lunes, 4 de septiembre de 2023

MOLINOS DE AGUA Y CASCADAS BOSNIAS

Durante la Edad Media los habitantes de la zona decidieron aprovechar la fuerza de los Lagos de Pliva y construyeron molinos de madera, para moler trigo. Con el tiempo dejaron de utilizarse y hoy en día eran un atractivo turístico.

Se conservaba un grupo de unos veinte pequeños molinos, ubicado en la parte que separaba el Malo Plivska (Lago Pequeño) del Veliko Plivska (Lago Grande). 



Los molinos estaban conectados entre sí por unas pasarelas y puentes de madera sobre el río y los saltos de agua. Tenían tejados triangulares y bajo los pilotes se conservaba alguna rueda de noria cubierta de musgo verde. Eran muy fotogénicos y correteamos como niños por las pasarelas buscando nuevos ángulos para verlos y fotografiarlos.




Luego paseamos por las orillas de los lagos, entre montañas y bosques, admirando los reflejos. Había una zona como un estanque grande de aguas verdosas y calmas, con algunos juncos, ideal para bañarse. 


En las Cascadas de Jajce las aguas del río Pliva se precipitaban desde una altura de 17m para unirse al río Vrbas, creando un salto espectacular y de gran anchura. El entorno era muy verde y el agua bajaba con fuerza, espumosa. Leímos que antes las cascadas tuvieron 30m de altura, pero durante la Guerra de Bosnia una crecida del río provocó un desprendimiento y la redujo casi a la mitad. También lo atribuían a los daños causados por la presa que alimentaba a la Planta Hidroeléctrica, a 4km; o por causa de un terremoto. De todos modos, era un paisaje muy bello.

Las contemplamos desde el Mirador de las Cascadas. Bajamos a una plataforma circular, donde te empapabas de las microgotas de la cascada, como un spray. Luego fuimos a otro Mirador del Pabellón, en la parte de enfrente, con vistas de las cascadas y el pueblo de Jajce sobre ellas. Un paisaje precioso.


Nos alojamos en Jajce, una bonita población con un casco antiguo amurallado y un Fuerte. Fue fundada a finales del s.XIV por un señor feudal, y cuando murió en 1416 se convirtió en la capital del Reino de Bosnia.


Otro día fuimos a las Cascadas e Kravice, más cerca de Mostar. Decían que no eran tan famosas como las de Plitvice en Croacia, pero que eran uno de los lugares más visitados de Bosnia. Eran un conjunto de lagunas y cataratas de 25m de altura, que caían formando un lago en un anfiteatro natural. Nos impresionó el frontal de las cascadas. Además, los chorros caían entre grandes rocas recubiertas de musgo verde y vegetación. 

Había una laguna donde bañarse, miradores y pasarelas de madera que recorrimos buscando distintos ángulos. Nos instalamos en una de las terrazas y contemplamos la belleza de las cascadas. Bosnia tenía una naturaleza espectacular.





domingo, 3 de septiembre de 2023

LA BELLEZA DE MOSTAR

De Sarajevo a Mostar había solo 12km. El trayecto fue un paisaje muy verde y montañoso. En el tramo final fuimos paralelos al río Neretva, de aguas muy verdes que reflejaban las montañas. La belleza de Mostar nos impresionó. Era la capital de Herzegovina, una región histórica que durante el s. XIII fue anexionada al Reino de Bosnia. Aunque en la práctica mantuvo un elevado grado de independencia hasta la conquista de la zona por parte del Imperio Otomano en 1482. Con los turcos Mostar prosperó y se llenó de edificios otomanos. Siguió la ocupación del imperio Austro-Húngaro. Todos dejaron su influencia, pero Mostar tenía personalidad propia.


