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martes, 5 de septiembre de 2023

LA NECRÓPOLIS DE RADIMLJA


La Necrópolis de Radimlja estaba cerca de Mostar, a solo 33km. Era la más antigua de Bosnia y el conjunto de mayor calidad artística. Declarada Patrimonio de la Humanidad. Estaba en un espacio al aire libre, entre cipreses y otros árboles, junto a la carretera.


El recinto tenia 135 lápidas medievales llamadas Stecak, de los s. XII y XVI, grabadas con figuras, dibujos geométricos y cenefas. Entre las formas geométricas destacaban las espirales. Había estelas, sarcófagos y cruces. Estaban decoradas con inscripciones y relieves que representaban gente bailando, guerreros, ciervos y símbolos misteriosos.


La lápida más icónica tenía el relieve de un hombre con su mano derecha levantada y un arco en la espalda. Era la más llamativa y curiosa. Aunque había varias figuras saludando con la mano levantada. Un saludo de siglos de antigüedad.


Leímos que de las 135 tumbas se eliminaron algunas con la construcción de la carretera en la época del Imperio Austro-Húngaro, y otras quedaron aisladas al otro lado. Nos sorprendió que estuvieran al aire libre, expuestas a la erosión del sol y las lluvias, sin que hubieran construido un tejadillo. Pero si aquellas piedras históricas habían resistido tantos siglos, podían perdurar mucho más. Un lugar interesante y curioso.




jueves, 17 de octubre de 2019

EL VALLE DE PUNAKHA

 


El Valle de Punakha era un paisaje espectacular, atravesado por un río, con terrazas de arroz escalonadas y casas dispersas, todo muy verde. Punakha estaba a 1584m de altura. Había sido la antigua capital de Bután.

El Dzong de Punakha era una maravilla, una Fortaleza del s.XVII, grande y alta, que se extendía unos 300m a lo largo de la orilla del río Ma Chu, que confluía con el río Pho Chu. Los Dzongs butaneses eran un mezcla de Fortaleza y de Monasterio, sedes del poder y donde los campesinos rendían tributos. Algo similar al régimen feudal durante el medievo en Europa. Habían tenido siempre un papel importante en la historia de Bután, pues impedían el acceso de los invasores. 


Cruzamos el río por un bonito puente de madera cubierto. Las aguas bajaban verdosas, con un verde glauco. La Fortaleza era impresionante, enmarcada entre flores y árboles. En la entrada había varias ruedas de oración gigantes. Tenía tres grandes patios, donde se celebraban los festivales. La familia real se había casado allí. Todo el conjunto de edificios estaban encalados con una blanco deslumbrantes, y tenía las puertas, ventanas y columnas en madera tallada, pintada con dibujos coloridos. Incluso las vigas tenían dibujos en la parte de la fachada.





La torre central era la más alta e impresionante, de forma un poco trapezoidal. Había galerías y pasadizos. En el interior había tres enormes Budas dorados, representando el presente, el pasado y el futuro. El recinto estaba decorado con Thankas y las largas tiras colgantes, acabadas en forma de triángulo, que parecían corbatas de colores. Había una Biblioteca con los textos sagrados envueltos en telas amarillas.

          



Otro edificio tenía tres escalinatas diferentes, para los monjes, los campesinos que rendían tributo y la familia real y ciudadanos importantes. En uno de los patios había un árbol bodi (del Buda). La mayoría de los visitantes eran familias indias. Salimos absolutamente impresionados y fascinados por el Dzong de Punakha.


domingo, 21 de enero de 2018

FORTALEZAS OMANÍS

Omán era un país de ensueño para visitar Fortalezas medievales, Fue un sultanato, la sola palabra resulta evocadora, territorio gobernado por un sultán. Y las Fortalezas, fuertes-castillos se construyeron como defensa y muestra de poder.


El Fuerte de Nizwa era uno de los más bonitos y mejor restaurados. Era el más grande de la Península Arábiga, construido durante doce años en el s. XVII por el Sultán bin Seif al Yaaruba, el primer imán de la dinastía Yaruba. Primero rodeamos todo el perímetro de la muralla, pegada al casco antiguo de la ciudad. El sol iluminaba las almenas y las palmeras adornaban los rincones. Al estar rodeado de casas, resultaba más difícil tener una visión de conjunto de la fortaleza. Pero su torre circular llamaba la atención por sus grandes dimensiones: 40 metros de altura y 35 metros de diámetro. 




El interior del recinto era laberíntico con infinidad de salas que eran el museo más completo que vimos en Omán. Exhibía joyas, vestidos, armas, sellos, monedas, mapas, fotos antiguas, vasijas y recipientes en la cocina…Acabamos la visita en un bar frente al torreón, tomando deliciosas limonadas con menta y contemplando la puesta de sol entre las almenas.



El Fuerte de Jabreen estaba a unos 45km. de Nizwa. Fue construido en 1675 por el Sultán Bil-arab. Fue un importante centro de enseñanza de astrología, medicina y leyes islámicas. El interior estaba más desnudo que el Fuerte de Nizwa. Recorrimos las múltiples salas con hornacinas de obra en la pared, y alfombras y cojines por el suelo. Algunas hornacinas tenían coranes antiguos en atriles. Los techos tenían vigas de madera con dibujos en tonos rojizos. La cocina tenía vasijas de cobre y un pozo en el patio. También había una cárcel con las argollas en la pared, y las habitaciones de los soldados y los caballos. Estuvimos subiendo y bajando escaleras y visitando las estancias.




