sábado, 19 de mayo de 2012

MUJERES HERERO

 
En Opuwo, al noroeste de Namibia, en la región de Kaokoland, fue donde vimos más mujeres Herero. En la capital, Windohek, podían encontrarse algunas de ellas aisladas.
Los Herero son una etnia del grupo bantú que también habita en Angola y en Bostwana, aunque en menor número. Sólo en Namibia formaban una población de más de 100.000 personas.
Las mujeres Herero vestían largos y voluminosos vestidos victorianos con mangas abullonadas y alegres colores. En la cabeza lucían un curioso tocado alargado y plano. Fueron los misioneros alemanes los que introdujeron esos vestidos, según la moda europea del s. XIX. Así que la indumentaria herero era un residuo de la época colonial.
Era un contraste verlas hablando con sus vecinas Himbas semidesnudas, con su atuendo tradicional de pieles.






La fiesta anual es en agosto, el Día de Maharero, cuando las mujeres desfilan orgullosas por las calles vestidas con sus mejores galas. Nos hubiera gustado asistir al festival, pero nuestro viaje fue en mayo. Samuel Maharero fue el líder del pueblo herero. En enero de 1904, los herero se levantaron contra los colonizadores para defender su territorio, pero las fuerzas eran desiguales y casi el 75% de los hereros fueron aniquilados por los alemanes. Otro genocidio más para la historia. Samuel Maharero guió la emigración de los supervivientes hacia Botswana, donde se establecieron.

Los faldones de los vestidos tenían enaguas superpuestas que les daban vuelo y añadían volumen a las voluminosas mujeres. Se veían bellas e imponentes. Un ejemplo más de la diversidad de paisaje humano que ofrece África. Un paisaje humano que me atrapó para siempre.

 
© Copyright 2012 Nuria Millet Gallego

jueves, 17 de mayo de 2012

LAGUNAS DE ETOSHA

 
 
 
El Parque Nacional de Etosha en Namibia tiene 20.000km2 y significa “el lugar del agua seca”. Al ser una zona tan seca en las lagunas, charcas y abrevaderos se concentran los animales a beber y es una excelente oportunidad para observarlos.
La laguna de Okaukejo fue la más espectacular. Encontramos manadas de animales bebiendo y nos sorprendió ver diferentes especies juntas, conviviendo sin problemas. Al mismo tiempo que un grupo de jirafas se acercó una manada de antílopes, cebras en grupos de diez o quince, aves y un chacal. Todos iban a beber y estaban alertas pero no se molestaban entre sí. Aún así vimos a dos chacales acosando a un antílope que echó una carrerilla, pero luego los tres mantuvieron las distancias y los chacales no atacaron. Las  hienas moteadas acechaban entre la hierba.
 
 
Manadas de búfalos, llamados Blue Wildebeest.
 
 
 
Elefantes en la puesta de sol.




Cebras reflejándose en la laguna. Y todas las combinaciones de animales posibles.




El plato fuerte fue encontrar un león sediento. Caminó majestuoso hacia la laguna y vimos la reacción de los otros animales ante su presencia y cercanía. Primero se quedaron estáticos observando cómo se acercaba; algunos antílopes springbok corrieron. Las jirafas y cebras mantuvieron su dignidad. Luego se fueron apartando a su paso. El león hizo algún amago de ataque, más bien un tanteo o una demostración de su poder. Porque eran las leonas las que cazaban y un león solo no solía atacar a una jirafa cuando estaba rodeada de varias de su especie que la defenderían. El león sació su sed y al final acabó tumbándose perezoso junto a la laguna. Todo un espectáculo de la naturaleza.



