viernes, 6 de marzo de 1998

EL ENCANTO DE MARRAKECH


Marrakech es una ciudad amurallada. La muralla rojiza se extiende a lo largo de 10km, tiene una altura de entre 8 y 10 metros, con 202 torreones. Se empezó a construir en el s. XII y rodea la ciudad antigua: la Medina.


La Plaza Jemaa el Fna es el centro de la ciudad, a todas horas es diferente y tiene mucho ambiente. Los aguadores paseaban por allí con sus cuencos de latón dorado y ataviados con llamativos sombreros cónicos con borlas rojas, ofreciendo agua por unos pocos dinares o la posibilidad de hacerles una foto. Eran una nota de color del pasado. Desde primera hora están los puestos ambulantes de fruta y zumos de naranja y los de frutos secos. Además había limpiabotas, charlatanes cuyos monólogos en árabe no podíamos entender, pero que tenían su éxito, a juzgar por el corrillo que los rodeaba. 




Los dentistas exhibían montones de dientes y dentaduras completas sobre una mesita o en vitrinas. Los curanderos mostraban su equipo completo de botos con elixires, saquitos de hierbas, raíces de mandrágora, cuernos de animales y animales disecados como ardillas, camaleones o serpientes. 

Otros habituales eran los encantadores de serpientes, escribanos y los músicos de todo tipo de instrumentos: flautines, tambores, castañuelas bereberes y guitarras. Por la noche ganaban terreno las lectoras de manos, los adivinos y esotéricos con dibujos, símbolos y barajas colocados en el suelo. Las mujeres me llamaban para leerme el futuro, pero preferí no saberlo.



Vimos el exterior de la Mezquita Kotubia de finales del s. XII, con un minarete de 77m, coronada por tres esferas de cobre dorado, al estilo árabe. Y las tumbas saudíes, en unos jardines con pabellones. Los Mausoleos tenían el techo abovedado formando un artesonado de madera y escayola, y suelos y paredes cubiertos de mosaicos de colores.




Callejeamos por el Barrio judío La Mellah, por el laberinto de la Medina y sus zocos. Los hombres paseaban con sus largas chilabas y las mujeres llevaban velos de colores y la cara tapada. En los zocos había productos de artesanos del cobre: teteras, platos, pebeteros. Los peleteros elaboraban y vendían bolsos, cojines, sombreros,  sandalias y babuchas. 

Había tiendas que ofrecían frutos secos y cereales apilados en pirámides. Además, había tiendas de alfombras, herboristerías donde nos dieron todo tipo de explicaciones sobre afrodisiacos.  Las tiendas de especias vendían  el jengibre, comino, azafrán, canela, paprika o curry, utilizadas para cocinar y dar sabor a las carnes y pescados.









El Palacio La Bahia era un palacio árabe islámico del s. XIX, con jardines y patios. Nos impresionó por su lujo y decoración con estucos, mosaicos, madera tallada. La visita guiada era obligatoria, el guía nos explicó un montón de curiosidades. La construcción se correspondía con los sentidos: los jardines están hechos para disfrute de la vista, las inscripciones coránicas para el corazón y la geometría para la cabeza. 

Se construyó en 14 años, trabajaron 6000 personas en la construcción, a cambio solo de la comida. Las habitaciones bereberes eran cuadradas, con techos bajos y con muebles altos. Las habitaciones árabes eran rectangulares con muebles bajos y techos altos para que circulara el aire. El sultán tenía cuatro esposas legítimas y 24 concubinas. Como a las concubinas les tocaba solo una noche al mes con el sultán, no solían tener hijos.

Foto cortesía de Google  

En otra zona de la ciudad están los curtidores de pieles. Al aire libre se extendían las cubas de piedra donde realizaban el curtido de las pieles en cuatro fases: primero se sumergen en cal viva, después palomino (heces de paloma) para suavizar la piel, tanino para teñir y otro producto para fijar el color. Hoy en día se teñía con productos químicos y no tintes naturales. El mal olor procedía del amoníaco de las heces. En aquella temporada los tintes eran de colores suaves. En verano se usaban colores vivos: azul índigo, rojos, verdes, morados, naranjas azafranados y amarillos.

El Palacio El Badi fue una joya del arte islámico, pero no se conservaba tan bien como el Palacio de la Bahía. Fue construido en el s. XVI por el sultán Saadi Ahmend al-Mansur para celebrar la victoria sobre el ejército portugués en 1578. Leímos que estaba inspirado en la Alhambra de Granada, y tuvo 360 habitaciones. 

Aunque los materiales de su construcción fueron exquisitos mármoles y panes de oro, solo quedaban muros de color dorado llenos de agujeros convertidos en palomares. Sobre sus muros las cigüeñas también había construido sus nidos. Del antiguo palacio se conservaban los estanques, de 90m de largo por 20m de ancho. Sin duda Marrakech era una ciudad con encanto, con muchos rincones para descubrir y disfrutar, y muchos más lugares de interés.




