domingo, 28 de febrero de 2021

NECRÓPOLIS SUDANESAS





En la ruta hacia el norte visitamos un Cementerio Sufí, con unas enormes tumbas en forma de cúpula llamadas Qubbas. El Sufismo podría decirse que es la parte espiritual del Islam, que se convirtió en la religión Nubia en Sudán. Se caracterizaba por su ascetismo y tuvo un papel importante en la formación de sociedades musulmanas a través de sus actividades misioneras y educativas.

El cementerio era del s. XVII, de época post-medieval. Las Qubbas estaban dispersas y la luz del atardecer bañaba su piedra arenisca en una luz dorada. Entramos en el interior de una de ellas y nos recibió un intenso olor a excremento, estaban llenas de murciélagos. Oímos sus chillidos al perturbar su paz y salimos en seguida. En el terreno de alrededor había otros sepulcros cubiertos de piedras blancas y negras. 


Otra tumba que nos impresionó fue Al-Kurru, en la necrópolis real de Napata, de casi 3000 años de antigüedad. Era la tumba subterránea del Faraón Negro Tanutamani, sucesor de Taharqa. La entrada era un tubo alargado, custodiado por dos hombres de túnicas blancas. Uno de ellos la abrió y descendimos las escaleras en semioscuridad, estaba a bastante profundidad. La cámara funeraria tenía una entrada en arco con pinturas milenarias muy bien conservadas. Nos sorprendió el colorido de las pinturas: rojos, negros, amarillos y ocres. Los pigmentos habían resistido el paso del tiempo. Nos dijeron que eran las pinturas originales, no restauradas.


En el centro de la cámara funeraria había un sol rojo y a los lados unos monos que lo adoraban. En las paredes laterales había jeroglíficos, un gran escarabajo y muchas figuras de egipcios de perfil. En el exterior de la necrópolis había un templo semienterrado con 22 columnas, protegido por un tejadillo y una pirámide semiderruida. Los egipcios dominaron el territorio sudanés durante siglos y dejaron su huella. Otras necrópolis tenían tumbas bajo pirámides, como las de Nuri y Meroe, que veríamos más adelante. Leímos que cuando descubrieron la tumba de Al-Kurru y entraron en el túnel, este se derrumbó y mató a varios arqueólogos. Y es que Sudán con sus templos, tumbas y ruinas históricas, era el sueño de cualquier arqueólogo, y también de cualquier viajero. 




JARTUM Y SUS MERCADOS



Jartum (o Khartoum), la capital a orillas del río Nilo, fue nuestra entrada en Sudán. Es una gran ciudad africana de más de ocho millones de habitantes, con museos, cafés y restaurantes, avenidas arboladas, edificios bajos y un discreto skyline a orillas del río, en el que destaca el edificio ovalado del Hotel Corinthia. Pero también mantiene el estilo árabe, en sus mezquitas y sobre todo en sus coloridos mercados. Cruzamos el río para ir a Omdurmán, la antigua capital del país. 

Primero vimos el mercado de pescado, un recinto no muy grande, al aire libre. Exhibían los pescados en cestas y sus escamas brillaban al sol. Algunos tenían básculas antiguas. Los hombres vestían sus largas túnicas blancas tradicionales con turbantes, y las mujeres sus vestidos estampados con velo.




El mercado de Omdurmán fue el más animado y colorido que vimos en el viaje. Más adelante nos gustó mucho el de Karima. Nos gustaron especialmente los puestos de hortalizas, las carnicerías con sus piezas colgando, las pirámides de grano, dátiles y otros frutos secos. Compramos cacahuetes tostados. La gente nos acogía con simpatía y amabilidad.






El llamado Al Mogran es el punto de encuentro entre el Nilo Blanco y el Nilo Azul. El Nilo con sus 6.853km es el mayor río de África y el segundo del mundo tras el Amazonas. Fertilizaba las áridas tierras del país, transformándolas en franjas de verde vegetación y cultivos.  

Visitamos la Tumba de Mahdi, el héroe nacional que derrotó al coronel británico Charles George Gordon en el asedio de Jartum. La historia completa la cuenta la película “Kartum”, con Charlton Heston en el personaje de Gordon y Laurence Olivier como Mahdi. Era un bonito edificio amarillo con tres cúpulas plateadas, entre jardines.