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martes, 15 de mayo de 2012

BAOBABS Y QUIVERS






La primera vez que vi un baobab pensé que eran unos árboles de cuento. En el trayecto de Opuwo a Windohek, atravesamos una zona con muchos baobabs gigantes. Se necesitaban varias personas para abarcar el diámetro del tronco. Eran altos, de corteza gris claro, tronco grueso y ramas retorcidas. Siempre me recordaban el libro de "El principito" de Saint-Exupèry, que los utilizó como una metáfora de los problemas que hay que solucionar antes de que se compliquen y que las raíces destruyan el planeta. Pero cuando los miraba veía unos árboles bellos. Me hubiera gustado dibujarlos.

Habíamos visto otros baobabs años atrás, en Madagascar, los que formaban la preciosa Avenida de los Baobabs en Morondava. Uno de los más grandes necesitaba el abrazo de seis personas para rodearlo, unos dos metros de diámetro. Si yo fuera árbol me gustaría ser baobab.
 

 


 

 
 

Otro árbol curioso de Namibia era el llamado Quiver. De hecho, no era un árbol, sino una planta de la familia del aloe. También era llamado Kokerboom; Koker es la palabra en idioma afrikaans para Quiver. Algunas tribus Bosquímanas y Hotentotes usaban su corteza flexible y sus ramas para hacer carcajs y flechas. El árbol puede medir nueve metros de altura y tener más de un metro de diámetro.

Estos estaban junto a la ciudad de Keetmanshop. Eran naturales, no plantados por humanos. El bosque fue declarado Monumento Nacional en 1955.

Las ramas crecían bifurcadas hacia arriba y terminaban en brotes verdes con flores amarillas. La corteza era dorada y como fragmentada o resquebrajada en láminas. Los contemplamos con la luz dorada del atardecer y en la puesta de sol. Los árboles más grandes tenían entre 200 y 300 años de antigüedad. Un paisaje para recordar.

 

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sábado, 12 de mayo de 2012

AMANECER EN EL DESIERTO NAMIB

 
 

 

Regresamos a África, imposible escapar a su llamada. Esta vez a Namibia. Dormimos en Sesriem y dejamos el campamento a las cinco de la madrugada para ver la salida del sol desde las dunas. Había que abrigarse porque hacía un frío que pelaba. Ya dentro del Parque Namib-Naukluft fuimos hasta la famosa duna 45, una de las más altas del mundo. Era enorme, habíamos leído que tenía 150 m. de altura. Subimos por la cresta con la luz débil del amanecer, cuando aún no había salido el sol. La arena estaba blanda y costaba andar. Éramos los primeros en pisarla y no se veían más huellas que las de los animales, tal vez hienas o chacales y algún tipo de roedor. También habitan el parque avestruces, antílopes como el órix y gacelas.





El color era rojizo anaranjado, tenía una cresta bien marcada y uno de los lados de la duna se veía en sombra. El rojo se debía a la oxidación de los cristales de cuarzo que forman la arena. Contemplamos la salida del sol desde la cresta de la duna y los colores se intensificaron. Luego seguimos caminando por la parte alta bordeando otras dunas. La bajada fue fácil y divertida, la duna se deshacía en chorros de arena bajo nuestros pies.

 
 
 

El Parque Nacional Namib-Naukluft tiene una extensión de 250.000 km2, algo más de la mitad de nuestra Península Ibérica, y una antigüedad de 65 millones de años. Patrimonio de la Humanidad. Las guías y revistas de viajes lo describían de forma poética con expresiones que invitaban a conocerlo, como “océano de arena y silencio”, “esculturas móviles”. La belleza de aquel desierto rojizo superó todas las expectativas. 

Y tras la caminata repusimos fuerzas con un buen desayuno al aire libre: huevos revueltos, yogur con muesli, fruta y té. Energético para continuar el día por el desierto que guardaba otros tesoros…

 

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martes, 6 de diciembre de 2011

CABO POLONIO Y LOS LOBOS MARINOS




Dicen que el paraíso existe. Para algunos está en Cabo Polonio, Uruguay. Para llegar al pueblo en la costa atlántica, la única manera durante años era en un carro de caballos a través de las dunas. Ahora hay camiones que te llevan en el tramo final.
El pueblo lo forman casitas dispersas alrededor de un faro que inmortalizó Jorge Drexler en su canción “Doce segundos de oscuridad”, el tiempo que tarda el faro en dar la vuelta.

