La llegada al mercado flotante de vegetales de Baithakhati
fue espectacular. El río arrastraba verdes plantas acuáticas, entre las que se
deslizaban las barcas. Era una escena ancestral, que transcurría como hacía
siglos. El día estaba grisáceo y con neblina, y eso le añadía un aspecto más
irreal. Nos vimos rodeados por grandes barcazas que exhibían en su fondo
productos vegetales de todo tipo: calabazas, berenjenas coliflores, pepinos,
tomates…Los barqueros eran hombres, no había ni una sola mujer, ni siquiera
entre los compradores.
Vestían faldones, el
casquete musulmán o pañuelos enrollados en la cabeza, y lucían largas barbas
blancas o rojizas, teñidas de alheña. Estaban de pie sobre las cubiertas, manejando
sus pértigas para desplazarse, y todos miraban fijamente en dirección a nuestra
barca. Cruzaban las manos a la espalda y algunos sonreían. Uno más joven me
hizo una foto con su móvil. Aproveché para hacer una serie de retratos de
rostros musulmanes.
Las barcas estaban muy próximas y podía saltarse de una a otra. Una de las barcas
vendía té y pastas tipo tortita con dulce de melaza. Mientras lo tomábamos nos
hicieron unas cuantas fotografías. Éramos nosotros los observados. No había un
solo turista y por la expectación que despertamos parecía que no se dejaban
caer a menudo por allí. Estaban realmente sorprendidos.
Para redondear el día
vimos el mercado de arroz de Banaripara,
que era el que recomendaban las guías. Pero como el arroz estaba en sacos o en
cestas no era tan vistoso y colorido como el mercado de vegetales.
Fue un privilegio y una
sensación especial estar inmersos en medio del mercado flotante, como
espectadores de su vida cotidiana.
© Copyright 2015
Nuria Millet Gallego
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