El símbolo de la ciudad era el Stari Most (Puente Viejo), el puente otomano de un solo arco que se elevaba más de 20m de altura sobe el río Neretva. Era una auténtica maravilla arquitectónica, con una torre defensiva en cada extremo. El original fue construido en 1567 por orden de Suleimán el Magnífico. Durante más de 400 años el puente sobrevivió a todo tipo de conflictos, incluida la II Guerra Mundial. Pero en 1993 el ejército croata lo destruyó durante su enfrentamiento armado con los bosnios musulmanes. Lo que veíamos era una réplica.

La Mezquita Koski Mehmed Pasha. El interior era bonito con el mirhab adornado con celdillas, vidrieras de colores, alfombras, atriles y un púlpitos con escaleras rematado por un capitel triangular. Subimos los 86 peldaños de piedra de una escalera caracol para llegar a la parte alta del minarete. Las vistas de Mostar, los tejados rojos sobre el verdor, el rio de aguas esmeralda y el Puente eran magníficas. Desde el jardín de la Mezquita también había buenos ángulos para fotografiar la ciudad.


Cruzamos el puente y bajamos a la plataforma de madera para verlo mejor. El paisaje de la ribera del río Neretva estaba salpicado de casas asomadas al curso de aguas verdes. Dimos un paseo en una barca zodiac recorriendo ambos lados del puente y viendo sus diferentes perspectivas. 

Vimos como se lanzaban en picado varios chicos bronceados. Primero despertaban la expectativa paseando por el borde exterior de la barandilla del puente, indiferentes a la altura y provocando exclamaciones de los espectadores. Luego pasaban la gorrita y cuando consideraban que era suficiente, se lanzaban en picado al vacío, una caída vertical impresionante hasta que se sumergían en las aguas verdes. Un espectáculo en un escenario histórico y precioso.



Visitamos la Casa Museo Katjaz, de estilo otomano, la mejor conservada de Herzegovina y declarada Patrimonio de la Humanidad. Tenía varias habitaciones decoradas con coloridos kilims, divanes, cojines, teteras, utensilios de cocina, trajes de época, paños de mesa bordados y todo tipo de detalles. Había hornacinas en la pared con objetos como una plancha de hierro. Nos gustó el mobiliario de madera: armarios, grandes baúles, mesas bajas redondas y hasta una cuna. 



La planta superior presentaba la típica distribución turca con dormitorios separados para las mujeres, que tenían una gran sala de estar con ventanales y divanes, donde recibían a los invitados y se entretenían. Los hombres se alojaban en el lado sur de la casa, pero el cabeza de familia podía visitar cuando quisiera a sus numerosas esposas. La preferida tenía una habitación más grande y decorada con más lujo. Un ambiente muy oriental y una visita muy interesante.


Al pasar de la orilla oeste a la orilla este se atravesaba simbólicamente el antiguo cruce entre Oriente y Occidente. Allí estaba el Old Crooked Bridge, otro puente antiguo de piedra arqueado más pequeño. Muy coqueto y rodeado de vegetación verde.



La otra Casa Museo otomana era la Bescovic, construida sobre altos pilares junto al río. Los anexos de la casa estaban destrozados, pero la parte restaurada nos encantó. El patio de entrada tenía plantas, flores y una fuente hecha con varias teteras de bronce. En el porche de la casa había divanes con cojines para sentarse y contemplar el jardín.

En el piso superior había una sala circular para recibir invitados, con varios ventanales arqueados, mesas hexagonales de madera labrada con los servicios de café y sus cacitos de cobre. En otro espacio exhibían un telar y algún traje tradicional y vimos los dormitorios con camas y una cuna.




Visitamos el Museo de la Guerra y el Genocidio, del periodo 1992-1995, un tributo a la memoria de los horrores que se cometieron, mostrado de diversas formas. Había ropa, zapatos y objetos de la vida cotidiana de las víctimas bosnias, con carteles explicativos de su historia. Impresionaba y emocionaba. 