Por detrás del faro, en una zona rocosa, habita una colonia de lobos marinos. Estaban muy tranquilos, tumbados al sol, y no se inmutaban ni por los embates de las olas que rompían en espuma. Había un león marino enorme, el macho, de pelo rojizo. Los lobos eran algo más pequeños y oscuros. Alguno se mimetizaba con la roca. Despedían un fuerte olor.





De vez en cuando dos de ellos se peleaban y emitían ruidos fuertes levantando el morro. Hubo un momento en que se sobresaltaron y se levantaron todos alzando el morro puntiagudo, como olfateando en el aire la presencia de dos extraños.
Se distinguían sus bigotes blancos y los ojillos negros brillantes. Vimos alguno caminar oscilante sobre sus aletas para arrojarse al mar, emergiendo con la piel reluciente.

El origen de Cabo Polonio fue una base para la explotación de lobos marinos, por la piel y otros subproductos. Actualmente está suspendida y la última captura fue en el invierno de 1991.
Estuvimos un par de tardes observando a los lobos entre un silencio sólo interrumpido por sus gruñidos esporádicos y por el sonido de las olas. Fue un lujo poder contemplarlos desde tan cerca en su hábitat natural. Drexler decía que lo importante del faro no era la luz, sino la oscuridad; es un poeta. Lo importante de Cabo Polonio es que estando en él todo parece perder importancia, y la Naturaleza cobra importancia allí.


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jueves, 1 de diciembre de 2011

LAS DUNAS DEL POLONIO




El dueño de nuestro pequeño hotel en Cabo Polonio se llamaba Alfredo. En nuestras charlas y en sus gestos demostró una cierta ironía con toques poéticos. Por ejemplo en una de las dunas frente al mar Atlántico habían colocado un viejo televisor plantado en la arena: un guiño uruguayo. El televisor se veía desde las hamacas del porche, mientras contemplábamos la puesta de sol. Creo que era la mejor programación posible.

La duna del televisor no era la única. En el pueblo estaba el complejo dunar más importante del sur americano, según leímos. Pero curiosamente sus 40km2 de extensión corrían alto riesgo de desaparecer por los planes de forestación que impedirían la libre movilidad de las dunas. Hasta para eso eran originales los pobladores del Polonio, no querían perder sus bellas dunas por verde vegetación.




Siguiendo la playa junto al mar encontramos las primeras dunas doradas. Eran onduladas, con suaves pendientes. Algunas tenían una altura considerable, llegar a la cima suponía convertirse en un puntito para el que esperaba abajo. Después de subir y bajar por unas cuantas dunas, seguimos caminando por la llamada Playa de la Calavera, hasta llegar al llamado Cerro Buena Vista, con grandes rocas de formas curiosas.
Lenguas de mar se adentraban en la arena empujadas por el viento, y se formaban olas constantes de crestas espumosas. Era una costa bastante salvaje. De regreso al acogedor hotel, nos tumbamos en las hamacas y contemplamos la puesta de sol junto al viejo televisor, todo un símbolo difícil de olvidar.



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lunes, 28 de noviembre de 2011

DE URUGUAY A GALICIA, PARA MANUELA





Dicen que “quien vale, vuela”. Fue el siglo pasado cuando Manuela embarcó en el Louis Lumiere desde su Galicia natal empobrecida, hacia las Américas. Cruzó el Atlántico buscando una vida mejor, como tantos otros. Montevideo fue su hogar, y el de otros emigrantes españoles, pero los quiebros del destino la devolvieron a su tierra. La emigración continúa, los hijos también buscan y desean una vida mejor. La historia se repite en un bucle inacabable… ¿hasta cuándo?

