Mostrando entradas con la etiqueta barco. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta barco. Mostrar todas las entradas

lunes, 19 de abril de 2010

LA BAHÍA DE TOKYO






La película “Mapa de los sonidos de Tokyo” de Isabel Coixet empieza con un recorrido nocturno por un río, atravesando varios puentes de la ciudad.  Hicimos ese recorrido, pero diurno, en un luminoso día de cielo azul. Tras visitar el templo Senso-ji, el más antiguo de la ciudad, en el barrio de Ueno, seguimos paseando hasta las orillas del río Sumida. Allí fue donde cogimos el barco que hizo un trayecto de una hora aproximadamente. Contamos unos trece puentes.


 
El río desembocaba en la Bahía, ante el Pacífico. Cogimos un monorrail elevado, sin conductor, con el que atravesamos la Bahía hasta llegar a la isla Odaiba. Sentarse en el asiento delantero ante la gran cristalera del vagón fue todo un espectáculo. En la isla encontramos una réplica de la Estatua de la Libertad, y una réplica de la Torre Eiffel, nueve metros más alta que la original. El afán de imitación de los nipones no tiene límite. Las vistas eran fantásticas: los puentes, los rascacielos y el Océano Pacífico dándonos la bienvenida a Japón.
 
© Copyright 2010 Nuria Millet Gallego

miércoles, 7 de abril de 2010

EL TSUNAMI Y LA BAHÍA DE MATSUSHIMA






Un año antes de que sucediera estuve en Japón en la zona afectada por el terremoto y el posterior tsunami. Dormimos en Sendai,  y al día siguiente subimos a un tren que en media hora nos llevó a la Bahía de Matsushima. Decían que era una de las tres mejores vistas de Japón, considerada Patrimonio de la Humanidad. Tenía “unas 250 islas cubiertas de pinos moldeados por el viento y sus formaciones rocosas modeladas por el incesante golpeteo de las olas han dado como resultado espectaculares monumentos creados por las fuerzas de la naturaleza”. Así la describía la guía.


Aquel día la bahía estaba envuelta en brumas y con el cielo gris y lluvioso. Cogimos un barco, como el que fue engullido por las olas, para recorrer la bahía. Miraras donde miraras aparecían peñascos rocosos de formas irregulares. Una de ellas tenía cuatro arcos horadados por las olas. Lo curioso de las rocas es que habían crecido muchos árboles sobre ellas formando un manto verde. 



 
Frente a la bahía estaba el recinto del templo zen Zugain-ji. Era un bosque de altos cedros con cuevas naturales convertidas en altares. En las oquedades habían colocado figuras de Budas. Todo aquello, todo lo que muestran estas fotos, ha quedado arrasado. Poco pudieron hacer los dioses frente a las fuerzas de la naturaleza.
Lamento la magnitud de lo sucedido y espero que todos los afectados reciban la ayuda necesaria ante este desastre natural.
 


 

© Copyright 2010 Nuria Millet Gallego

lunes, 26 de noviembre de 2007

NAVEGANDO POR LOS CANALES CHILENOS

 

Desde Punta Arenas embarcamos en el Evangelistas, de la naviera Navimag, un barco de carga que transportaba ganado y pasajeros. Embarcamos a la una de la madrugada y nos pusimos a dormir. Pasamos por el Estrecho de Magallanes y a las siete nos despertó la megafonía informando de que pasábamos por La Angostura, el paso más estrecho de todo el trayectoSalimos a cubierta y disfrutamos de un paisaje espectacular con montañas nevadas, reflejándose en la superficie del agua.


La tripulación nos informó de que íbamos a recorrer 1.500km en los tres días de travesía por los Canales Chilenos en el Océano Pacífico. Pasamos por el Golfo del Almirante Montt y a lo largo del día por los canales de Santa María, el estrecho Collingwood y el canal Sarmiento. El mar estaba muy tranquilo, al pasar entre canales, pero ya nos avisaron que después sería movido. 