La Guerra de Bosnia dejó la ciudad arrasada y con la ayuda internacional se reconstruyó el casco antiguo. Cuando fuimos en 2023, todavía quedaban secuelas del conflicto y vimos algunos edificios con impactos de bala en la fachada y esqueletos de edificios, en los que la hierba crecía a través del hueco de las ventanas, como un símbolo de que la vida se abría paso. La ciudad de Mostar había renacido y su belleza era una afirmación de la vida.




sábado, 2 de septiembre de 2023

EL TÚNEL DE LA ESPERANZA

 

El Túnel de la Esperanza permitió a los bosnios sobrevivir al asedio de 4 años que sufrió la ciudad de Sarajevo. Estaba a 11km y llegamos con el tranvía nº 3 y con taxi. La Guerra empezó en 1992 y el túnel se construyó en 1993. Utilizaron el sótano de una casa en las afueras, de la familia Kolar. Excavaron 800m pasando por debajo del cercano Aeropuerto, para eludir el cerco de los serbios. Permitió transportar comida, medicinas, armas, soldados, heridos y enfermos. 


La casa se conservaba tal como quedó tras la guerra, con la fachada llena de impactos de bala. Bajamos al túnel y recorrimos un tramo de unos 90m. Era estrecho y tenía una altura de 1,6m. Tenía carros y vagonetas para trasladar lo que fuera con la mayor rapidez. Vimos un documental con imágenes de la actividad del túnel durante el asedio, y exposiciones de las cajas de material, armas (bombas y fusiles), ropa de soldados, cascos, cantimploras, sacos terreros de trincheras y objetos bélicos. Había fotos de la familia Kolar. Siempre habrá gente valiente y generosa dispuesta a ayudar, arriesgando sus vidas.

Un cartel recordaba que Sarajevo fue Sede de los Juegos Olímpicos en 1984, y solo ocho años después se desencadenó la guerra y tuvo lugar el asedio. El Cerco de Sarajevo fue uno de los más horribles que tuvieron lugar durante la Guerra de Bosnia. En abril de 1992 el ejército Serbio de la República Sprska se situó en las colinas que rodeaban la ciudad de Sarajevo con equipos de artillería, tanques y morteros, y comenzó a bombardear la ciudad. En mayo los Serbios bloquearon todas las carreteras de acceso, cortaron los suministros básicos de agua, electricidad y gas. Los Bosnios no se rindieron y el asedio se prolongó hasta febrero de 1996, casi 4 años!



Durante ese tiempo los Serbios destruyeron multitud de edificios, entre ellos hospitales, colegios, bloques de pisos, mezquitas, recintos deportivos, museos y la Biblioteca Nacional con su histórica colección de libros. Dejaron la ciudad en ruinas. Además, la población civil se convirtió en un objetivo más. Centenares de personas fueron abatidas por francotiradores desplegados en la zona ocupada por los Serbios, en la llamada “Sniper Alley”, Avenida de los Francotiradores. Todo se juzgó como Crímenes de Guerra y se condenó a los principales culpables.


Luego visitamos en Sarajevo el Museo de los Crímenes de Guerra y del Genocidio. Ofrecía mucha información a través de testimonios en paneles, fotos, objetos y vídeos. Había jerseys o chaquetas usadas por sus dueños durante los 4 años del asedio, historias de los hospitales y de los ataques y bombardeos a escuelas con niños fallecidos y heridos. En una vitrina se mostraban los alimentos que recibía una familia de cuatro miembros, como una cartilla de racionamiento: 30 huevos, sal, azúcar, aceite, latas de sardinas y poco más. Hubo mucha hambruna. 

Mostraban relojes, botas, diarios, radios, instrumental quirúrgico, etc. Había testimonios de niños que decían mirar al cielo para conseguir los paquetes de ayuda de la ONU, que lanzaban con paracaídas. Y mil detalles más, todo tremendo. Había un teléfono que podías descolgar en una salita, y alguien te explicaba su historia. Impresionante y emocionante. Para que no se perdiera la memoria. Eso ponía en las escaleras de acceso al museo, que no se perdiera la memoria, no olvidar las atrocidades que se cometieron, como la matanza de Sbrenica. “Memory remains”, la Memoria permanece…o debería permanecer.