Aunque nunca sepa, son para Manuela estas imágenes de las calles de Colonia Sacramento, esas calles empedradas que ella pisó en los días de su juventud. Para todas las Manuelas del mundo. La belleza también puede asociarse al dolor. Siempre se van los mejores, los valientes, los que arriesgan. Mi admiración, respeto y homenaje para todos ellos. Hoy no hacen falta más palabras.







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martes, 22 de noviembre de 2011

AUTOS DE SACRAMENTO




Colonia Sacramento es una pequeña joya de Uruguay. Está a una hora de ferry (Buquebús) desde Buenos Aires, y a dos horas de autobús de Montevideo, desde donde llegamos nosotros. Es una ciudad colonial con casas de estilo portugués y español y calles adoquinadas. Y es un Patrimonio de la Humanidad merecido. Las calles estaban arboladas con sicomoros y por todas partes había buganvillas trepando por los muros, hortensias y otras flores. Las casas eran de planta baja con rejas de hierro forjado y muros blancos, rosa intenso o amarillos. Todas las calles desembocaban en el agua, ya que Colonia está ubicada en la confluencia de los ríos Uruguay y río de La Plata.





Alguien tuvo la ocurrencia de aprovechar los viejos coches en desuso como original decoración de sus calles. Se veían Chevrolets, Rolls, Fords, Volkswagen y otros modelos de coches americanos antiguos. La pequeña ciudad parecía preparada para el rodaje de una película de época.
En uno de los autos habían dejado crecer flores, que asomaban por el techo y las ventanillas. Otro tenía un pez como conductor. Y en el interior de otro de ellos se podía cenar a la luz de las velas. ¿A quién no le apetecería una cenita en un lugar tan especial? Una muestra de la creatividad y originalidad de los uruguayos.


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domingo, 13 de noviembre de 2011

EL SUEÑO DE LAS MISIONES



Las utopías existen. Y de algunas quedan ruinas. El establecimiento de las Misiones Jesuíticas en Argentina, Brasil y Paraguay a principios del s.XVII fue una de esas utopías. Es apasionante leer el origen y la historia de las misiones. Se fundaron como un experimento civilizador socio-religioso que recreaba el mito del buen salvaje de Rousseau.
Todas seguían el mismo modelo: se accedía por una gran puerta e piedra labrada y tenían una gran plaza, una Iglesia, las viviendas de los indios guaraníes y de los jesuitas, el colegio, los talleres, el cotiguazú (o casa de las viudas) y el huerto. Los hombres hacían los trabajos rurales, de carpintería, herrería, arte y artesanías. Las mujeres cuidaban a los niños, hilaban, tejían y realizaban las tareas domésticas. Todos participaban en trabajos artísticos y religiosos.



Los indios ganaban seguridad, tenían su supervivencia asegurada y se les permitía hablar su lengua y mantener sus costumbres. A cambio, perdían libertad, convivían con tribus distintas y se les prohibieron costumbres como la poligamia y el canibalismo.
El experimento funcionó más de 150 años, fueron misiones prósperas y generadoras de arte, hasta la expulsión de los jesuitas por el rey Carlos III en 1768. Antes de ese final también sufrieron los ataques de los bandeirantes o mamelucos, los cazadores de esclavos brasileños, que capturaban a los indios guaraníes.



Tuve la oportunidad de conocer cuatro de esas reducciones: Trinidad y Jesús de Taravangüé en Paraguay, y San Ignacio de Miní y Santa Ana en Argentina. Eran muy extensas, de piedra roja labrada. Se veían arcos y columnas con pedestales trabajados y ventanas abiertas a la selva. En algunas las raíces de higueras gigantes crecían incrustadas entre las piedras centenarias, como en los templos camboyanos de Angkor. Y aunque sabía que podían ser destructoras, eso embellecía las ruinas y las hacía más salvajes.
Fueron destruidas y saqueadas por invasiones portuguesas y paraguayas. Pero quedó su historia, para todos aquellos a quienes nos gusta escuchar el pasado y aprender de él.



 © Copyright 2012 Nuria Millet Gallego