El Fuerte de Bahla fue el que más nos impresionó de los tres. La altura de los muros era imponente, una gran mole, en medio de un oasis de palmeras. Era Patrimonio de la Humanidad. La construcción del fuerte fue una muestra de poder de la tribu de los Banu Nebhan, que desde el s. XII hasta finales del s. XV dominó el próspero y frondoso oasis de Bahla. En la época tenía una muralla defensiva de 12km de largo, 16 entradas y 132 torres patrulladas día y noche. Quedaba parte de la muralla. Como las otras fortalezas tenía infinidad de habitaciones con hornacinas en las paredes, alfombras y cojines. Tenía varios niveles comunicados por escaleras laberínticas que a veces llevaban a patios cerrados y nos perdimos un poco. Había un torreón alto con forma de chimenea en el patio principal. Recorriendo aquellas impresionantes fortalezas era fácil imaginar los tiempos de esplendor del sultanato de Omán.




© Copyright 2018 Nuria Millet Gallego

miércoles, 13 de agosto de 2014

LA TALLIN MEDIEVAL

 

Tallin, la capital de Estonia, nos enamoró desde la primera impresión. Llegamos en ferry desde Helsinki, en un trayecto de dos horas y media. Empezamos a callejear y una de las primeras cosas que hicimos fue subir a la Torre del Ayuntamiento para contemplar las vistas de la ciudad: tejados rojos escalonados y asomando entre ellos decenas de agujas góticas de las iglesias, con el Mar Báltico y los grandes barcos al fondo. 

La Plaza del Ayuntamiento era preciosa. Tenía algunos edificios triangulares con remates de gabletes, como Bruselas o Brujas. Los colores predominantes de las fachadas eran amarillos y rosados. En la plaza había un mercadillo con artesanía y productos locales. En una de las esquinas estaba la que había sido la Farmacia (Apoteka) más antigua de Estonia, del s. XV, reconvertida en tienda de antigüedades. 



Merecía su categoría de Patrimonio de la Humanidad. Sus calles medievales adoquinadas y las casas de dos plantas con adornos de escayola en las fachadas, arcos y pasadizos, transportaban a otra época, era como adentrarse en el s. XV. Muchas eran casas de antiguos mercaderes y tenían patios medievales transformados en bares y restaurantes con encanto, entre flores y plantas. 



Subimos a otras dos torres, la Torre de Oleviste era la más alta, de 60m contando el pináculo. Subimos 257 escalones de piedra. Las vistas lo merecían. También subimos a la Torre Halleman, de 1410. Tenía unos 15m de altura. Por la escalera de caracol ascendimos a la parte superior de la muralla y recorrimos el pasadizo de madera cubierto. Las vistas desde allí eran preciosas, con más tejadillos, buhardillas y agujas de iglesias.


Atravesamos el Pasaje de Santa Catalina, con tiendas de artesanía a ambos lados. Había artesanos del vidrio de colores, de cerámica, cuero, joyas, textiles. Todas las tiendas ofrecían productos originales, estéticos y de calidad. Tenía un ambiente y decoración medieval y algunos de los vendedores iban vestidos de época. 






El barrio de Toompea estaba sobre una colina. Subimos junto a la muralla y sus torreones hasta llegar a la Catedral de San Alejandro Nevsky. Era una catedral ortodoxa rusa, de 1900, con cúpulas de cebolla. Recorrimos otro tramo de la muralla, encontrando cuatro torres alineadas con su caparazón cónico rojo. Una de ellas era la Kiek de Kok, que en alemán significaba “dar un vistazo a la cocina” porque desde los pisos superiores los mirones del medievo podían curiosear el interior de las casas que tenían a sus pies.

El barrio de Toompea estaba sobre una colina. Subimos junto a la muralla y sus torreones hasta llegar a la Catedral de San Alejandro Nevsky. Era una catedral ortodoxa rusa, de 1900, con cúpulas de cebolla. Recorrimos otro tramo de la muralla, encontrando cuatro torres alineadas con su caparazón cónico rojo. Una de ellas era la Kiek de Kok, que en alemán significaba “dar un vistazo a la cocina” porque desde los pisos superiores los mirones del medievo podían curiosear el interior de las casas que tenían a sus pies. 




Lo que más nos gustó del barrio de Toompea fueron sus miradores sobre la ciudad de Tallin. Ofrecían una panorámica de los tejados rojos inclinados con sus buhardillas, entre altas agujas y pináculos de las iglesias góticas, y las torres de caparazón rojo. Curioseamos las numerosas tiendas de antigüedades y artesanía, encontrando cosas preciosas y poco frecuentes. También entramos en varias iglesias, una curiosa fue la Iglesia de Ucrania.








Cenamos en el restaurante medieval Old Hansa, con mucho ambiente. Hasta el baño de madera tenía encanto. Probamos la cerveza negra con miel y la rubia con canela, servidas ambas en jarras de cerámica. Lo acompañamos con combinado de ahumados y salmón con judiones. Todo muy rico.



Fuimos al Hotel Viru, que había sido el único donde los turistas podían alojarse durante el régimen comunista. Fue el primer y único rascacielos de Tallin, construido en 1972. La antigua KGB montó su base de espionaje en el piso 23 del hotel y espiaba a los visitantes. Habían reformado el hotel y una parte era Museo de la KGB. Preguntamos para visitarlo, pero había que concertar cita previa. En la población de Tartu pudimos visitar otro Museo de la KGB. Y otro día visitamos el Parque Nacional Lahemaa desde Tallin.