En la ciudad se ven muchos tuk-tuks, los motocarros que también se utilizan como transporte en Asia. El viaje por Sudán acababa de empezar.









viernes, 13 de marzo de 2020

EL CARNAVAL DE LA VEGA




Hay muchos motivos para viajar a República Dominicana, además de por sus fantásticas playas. Uno de ellos es el Carnaval. Nos recomendaron el Carnaval de La Vega. Y allí fuimos, estaba a sólo dos horas de guagua desde Santo Domingo. Fue un espectáculo magnífico y lleno de colorido. Merecía su fama. Los trajes eran muy imaginativos, originales y llenos de fantasía.


La calle estaba preparada con vallas para el público a ambos lados y carpas con música de merengue y bachata a todo volumen. Las carpas de música estaban situadas en las intersecciones de las calles, así que el truco era colocarse en medio, si no querías volverte sordo. Desfilaron más de sesenta comparsas con gran variedad de trajes. Algunos recordaban al Carnaval de Venecia, con trajes blancos y dorados y máscaras sofisticadas. Nos sorprendió que los trajes fueran tan recargados y pesados, debían ser muy calurosos, y no era lo mejor para un ambiente tropical con temperaturas alrededor de 30º. Todos eran un derroche de colores: naranjas, rojos, rosas, azules, violetas, verdes, granates, amarillos…Algunos parecían mariposas con las alas extendidas. Cuando posaban para el público abrían los brazos y el traje se mostraba en todo su esplendor.




Algunos iban disfrazados por libre como un obispo con el manto violeta o unos bosquímanos con el cuerpo cubierto de barro ocre amarillento, o un Freddy Krueger. Otros llevaban caretas blancas de Anonymus, y todas las máscaras eran muy sofisticadas y elaboradas. Sólo pasó una carroza con decoración selvática de hojas verdes, con las reinas del Carnaval, una niña y una jovencita dominicana, las dos muy guapas. 

Había mucho ambiente, aunque apenas vimos turistas occidentales. Los que desfilaban posaban y hacían bromas al público. Los que llamaban Diablos Cojuelos llevaban una vejiga forrada de tela y con ella golpeaban con fuerza los traseros que pillaban, especialmente los de las mujeres. Era una forma de bromear de los chicos, como los zurriagazos.





Al final del desfile las comparsas estaban extenuadas con el calor. Se sacaban las máscaras y bebían agua, mostrando sus caras sudorosas. Algunos llevaban pequeñas mochilas en la espalda, bajo el disfraz, y sorbían del tubo. Nosotros estábamos asados de calor, así que ellos con toda aquella ropa…Después de varias horas finalizó. Fue un espectáculo multicolor que nos mantuvo absortos. Imaginación, originalidad y fantasía, eso fue el Carnaval de La Vega.



© Copyright 2020 Nuria Millet Gallego

jueves, 12 de marzo de 2020

MARAVILLAS DE HAITÍ





Todos los viajes tienen un detonante, una motivación que los impulsa hasta convertirlos en realidad. La nuestra fue ver unas fotos de la Ciudadela Laferrière en Haití. Estaba a poca distancia de la ciudad de Cap Haitien. Un bonito camino empedrado entre vegetación y plataneros, ascendía hasta ella. Subimos a pie en media hora, pero también se podía ir a caballo. Era una Fortaleza impresionante en la cumbre del Pico Laferrière de 900 m. de altura. Era impenetrable, con muros de 40m. de altura y 4m. de anchura. Fue construida por el rey Henri Cristophe a principios del s.XIX para repeler los ataques de los franceses, Más de 20.000 trabajadores participaron en la construcción. Como curiosidad, para unir las piedras utilizaron una mezcla de cal, melaza, sangre de vacas y chivos sacrificados con el fin de que los espíritus y dioses de la religión vudú le otorgasen poder y protección. Era la Fortaleza más grande de toda América y estaba considerada Patrimonio de la Humanidad.




El interior era un laberinto de galerías y estancias a varios niveles. Tenía un gran patio central, cuarteles, habitaciones de oficiales, un polvorín y anchas galerías con 160 cañones. En las habitaciones de los oficiales había expuestos algunos muebles: escritorios, jofainas con jarra, la mesa del comedor. En el patio las balas de cañón estaban apiladas en forma piramidal. Había más de 5000 balas en la Fortaleza. El polvorín estalló y mató al hermano del rey. Su  tumba estaba allí expuesta. El propio Henri Cristophe se suicidó, decían que con una bala de plata, y fue enterrado en la Fortaleza, en un lugar desconocido. Aunque las fotos que vimos antes del viaje eran espectaculares, aéreas hechas con un dron, la visita a la Ciudadela no nos decepcionó.




