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lunes, 26 de octubre de 2009

LA BLANCA SUCRE

Sucre era una ciudad colonial blanca, en un valle rodeado de montañas, a 2700m de altitud. La arquitectura colonial con edificios de fachadas blancas, balcones de hierro forjado y de madera, porches y patios. Era Patrimonio de la Humanidad.

Nos alojamos en el centro, cerca de la Plaza 25 de Septiembre. Fuimos hasta el Parque Bolívar, donde había una torre de estructura metálica como la Torre Eiffel en miniatura. Subimos y era un buen mirador.








Visitamos la Iglesia de la Merced, decían que era la más bonita de Sucre, de fachada blanca  inmaculada y con un campanario. Por dentro era bastante oscura y recargada, con un retablo barroco con muchas filigranas de oro. Subimos a la torre del campanario, desde donde había bonitas vistas de la ciudad. Destacaban los tejados de tejas rojas.





El Convento de la Recoleta de un blanco impoluto, estaba en la parte alta de la ciudad. Al lado había un mirador con arcos, con vistas de Sucre.


El Museo Textil-Etnográfico fue muy interesante y ameno. Mostraba los tejidos y trajes de grupos indígenas como los tarabuco. Los motivos de los tejidos eran geométricos o figuras de animales como llamas, ovejas, aves, etc. 

El museo estaba gestionado por ASUR, una fundación antropológica que revitalizaba la elaboración de tejidos, que se vendían en la tienda del museo. Daban trabajo a mil mujeres tejedoras y a trescientos hombres tejedores, por lo que servían de sustento a muchas familias.




A las horas de más calor los comercios cerraban  y aprovechamos para tomar algo en el Café-Tertulia, escribir y descansar. Al atardecer la ciudad revivía y la gente llenaba las calles, primero con la salida de los colegios, y después familias y adolescentes paseando. Coincidimos con un certamen internacional de misses. Había más de veinte chicas, todas con taconazos y sus mejores galas. Y aunque la independencia de Bolivia fue en 1825, en Sucre fueron precursores y celebraban el Bicentenario del primer grito libertario en 1809, con un bonito desfile.






lunes, 21 de octubre de 2002

SAO LUIS DO MARANHAO

Tras recorrer el Amazonas nuestro viaje continuó por la costa Atlántica y São Luis, la capital del Estado brasileño de Maranhão, ubicada en una isla. Era de arquitectura colonial portuguesa, declarada Patrimonio de la Humanidad. Era la única ciudad brasileña fundada por los franceses, en 1612, pero apenas estuvieron tres años, y retornó al dominio portugués. Era conocida como "la Atenas de Brasil" por sus numerosos poetas y artistas. Su Puerto, que exportaba productos como el café, el cacao y el azúcar de caña, la hizo prosperar, y fue la fue la primera ciudad brasileña en instalar un tranvía, electricidad o teléfono entre otros avances. 



El centro histórico estaba formado por casas bajas de una o dos plantas, con tejadillos inclinados con tejas de barro rojo. Las fachadas eran de todos los colores combinando los tonos: amarillas o blancas con ventanas azules, verde manzana con ventanas verde intenso o blanco, fachas rosas con ventanas granates, azul cielo con ventanas blancas. Además, tenían adornos de molduras de yeso. Otras fachadas estaban revestidas por azulejos portugueses. Las puertas eran altísimas y las ventanas arqueadas, algunas con cristaleras de colores en la parte superior. Una bonita arquitectura. 



La Iglesia del Destierro del s. XVII, fue la primera que encontramos. Era la única iglesia bizantina del Brasil. Se diferenciaba por sus adornos orientales en la parte superior. Parecían adornos de nata de un pastel. Después vimos la Catedral de Sé, la iglesia blanquiazul de los Remedios y la de San Antonio, con dos torreones medievales con almenas. Todas estaban cerradas.

 

Nos gustó la Fonte de Riberao del s. XVIII, pintada de azul añil y con cinco gárgolas como surtidores, de cuya boca manaba el agua. Curioseamos el Mercado, de forma circular, construido en el interior de una manzana de casas. Lo más llamativo eran los puestos de hierbas y cortezas medicinales, y las botellas de licores como la cachaça, que contenían cangrejos o frutos macerándose en el alcohol.

 



Visitamos una exposición sobre la restauración de los edificios y otra de arqueología. Entramos en el claustro del Convento das Merçés, pintado de rojo terracota. Pasamos por la Escuela de Música, donde adolescentes recibían clases en aulas con ventanas abiertas que daban a la calle. Para nuestra suerte apenas había turistas. Curioseamos algunas tiendas de artesanía con baldosines de estilo portugués. Bebimos agua de coco y descansamos en las sombreadas plazas. Vimos una escuela de capoeira, bares reggae y un anuncio curioso de detectives que investigaban adulterios.





La población, como en todo Brasil, era una mezcla de europeos, indígenas y africanos, y se respiraba un ambiente tranquilo. Se veían niños con bicicletas y ropa tendida en algunos rincones.


Cenamos en la terraza del restaurante Antigamente. Casquinha de caranguejo, camaroes,, arroz de dos tipos, puré de camaroes…y caipirinhas escuchando música brasileira en directo. Una delicia.