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sábado, 24 de mayo de 2025

TEMPLOS MASRUR Y FORT KANGRA

En el Valle de Kangra, desde Dharamsala, visitamos los Templos Masrur, del s. VIII. Eran un conjunto de 19 templos hindúes tallados en la roca monolítica, con un estanque sagrado.

Tenían nichos excavados en la piedra y relieves de Visnú, Shiva y otros dioses y diosas védicos. El santuario principal tenía unas estatuillas  cubiertos con telas de colores.


Uno de los templos tenía labradas tres cabezas superpuestas de Buda, bien conservadas. Otras figuras estaban más deterioradas por la erosión y los terremotos sufridos. Subimos a la parte alta desde donde se contemplaba el conjunto de templos con el estanque y vistas del Valle de Kangra.




Los templos estaban dispuestos simétricamente en una cuadrícula, alrededor del templo principal, como una mandala. Y sus picos se reflejaban en las aguas verdosas del estanque sagrado, en un entorno de verde naturaleza.


                  
Leímos que mostraban similitudes con las cuevas de Elefanta, cerca de Bombay, Angkor Wat en Camboya o los Templos excavados en la roca de Mahabalipuran. Tenían relieves de apsaras, algo deterioradas.

                 



Continuamos la ruta por el Valle de Kangra pasando por varios ríos con puentes bastante deteriorados. Fuimos a visitar Fort Kangra, una fortaleza histórica de 4.000 años de antigüedad. 



El Fuerte era el más grande del Himalaya imdio. Se construyó sobre una colina entre los ríos Manjhi y Banganga, en las faldas de la cordillera Dhauladhar. Fue un importante centro del jainismo y conservaba templos con la piedra labrada. En el interior del santuario había deidades decoradas con flores y telas. Llegamos hasta la cima de la colina y contemplamos las vistas. 


jueves, 19 de septiembre de 2013

EL LABERINTO DE CUEVAS




La montaña estaba agujereada como un queso de gruyere. Vardzia fue una ciudad-cueva construida en el s. XII por el rey Giorgi III, y su hija la reina Tamar estableció allí un Monasterio. Llegó a tener trece pisos subterráneos y vivían 2000 monjes. Tenía 119 cuevas con 409 habitaciones, 13 iglesias y 25 bodegas de vino. Un terremoto en 1283 destruyó varias cuevas, y luego vinieron las sucesivas olas de invasores.

Era un laberinto de cuevas a distintos niveles, conectadas por escaleras de piedra y pasarelas. El interior de las cuevas no era demasiado grande. Los frescos de las paredes apenas se conservaban, pero si habían quedado numerosos nichos y hornacinas. En alguno de ellos los visitantes o los monjes habían dejado velas encendidas, que ennegrecían la piedra. También encontramos nidos de aves.


 
 
Pasamos por una galería subterránea de escalones y techos bajos y llegamos a una iglesia en el centro de la montaña. Era la Iglesia de la Asunción, con un pórtico con dos arcos de los que colgaban tres campanas. Un monje barbado abrió con su llave el portón de madera de la Iglesia. En ella se conservaban unos bonitos frescos murales y encontramos lo habitual en las iglesias ortodoxas: el altar cerrado, iconos, palmatorias de bronce, incensarios colgantes, libros…


 
Quise preguntarle al monje cuantos religiosos vivían en el Monasterio y le dije si hablaba inglés. Me contestó que no, pero cuando más tarde le pregunté el precio de unas velas me entendió perfectamente, y mirándome con cierta sorna me dijo claramente el precio en inglés.
Luego nos enteramos de que sólo vivían cinco monjes allí. Nos lo contó una monja joven a quien compramos un yogur cremoso muy rico elaborado por las monjas de otro monasterio cercano. Ellas tenían un huerto, cultivaban flores, y criaban truchas. Las monjas vivían tranquilas en aquel recinto repleto de flores, y eran más conversadoras, aun habiendo elegido aquella vida de retiro y aislamiento.



 
© Copyright 2014 Nuria Millet Gallego