Estuvimos subiendo y bajando escaleras y metiéndonos por todos los pasadizos, subterráneos y galerías. Los cañones de bronce estaban labrados con dibujos de soles y otras figuras. Vimos que había un cañón de Barcelona, traído por los franceses en la época de Napoleón. Las vistas desde la Ciudadela Laferrière eran magníficas, decían que podía verse la cercana isla de Cuba. Se veían las montañas tapizadas de verde, la ciudad de Cap Haitien y el azul del mar Caribe.




El Palacio Sans Souci, también Patrimonio de la Humanidad, fue construido como rival del de Versalles francés. Los haitianos lo consideraban la octava maravilla del mundo. A la entrada del Palacio había una iglesia blanca con una cúpula circular enorme. En los jardines se conservaba un busto de mujer de yeso blanco. Fue un elegante edificio, hoy medio derrumbado en un entorno tropical, con sus ruinas sin techado, abandonado desde el terremoto de 1842. Se conservaba una gran escalinata central que había estado flanqueada por leones de bronce. Las estancias habían sido el salón del trono, sala de banquetes y habitaciones privadas. De los muros habían colgado tapices y cuadros, y en el palacio se habían celebrado grandes fiestas y bailes, en su época de esplendor. “Sans souci” significaba “sin preocupaciones”. En la actualidad, Haití tenía otras preocupaciones y estaba inmerso en otra realidad.

 


© Copyright 2020 Nuria Millet Gallego

EL ENCANTO DE CAP HAITIEN





El tema de la seguridad en Haití es controvertido. El país es muy inestable políticamente, pobre y hay  descontento social. Además, los desastres naturales como el terremoto de 2010, han sido devastadores. Por toda la información que teníamos, el sur, la zona de la capital Puerto Príncipe, era más problemática para viajar. Por eso decidimos visitar el norte, que no había sido afectado por el terremoto. Desde la ciudad de Santiago en República Dominicana a Cabo Haitiano, los autobuses de la compañía Caribe Tours hacían el trayecto en cuatro horas, más otra hora de trámites de aduana. La ciudad era la base para visitar dos Patrimonios de la Humanidad: la Ciudadela Laferrière y el Palacio Sans Souci.

Cap Haitien fue durante la época colonial francesa la ciudad más rica del Caribe, conocida como la “París de las Antillas”. La riqueza fue por sus plantaciones de azúcar, café, algodón, índigo y el comercio de esclavos. La entrada fue impactante, con toneladas de basura y plásticos que llenaban las playas de la Bahía y los arcenes de la carretera. Sin embargo, nos sorprendió el buen estado del barrio colonial, con casas de dos plantas con balcones y altos portones en forma de arco pintados de colores intensos: rojos, verdes, amarillos, azules, naranjas…Estaban llenas de gente y bullicio, con ambiente caribeño. Había comercios de todo tipo: quincallerías, loterías, colmados, barberías, farmacias, zapaterías, almacenes…La Catedral pintada de blanco y amarillo estaba cerrada.




El mercado tenía una estructura de hierro oxidado, aunque se extendía por todas las calles de alrededor. Estaba repleto de gente y de puestos, hasta el punto que nos costaba pasar por en medio. No querían fotos y lo respetamos tomando unas pocas panorámicas que con la luz escasa no reflejaban la realidad. Había puestos de plátanos verdes, de vegetales, pescados  secos, cosmética, pañuelos y textiles. Dimos varias vueltas y salimos del tumulto. Las calles de la ciudad nos parecieron tranquilas en comparación con el bullicio del gran mercado.





Era fácil orientarse en la ciudad porque las calles estaban ordenadas por numeración. Y no había ningún turista. Los haitianos eran amables si te dirigías a ellos, pero si no, no te molestaban ni interpelaban. Paseamos solos, sin dinero ni objetos de valor, y nos sentimos seguros. Vimos la  salida de un colegio. Vestían uniforme con falda o pantalón azul marino y camisa blanca. Las niñas llevaban peinados con moñetes afros adornados con lazos blancos o azules. Eran el futuro de Haití. Cap Haitien nos pareció una ciudad de arquitectura colonial, bonita e interesante. Nuestra estancia fue breve y nos quedamos con ganas de conocer más del país. Nos fuimos con el deseo de que lleguen tiempos mejores para el país y para los haitianos.


© Copyright 2020 Nuria Millet Gallego