lunes, 13 de diciembre de 2021

EL ENCANTO DE MATERA

Matera es una de las ciudades más antiguas del mundo, después de Alepo y Jericó. Está construida sobre una meseta que domina el barranco de Gravina. El laberinto de callejuelas y sus casas escalonadas parecían una preciosa maqueta. Había varios miradores para contemplar la población desde diferentes perspectivas. 

Eran característicos los sassi, las cuevas-vivienda excavadas en la roca, consideradas Patrimonio de la Humanidad. Las casas fueron habitadas por familias que convivían con ganado y gallinas como calefacción. Se consideraron insalubres y fueron desalojadas de 1952 a 1968. Quedaron abandonadas hasta 1980, cuando se rehabilitaron y se alojaron artistas extranjeros con concesiones de 30 años.


La ciudad estaba formada por el Sasso Baresano, con palacios y casas antiguas, y el Sasso Caveoso que conservaba sus viviendas excavadas en la roca. La parte más antigua era el barrio de Civita, construido alrededor de la Catedral, que dominaba el paisaje de los sassi. Disfrutamos de las vistas de las casas escalonadas y las cuevas desde varios miradores.



En la Piazza Vittorio Venneto había una escultura de Dalí: el Elefante Espacial y un carrusel antiguo. Callejeamos y vimos la Capilla San Vito, con algún fresco, la Iglesia de San Giovanni Bautista (medieval, románica y árabe) y la Iglesia de San Francisco de Asís (barroca del s. XIII).



Una visita interesante es la Casa Grutta de Vico Solitario, una cueva-museo con mobiliario y objetos tradicionales. En ella vivió una familia con once miembros. Sólo tenían una cama alta, debajo se ponían las gallinas para dar calor, y en frente estaba el establo con la mula, la mejor calefacción. Junto a la cama el orinal, Se conservaba la cocina antigua con sus cacharros (vasijas, sartenes colgando y platos), el brasero, un telar y una rueca. Como curiosidad, había una gran cómoda y el último cajón se utilizaba como cuna, para que durmieran los más pequeños.

Los techos era de bóveda y las paredes encaladas tenían mazorcas y pimientos secos colgando, también había algún cuadro. Nos recordó a las cuevas del Sacramento en Granada. En la casa-cueva Noha vimos un documental sobre Matera, sus tiempos de penurias, la humedad, las viviendas insalubres y su evolución. Lo proyectaron directamente en las paredes de la cueva. Carlo Levi fue el documentalista y fotógrafo de la época que reflejó y denunció esa realidad. Muy interesante.




           

El Complejo de Monterrone, la gran roca que se erguía en el Sasso Caveoso. Estaba compuesto por dos iglesias casi totalmente excavadas en la roca: la Iglesia de Madonna de Idris y la Iglesia San Giovanni de Monterrone. El interior tenía algunos frescos. Lo imponente y bonito era el exterior, por su ubicación y sus vistas.






Al lado estaban las cuevas del Parque Murgia Materana, un área con restos arqueológicos y 150 iglesias rupestres, declarada Patrimonio de la Humanidad. Era un paisaje rocoso tapizado de hierba verde con numerosas cuevas. Cruzamos el llamado Puente Tibetano, un puente colgante sobre el barranco de Gravina. Caminamos por senderos recorriendo el poblado neolítico de Murgia Timone, y entramos en varias cuevas, una de ellas enorme.





La Iglesia Rupestre Santa Lucía alla Malve  fue excavada en el s. IX y utilizada por comunidades de monjas benedictinas hasta el s. XIII. El interior era de tres naves con arcos y conservaba frescos de tonos ocres, granates y anaranjados. Fue la que más nos gustó.



           


Otra visita fue el Palombaro Lungo, una cisterna subterránea, bajo la plaza Vittorio Veneto. Se construyó en el s. XIX aprovechando las cuevas naturales y la acumulación de agua que se producía en la zona. Tenía una altura de 16m, y una capacidad de 5 millones de litros. Los sassi tenían un sistema hidráulico destinado a recolectar el agua de lluvia y de manantial, con una red de canales y cisternas. El Palombaro Lungo era la mayor cisterna de Matera.

Vimos los agujeros en el techo por los que bajaban los cubos para recoger el agua. Bajamos por escaleras y pasarelas, recorriendo la gran cisterna de aguas verdosas. Curiosa.


            

El Museo Laboratorio de la Civilitá Contadina (de la vida campesina) era el museo antropológico más grande del sur de Italia. Estaba repleto de objetos, herramientas y mobiliario. Las habitaciones con camas tenían todos los detalles: quinqués, ropa, zapatos, cuadros, lámparas...Había una habitación de niños con juguetes como un triciclo, muñecas, tebeos, libros, un pupitre, carteras de colegio. La cantina parecía recién abandonada, con las vasijas y vasos de vino, pan horneados, nueces, almendras, tomates, juegos de cartas. 



En otras habitaciones estaban las herramientas de carpinteros, forjadores, campesinos, zapateros. También había instrumentos musicales como un acordeón o un trombón. Había otro recinto una barbería completa con sus sillones de barbero y utensilios. Muy abigarrado todo, interesante y completo.