Viaje y fotos realizados en 1998

martes, 30 de septiembre de 1997

LAS PLAYAS DE BORACAY

 

En el viaje por Filipinas saltamos de isla en isla. Kalibo era la capital de la isla de Panay. En el aeropuerto nos ofrecieron comprar el combinado de bus y barco para ir a la pequeña isla de Boracay, nuestro destino. Embarcamos en Caticlán. El barco hacía tres paradas en tres tramos de la costa, que llamaban estaciones. Bajamos en la estación nº 2, cerca de Balabag. La marea estaba baja, no había muelle y para desembarcar nos metimos en el agua con las mochilas grandes. Nos alojamos en un bonito bungalow hecho de bambú y cañas trenzadas, con una hamaca en el porche. 


La arena era fina y blanca. Lo primero que hicimos fue meternos en aquellas maravillosas aguas verde azuladas y transparentes. El mar estaba salpicado de barquitas y se formaban pequeñas olas con el viento. Desde el agua veíamos toda la parte frontal de la playa llena de palmeras, los resorts estaban detrás, ocultos a la vista. Así quedaban integrados en el paisaje y se protegían de los muchos tifones de la zona. Detrás de la hilera de palmeras había unos altos parapetos hechos de troncos y cañas, con un camino sombreado para pasear.




Aquella era la costa oeste, la que llamaban White Beach, que era mejor para nadar. En el extremo había unas rocas aisladas, donde los isleños habían hecho un santuario con una virgen. A los pies de la virgen nos bañamos, tomamos el sol y dormitamos a la sombra de un cocotero. Unas mujeres nos vendieron una jugosa piña que saboreamos allí mismo. 

Otro día exploramos el interior de la isla y nos metimos por un sendero transversal. Comprobamos que la isla conservaba una exuberante vegetación. La isla tenía 7km de largo por 1km de ancho. La cruzamos y vimos la otra costa, con buen snorkel.


Al día siguiente fuimos con barca a bucear en la zona de playa de Ilig-Iligan. Comimos frente a Cocodrile Island: pescado lapu-lapu a la brasa, ensalada de arroz, pinchitos de carne, piña y bananas. Todo riquísimo porque el snorkel nos daba apetito. Seguimos por Laurel Island. Había peces en abundancia. Al regresar, el mar estaba bastante revuelto, con oleaje, y la barquita saltaba sobre las olas, como un caballo desbocado. 

En la playa las mujeres ofrecían sus servicios como masajistas. A la sombra de una palmera, tumbada en un sarong filipino, me embadurnó con aceite de coco, y me masajeó todos los músculos y huesecillos de la cabeza a los pies. Pasamos cuatro días en Boracay y disfrutamos mucho de la isla, sus playas, del buceo, la gastronomía, su vegetación y naturaleza. Una delicia. 





Viaje y fotos realizados en 1997

domingo, 28 de septiembre de 1997

BUCEO EN ISLAS FILIPINAS

En Filipinas tuvimos oportunidad de bucear en varias islas. En la isla Palawan hicimos snorkel en varios lugares. Alquilamos gafas con tubo y aletas. En El Nido un barquero nos llevó a Seven Comandos y Lupus-Lupus, bordeando la preciosa costa. Aquella zona era un arrecife continuo, formando un cinturón coralino

El agua se veía verde transparente y ya desde la barca se distinguían peces y corales. Desde Port Burton fuimos en barca a las islas Capsalay, Paradise, Exótica, Ipadawan, e Inala-Deland. Otro día fuimos al archipiélago Bacuit y al arrecife María. Y en la isla Boracay hicimos snorkel en la playa Ilig-Iligan y las islas Cocodrile y Laurel.


Vimos estrellas de mar azules. Había todo tipo de plantas marinas: unas parecían nenúfares gigantescos de color verde, otras eran de color rojizo y otras rosadas. Había corales ramificados y rocas coralinas con dibujados en su superficie laberintos. Algunas tenían forma de setas o champiñones gigantes. Había una especie de valvas abiertas de un color azul eléctrico, que atraían organismos acuáticos y luego se cerraban, atrapándolos. Adosados a otras rocas había una especie de erizos anaranjados.









Los peces también eran muy variados. Vimos los peces payaso rojos con franjas blancas, nadando entre las anémonas. Peces azul eléctrico, peces cebra con rayas amarillas y negras, peces verdes, y hasta una serpiente a franjas blancas y negras, ondulando bajo el agua. Utilizamos una cámara desechable submarina de Fotoprix y, aunque el colorido real era más intenso, nos gustó bastante el resultado. 




El Mar de Filipinas era un mar marginal de la parte occidental del Océano Pacífico. Las aguas estaban tranquilas, pero en algún trayecto de regreso encontramos oleaje, y la barquita saltaba sobre las olas como un caballo desbocado. En todas las islas disfrutamos el buceo y la abundancia de vida submarina. Una maravilla del viaje.

 Viaje y fotos realizados en 1997