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miércoles, 17 de septiembre de 2014

SIGULDA

 


A solo una hora de Riga estaba Sigulda, centro del Parque Nacional de Gauja, el primero de Letonia, fundado en 1973. Lo formaba un bosque verde espeso y tupido; por eso llamaban a Sigulda “la Suiza Letona”. La tranquila población tenía bonitas casas señoriales de piedra.

Nos alojamos en la casa más antigua del pueblo, el Hotel Sigulda, una casa de piedra construida por un barón ruso que soñaba en convertir la pequeña aldea en un destino turístico. Era un lugar acogedor y con encanto, con paredes cubiertas por la hiedra.

Primero fuimos al Castillo Nuevo, construido en el s. XVIII durante el reinado de los aristócratas germanos. Por detrás estaban las ruinas del Castillo Medieval de Sigulda, construido en el s. XII por la Orden de la Hermandad de la Espada. Subimos a un torreón y recorrimos pasadizos entre arcos y tramos restaurados.




Luego montamos en el Teleférico, que pasaba sobre el río Gauja entre montañas y bosques, ofreciendo impresionantes vistas panorámicas. Al otro lado de la montaña vimos la casa señorial de Krimulda, transformada en un Hospital para tuberculosos en la época, y que era un sanatorio en la actualidad. Vimos sus casas de madera, donde se alojaban los rusos que venían a tomar los baños de sol cuando se puso de moda.




Cerca estaba la cueva Gutmana, la mayor cueva hecha por la erosión del Báltico. Era profunda y sus paredes de roca estaban grabadas con graffitis, algunos del s. XVI y otros contemporáneos. Era famosa por la leyenda de la Rosa de Turaida. 

Maija, la Rosa de Turaida, fue encontrada por el escribano del Castillo de Sigulda tras una batalla. Era un bebé, el escribano la adoptó, creció en el castillo, y se enamoró del jardinero Viktor con quien iba a casarse. Maija recibió una carta para encontrarse con su amor en la cueva, pero era un engaño y apareció un noble polaco que amenazó su honor y la mató con un hacha. Viktor fue acusado del asesinato, pero un testigo lo salvó. Desde entonces es costumbre que los recién casados dejen flores en la tumba de la Rosa de Turaida.



martes, 16 de septiembre de 2014

CESIS Y SU CASTILLO

Cesis era una tranquila población de Letonia, rodeada de bosques en el valle del Gauja. El ambiente era muy rural, con bonitas casas decimonónicas de piedra y madera, con buhardillas, chimeneas y nieve en los tejados rojos. 




En el pueblo destacaba el Castillo de Cesis (en letón), o Castillo de Wenden (en alemán), una fortaleza medieval de madera, amurallada con muros de piedra. Se conservaban dos torreones. Lo construyeron en el s. XIII los cruzados alemanes livonios conocidos como los Hermanos Livonios de la Espada. Pero durante la Guerra Livona en el s. XVI lo destruyeron para que no cayera en manos de Iván el Terrible, derrotado en la batalla de Wenden. Luego pasó a manos de la Orden Teutónica y sufrió numerosas vicisitudes y etapas históricas. 

En él se encontraron restos arqueológicos que se exhibían en el Museo Nacional de Historia de Letonia. Habían restaurado parte del recinto y el resto estaba en ruinas. Resultaba un poco fantasmagórico







Visitamos el pueblo un día frío y con nieve. La Iglesia Ortodoxa de St John’s, con cúpulas de cebolla azules, rematadas por cruces doradas y fachada azul, estaba junto a un lago helado. Los patos paseaban sobre la superficie de hielo del lago.






martes, 9 de septiembre de 2014

RIGA MEDIEVAL Y MODERNISTA





Siempre me han gustado las ciudades que conservan restos de su pasado, en la Vieja Europa y fuera de ella. Riga es una de esas ciudades; al pisar sus calles empedradas uno se sumerge en otras épocas históricas. Es la capital de la República Báltica de Letonia y perteneció a la antigua URSS hasta 1991, cuando se independizó del gigante ruso.

La ciudad está a orillas del mar Báltico, junto al río Daugava, al que cruzan tres puentes. Tiene un Castillo, una Catedral Ortodoxa y varias iglesias góticas como la Iglesia Luterana de San Peter. Conserva sus tranvías y tiene mucho encanto.



 
La ciudad antigua que llaman Vecriga está considerada Patrimonio de la Humanidad. Son calles medievales adoquinadas con edificios con buhardillas y chimeneas. Pasear por aquellas calles era como estar metidos dentro de un cuento. Dormimos en un convento de seiscientos años de antigüedad.

La Plaza Ratslaukuns es el corazón de la parte vieja. Allí está la Casa de las Cabezas Negras, de 1344, un edificio de ladrillo rojo y curiosa arquitectura, coronado por un reloj esférico. En tiempos fue una casa de encuentro y fraternidad de los mercaderes solteros alemanes. Su patrón negro era San Mauricio. Fue destruida en 1941 y reconstruida siete años más tarde por los rusos.




Además, Riga es la ciudad europea con mayor número de edificios modernistas, otro motivo más para visitarla. Los edificios modernistas  tienen adornos de escayola, caras de piedra y cariátides en la fachada. Uno de los edificios es conocido como la Casa del gato, por tener un gato negro sobre el picudo torreón.







Después de una nevada primaveral disfrutamos de la gastronomía del país, el salmón estaba presente en todas las cartas, pero con el frío también apetecían las carnes como la que nos sirvieron a la piedra y flambeada. Una delicia, como pasear por sus calles medievales y modernistas.