Marrakech es una
ciudad amurallada. La muralla rojiza se extiende a lo largo de 10km, tiene una altura de entre 8 y 10 metros, con 202 torreones. Se empezó a
construir en el s. XII y rodea la ciudad antigua: la Medina.

La Plaza Jemaa el Fna es el centro de la ciudad, a todas horas es diferente y tiene mucho ambiente. Los aguadores paseaban por allí con sus cuencos de latón dorado y ataviados con llamativos sombreros cónicos con borlas rojas, ofreciendo agua por unos pocos dinares o la posibilidad de hacerles una foto. Eran una nota de color del pasado. Desde primera hora están los puestos ambulantes de fruta y zumos de naranja y los de frutos secos. Además había limpiabotas, charlatanes cuyos monólogos en árabe no podíamos entender, pero que tenían su éxito, a juzgar por el corrillo que los rodeaba.

Los dentistas exhibían montones de dientes y dentaduras completas sobre una mesita o en vitrinas. Los curanderos mostraban su equipo completo de botos con elixires, saquitos de hierbas, raíces de mandrágora, cuernos de animales y animales disecados como ardillas, camaleones o serpientes.
Otros habituales eran los encantadores de serpientes, escribanos y los músicos de todo tipo de instrumentos: flautines, tambores, castañuelas bereberes y guitarras. Por la noche ganaban terreno las lectoras de manos, los adivinos y esotéricos con dibujos, símbolos y barajas colocados en el suelo. Las mujeres me llamaban para leerme el futuro, pero preferí no saberlo.
Vimos el exterior de la Mezquita Kotubia de
finales del s. XII, con un minarete de 77m, coronada por tres esferas de cobre
dorado, al estilo árabe. Y las tumbas saudíes, en
unos jardines con pabellones. Los Mausoleos tenían el techo abovedado formando
un artesonado de madera y escayola, y suelos y paredes cubiertos de mosaicos de
colores.


Callejeamos por el
Barrio judío La Mellah, por el laberinto de la Medina y sus zocos. Los hombres paseaban con sus largas chilabas y las mujeres llevaban velos de colores y la cara tapada. En los zocos
había productos de artesanos del cobre: teteras, platos, pebeteros. Los peleteros elaboraban y vendían bolsos, cojines, sombreros, sandalias y babuchas.
Había tiendas que ofrecían frutos secos y cereales apilados en pirámides. Además, había tiendas de alfombras, herboristerías donde nos dieron todo tipo de explicaciones sobre afrodisiacos. Las tiendas de especias vendían el jengibre, comino, azafrán, canela, paprika o curry, utilizadas para cocinar y dar sabor a las carnes y pescados.










El Palacio La
Bahia era un palacio árabe islámico del s. XIX, con jardines y patios. Nos impresionó por su lujo y decoración con estucos, mosaicos, madera tallada. La visita guiada era obligatoria, el guía nos explicó un montón de
curiosidades. La construcción se correspondía con los sentidos: los jardines
están hechos para disfrute de la vista, las inscripciones coránicas para el corazón
y la geometría para la cabeza.
Se construyó en 14 años, trabajaron 6000 personas en la construcción, a cambio solo de la comida. Las habitaciones bereberes eran cuadradas, con techos
bajos y con muebles altos. Las habitaciones árabes eran rectangulares con muebles bajos
y techos altos para que circulara el aire. El sultán tenía cuatro esposas legítimas y 24 concubinas. Como a las concubinas les tocaba solo una noche al mes con el sultán, no solían tener hijos.

Foto cortesía de Google


En otra zona de la ciudad están los curtidores de pieles. Al aire libre se extendían las cubas de piedra donde realizaban el curtido de las pieles en cuatro fases: primero se sumergen en cal viva, después palomino (heces de paloma) para suavizar la piel, tanino para teñir y otro producto para fijar el color. Hoy en día se teñía con productos químicos y no tintes naturales. El mal olor procedía del amoníaco de las heces. En aquella temporada los tintes eran de colores suaves. En verano se usaban colores vivos: azul índigo, rojos, verdes, morados, naranjas azafranados y amarillos.


El Palacio El
Badi fue una joya del arte islámico, pero no se conservaba tan bien como el Palacio de la Bahía. Fue construido en el s. XVI por el sultán Saadi Ahmend al-Mansur para celebrar la victoria sobre el ejército portugués en 1578. Leímos que estaba inspirado en la Alhambra de Granada, y tuvo 360 habitaciones.
Aunque los materiales de su construcción fueron
exquisitos mármoles y panes de oro, solo quedaban muros de color dorado llenos
de agujeros convertidos en palomares. Sobre sus muros las cigüeñas también había
construido sus nidos. Del antiguo palacio se conservaban los estanques, de 90m de largo por 20m de ancho. Sin duda Marrakech era una ciudad con encanto, con muchos rincones para descubrir y disfrutar, y muchos más lugares de interés.




Viaje y fotos realizados en 1998