Nos dejaron entrar en el Puente de Mando a curiosear. Vimos los instrumentos de navegación y pantallas de monitores que indicaban la profundidad del fondo marino. La tripulación nos enseñó un compás magnético, los cronómetros que medían la velocidad del viento y otros instrumentos que indicaban la posición y la dirección del barco. En el cuaderno de bitácora indicaban las horas en que finalizó la carga y la hora de zarpe de madrugada. Había dos pilotos y el capitán. Uno de los pilotos manejaba el compás sobre una carta marítima. Aunque tuvieran tantos instrumentos y GPS, el cálculo manual seguía siendo imprescindible.


Vimos el Glaciar Amalia, la lengua de hielo bajaba de la montaña. Las crestas del glaciar estaban manchadas de barro por la morrena. En el frente del glaciar se apreciaban los tonos azules y también las grietas. 

La tripulación nos ofreció interesantes charlas a bordo sobre los indios Kawesqar, sobre Puerto Montt y el archipiélago Chiloé y sobre los modismos chilenos. También proyectaron películas y tuvimos numerosas tertulias con otros viajeros, confraternizando con ellos y con los tripulantes en el transcurso de los días. 


Desembarcamos en Puerto Edén. Como no había un puerto grande vinieron a buscarnos embarcaciones pequeñas. El día estaba brumoso y lloviznó. Puerto Edén era una pequeña población de pescadores con una comunidad de indios Kawesqar. El día anterior nos dieron una charla interesante sobre estos indígenas, que no habían podido adaptarse al llamado “progreso”. 


El pueblo tenía unas pasarelas de madera como calle principal, y las construcciones eran de chapa y madera, muy modestas. Las mejores casas eran la escuela y la Oficina de Correos. Había un par de tiendas tipo colmado. Subimos al mirador para contemplar el entorno verde rodeado de mar. Las condiciones de vida de Puerto Edén nos parecieron bastante duras, en aquel aislamiento. Solo estaban comunicados a través del barco, un par de veces por semana. Total, que Puerto Edén ni tenía puerto, ni era el paraíso.



Pasamos por la Angostura Inglesa de unos 180m de anchura, y por el Canal Messier, que era el más profundo con unos 1300m. Allí estaba el Bajo Cotopaxi donde naufragó el barco inglés que le dio nombre. Posteriormente naufragó otro barco en 1970, el griego Capitán Leónidas, pero no se había hundido. Su casco oxidado y con musgo en la cubierta permanecía a flote en la superficie del mar, como un fantasma. La Armada Chilena había colocado un faro. Pasamos junto al pecio y lo vimos con los prismáticos desde el Puente de Mando. Lo vimos en el radar convertido en una raya amarilla. El radar también captaba las olas como pequeñas rayas.

Después pasamos por el Golfo de Penas, en mar abierto, donde el Océano Pacífico mostraba la falsedad de su nombreEra la zona austral de Chile, conocida por sus temporales y fuertes vientos y corrientes  marinas . El barco empezó a bascular, meciéndose de un lado a otro. Nos situamos en la cubierta exterior de popa, más protegida del viento. Con un grupo de pasajeros jugamos a mantener las piernas abiertas y perdía el que primero dejara el punto de apoyo. Al superar el Golfo de Penas la tripulación nos informó de que las condiciones de la travesía fueron favorables, con vientos de 30km y olas de 5m de altura, pero podían llegar a 12m o más. Evitamos el mareo tomando las pastillas, pero no fue el caso de otros pasajeros. Así que tuvimos mucha suerte. 

El último día navegamos por la Bahía Anna Pink, por el Canal Pulluche, el Canal Moraleda (uno de los más anchos, con 4km) y por el Golfo de Corcovado. Al despertar llegamos a Puerto Montt, el final de trayecto. Fue un crucero poco convencional y fantástico, donde disfrutamos de paisajes únicos y maravillosos.



miércoles, 14 de noviembre de 2007

TREKKING POR EL GLACIAR

 

El segundo día en el Perito Moreno decidimos hacer un trekking por el glaciar. Después de desembarcar caminamos por un bosque de lengas, altos árboles junto al Lago Argentino, y llegó el plato fuerte del día. Los guías nos pusieron los crampones en las botas, nos aconsejaron caminar con los pies separados y nos enseñaron trucos para las subidas y bajadas. Éramos un grupo pequeño de quince personas con dos guías. 



