las atrocidades que se cometieron, como la matanza de Sbrenica. “Memory remains”, la Memoria permanece…o debería permanecer.


domingo, 15 de septiembre de 2013

LOS ARMENIOS Y EL LAGO SEVÁN


 
Hay países en los que la población que habita es inferior a los que viven fuera de él. En Armenia habitan 3,2 millones de personas, y ocho millones de armenios están en la diáspora y viven en Rusia, EE.UU, Francia, Líbano y Siria principalmente. Algunos armenios famosos son el tenista André Agassi, el cantante Charles Aznavour, el director de cine Atom Egoyan o la cantante/actriz Cher.
El escritor Colin Thubron afirmó sobre los rusos que “Se dice que el ruso se parece a la cebolla, cuando más los pelas más lloras”. Pues con los armenios sucede igual, mientras más conoces su historia, más trágica y penosa parece, y entiendes el carácter melancólico de los armenios. Armenia se recuerda por su tragedia del genocidio llevado a cabo por el Imperio Otomano de 1915 a 1923.


 
La religión, la parte espiritual está muy presente e impregna todo el país. En los bonitos monasterios se respiraba misticismo. También nos atrapó la belleza del lago Seván. El lago estaba a 1.900m. sobre el nivel del mar. La guía lo describía como un gran ojo azul de 80km. de longitud y 30km. de anchura. Su color cambiaba de deslumbrante turquesa a azul oscuro. El día en que lo vimos era soleado y el agua tenía un azul luminoso.


 
Cogimos un pequeño barco para hacer un recorrido por el lago. Desde el agua vimos dos ermitas sobre la colina, a la que más tarde subimos. Las iglesias tenían las típicas cruces armenias llamadas Khatchkars, talladas en piedra rojiza. La cruz tenía inscripciones y descansaba en un símbolo del sol o rueda de la eternidad.
Desde allí fuimos a Noroduz, que tenía el segundo cementerio de Khatchkars mayor del mundo. Miraras donde miraras veías cruces de distintos tamaños y diseños, con dibujos geométricos simbólicos. Otros grabados representaban una caravana de bueyes o un festín de bodas. Había más de 50.000 cruces en el país, estaban consideradas patrimonio cultural por la Unesco, eran únicas en su género y no había dos iguales. Otra curiosidad de aquel misterioso país.
© Copyright 2014 Nuria Millet Gallego

sábado, 19 de mayo de 2012

MUJERES HERERO

 
En Opuwo, al noroeste de Namibia, en la región de Kaokoland, fue donde vimos más mujeres Herero. En la capital, Windohek, podían encontrarse algunas de ellas aisladas.
Los Herero son una etnia del grupo bantú que también habita en Angola y en Bostwana, aunque en menor número. Sólo en Namibia formaban una población de más de 100.000 personas.
Las mujeres Herero vestían largos y voluminosos vestidos victorianos con mangas abullonadas y alegres colores. En la cabeza lucían un curioso tocado alargado y plano. Fueron los misioneros alemanes los que introdujeron esos vestidos, según la moda europea del s. XIX. Así que la indumentaria herero era un residuo de la época colonial.
Era un contraste verlas hablando con sus vecinas Himbas semidesnudas, con su atuendo tradicional de pieles.






La fiesta anual es en agosto, el Día de Maharero, cuando las mujeres desfilan orgullosas por las calles vestidas con sus mejores galas. Nos hubiera gustado asistir al festival, pero nuestro viaje fue en mayo. Samuel Maharero fue el líder del pueblo herero. En enero de 1904, los herero se levantaron contra los colonizadores para defender su territorio, pero las fuerzas eran desiguales y casi el 75% de los hereros fueron aniquilados por los alemanes. Otro genocidio más para la historia. Samuel Maharero guió la emigración de los supervivientes hacia Botswana, donde se establecieron.

Los faldones de los vestidos tenían enaguas superpuestas que les daban vuelo y añadían volumen a las voluminosas mujeres. Se veían bellas e imponentes. Un ejemplo más de la diversidad de paisaje humano que ofrece África. Un paisaje humano que me atrapó para siempre.

 
© Copyright 2012 Nuria Millet Gallego