Nos alojamos en un sassi tradicional, restaurado y acogedor. Por la noche disfrutamos del mercado navideño. Las casetas ofrecían dulces de todo tipo: chocolates con pistachos, frutos secos garrapiñados, trufas de chocolate y coco, guirlaches y los deliciosos canolis sicilianos de queso ricotta, Todo eran tentaciones. La iluminación nocturna de las casas escalonadas de Matera la convertían en un auténtico belén, una ciudad llena de historia y belleza. 


domingo, 19 de septiembre de 2021

LA BELLEZA DE DUBROVNIK

La entrada en la ciudad de Dubrovnik fue espectacular. Atravesamos la Puerta Pile y caminamos por la Placa Stradum, la calle principal, bordeando edificios nobles de piedra blanca con contraventanas verdes. Estaba considerada Patrimonio de la Humanidad. La belleza de su casco antiguo impresionaba, rodeado por poderosas murallas defensivas y el azul Adriático. Era una fantasía medieval mediterránea. 


Seguimos la Placa Stradum y pasamos por la Columna Orlando, punto de encuentro popular, y la Fuente Onofrio, una fuente circular emblemática, que conservaba 16 máscaras de cuya boca brotaba el agua, construida en 1438 como parte de un sistema de suministro de agua de 12km de recorrido.

El núcleo intramuros estaba restaurado con acierto, y apenas se notaban los daños de los bombardeos de la Guerra de los Balcanes en los años 90. Más adelante veríamos fotos de los estragos de la guerra. Pero las murallas, torres, las plazas y las calles habían recuperado su magnificencia.


Visitamos el Palacio Sponza del s. XIV. La fachada era bonita, con arcos y ventanas gótico-renacentistas. Fue Aduana, Casa de Acuñación, Arsenal y Archivo Estatal. Solo se podía visitar el claustro y las salas de la primera planta. Había una exposición de fotografías antiguas con gente de Dubrovnik en trajes de baño, paseando y bañándose en la playa. 


  

     

                        

Visitamos el Palacio del Rector del s. XV, de estilo gótico-renacentista. El edificio era precioso de fachada con arcos y ventanas góticas. En el interior un claustro de piedra blanquísima con una gran escalinata. Albergaba el Museo de Historia Cultural, que exhibía armas, arcones de madera y hierro forjado, cajas fuertes, botes de cerámica de farmacia antigua, monedas, algún traje, cuadros, salones enormes con mobiliario antiguo, grandes lámparas, piano y relojes…Una visita muy completa, por el edificio en sí y por el museo.





Luego salimos de la Muralla hacia el Puerto. La ciudad se extendía por las laderas verdes de la montaña, entre cipreses y otros árboles. El Puerto tenía mucha vida, con barcos que partían y entraban. Vimos una bonita carabela de madera, con la cruz roja, una especie de cruz de Malta, en la vela mayor. Había muchos bancos desde los que contemplar la Bahía. La gente paseaba, tomaban algo en las terrazas, jugaban a cartas y se bañaban junto a la muralla. Había plataformas de piedra y pequeñas piscinas naturales con escaleras donde darse un chapuzón.




Otro día hicimos el recorrido por la parte alta de las Murallas. Formaban un cinturón continuo con 2km de perímetro, 1,5m de grosor y 25m de altura. Tenían 15 torres fortificadas cuadradas. Se levantaron entre los s. XIII y XIV. Las vistas desde la altura de las murallas eran magníficas: un mosaico de tejados rojos, entre monasterios y torres de iglesias, con el Puerto salpicado de barcos y el azul Adriático de fondo. En algún tramo de la muralla había pequeños bares donde parar a contemplar las vistas.





Rodeamos toda la ciudad de Dubrovnik desde la altura de las murallas. Hicimos innumerables fotos de la Fortaleza Lovrijonac, de las torres, de los tejados. Leímos que los daños de los bombardeos de la Guerra de los Balcanes en la década de los noventa, podían apreciarse en el color de las tejas, las más rojas era nuevas, las antiguas tenían color anaranjado y verdín. Pudimos curiosear los jardines y patios de casas particulares, algunos con ropa tendida.

Al atardecer dimos un paseo en barco por el Adriático, rodeando la Muralla y parte de la isla Cokrum. Era un recorrido panorámico. El barco tenía suelo de vidrio, y vimos el fondo marino con algas y posidonias. Desde el mar las murallas se apreciaban imponentes y se veían de otra forma. Pasamos junto a los torreones y en las rocas se veía gente bañándose, algún kayak y la Carabela de madera con las velas henchidas navegando. Nos acercamos a la Isla Cokrum sin desembarcar. Era una Reserva Natural protegida, exuberante y boscosa con encinas, fresnos, pinos y olivos, y un Monasterio Benedictino. Se veía muy verde. Leímos que tenía pavos reales y 150 especies de aves. Fue un paseo en barco fantástico.







El último día subimos al Teleférico (Cable Car) para contemplar las vistas de la ciudad. Lo construyeron en 2010. Las vistas eran espectaculares. El cinturón de las murallas que rodeaba el casco antiguo tenía forma de herradura o de rodaja de salmón, con el Puerto en un extremo y el Fuerte en el otro. El azul del mar Adriático bordeaba el conjunto de casas y tejadillos rojos. Caminamos por la cima del monte para buscar nuevos ángulos, hicimos cientos de fotos y quedamos maravillados de la belleza de Dubrovnik.