Tras las instrucciones empezamos el trekking por el Perito Moreno. Trepamos por las crestas de nieve, caminando entre dunas blancas, agujas y lagunas de un azul translúcido. Saltamos grietas profundas de un azul añil. Bebimos agua del glaciar. Los guías llevaban piolets e iban construyendo escalones en el hielo y facilitando el camino.


A veces daba la sensación de estar sumidos en un mar de crestas blancas. Subíamos, bajábamos y nos metíamos por estrechos desfiladeros de altas paredes. El hielo a veces se veía translúcido y otras con el azul intenso casi añil que tanto nos atraía. Disfrutamos un montón de la caminata.





Hacia el final del trayecto vimos sobre la nieve una caja blanca con la cruz roja, un botiquín colocado en un sitio estratégico. No fue necesario usarlo, nadie se cayó ni resbaló. Y para acabar tuvimos una sorpresa: el bar del Perito Moreno. Entre la nieve había un par de mesas y unas cajas de madera. Sacaron vasos, whisky y picaron hielo con el piolet. Así fue como acabamos el trekking por el Perito Moreno, tomando un whisky con hielo que nos calentó el cuerpo y alfajores de chocolate. Después de ver y navegar la cara norte y la cara sur del glaciar, la caminata fue el colofón de la visita. Una maravilla de la naturaleza.




martes, 13 de noviembre de 2007

EL PERITO MORENO



Desde El Calafate fuimos a ver el Glaciar Perito Moreno, en la Patagonia argentina.  Formaba parte del Parque Nacional de los Glaciares. Por el camino vimos montañas con las cumbres nevadas y el Lago Argentino de aguas color azul lechoso, un color especial por los sedimentos. El glaciar tenía 5km de frente y 30km de extensión. Las paredes de 60m de altura equivalían a 20 pisos. Cogimos un barco grande que se aproximó a la impresionante pared de hielo. Algunas zonas tenían color azulado, con distintos tonos, según el espesor del hielo y la entrada y refracción de la luz. 



Navegamos por la cara norte del glaciar, con paredes de 50 a 60m de altura. De vez en cuando se desprendía un fragmento de la enorme masa y producía un ruido impresionante. Los témpanos flotantes se desplazaban como barcos fantasmas. El paseo en barco por el frontal del glaciar duró una hora. Después lo vimos desde las pasarelas de madera colocadas a distintos niveles ante el glaciar. Íbamos correteando de un sitio a otro para tener un ángulo diferente de la mole de hielo. Alrededor florecían unas flores rojas llamadas “notro”, fuertes para aquel clima. Era impresionante escuchar el desprendimiento de los icebergs en el silencio del entorno.





Se distinguían las oquedades y grietas del glaciar, coloreadas en tono azul intenso. En la parte superior el hielo formaba un mar de agujas picudas que se empujaban unas a otra. El glaciar avanzaba lenta e imperceptiblemente, una masa imparable, una fuerza de la naturaleza.


Al día siguiente navegamos por la cara sur del Perito Moreno e hicimos un trekking por el glaciar. El día estaba menos soleado y encontramos que el hielo tenía un color azul más intenso. Un cóndor con sus grandes alas nos sobrevoló. El barco por la cara sur navegaba más cerca de la pared. Las grietas se veían azuladas entre el blanco dominante. Se apreciaba como el hielo chocaba contra la tierra rocosa de la Península de Magallanes. Contemplamos de nuevo como el hielo se desgajaba en varias zonas y caía al lago produciendo un ruido intenso, como un cañonazo


Leímos que se consideraba un glaciar estable, en equilibrio, porque su comportamiento no se modificaba desde 1917, desde entonces ni avanzaba ni retrocedía. Pero nos dijeron que el centro del glaciar avanzaba dos metros cada año, y se iba desgajando en la parte delantera. Los pedazos de hielo que caían se iban flotando por el canal de los témpanos del Lago Argentino. Un paisaje impactante y de gran belleza.