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jueves, 17 de mayo de 2012

LAGUNAS DE ETOSHA

 
 
 
El Parque Nacional de Etosha en Namibia tiene 20.000km2 y significa “el lugar del agua seca”. Al ser una zona tan seca en las lagunas, charcas y abrevaderos se concentran los animales a beber y es una excelente oportunidad para observarlos.
La laguna de Okaukejo fue la más espectacular. Encontramos manadas de animales bebiendo y nos sorprendió ver diferentes especies juntas, conviviendo sin problemas. Al mismo tiempo que un grupo de jirafas se acercó una manada de antílopes, cebras en grupos de diez o quince, aves y un chacal. Todos iban a beber y estaban alertas pero no se molestaban entre sí. Aún así vimos a dos chacales acosando a un antílope que echó una carrerilla, pero luego los tres mantuvieron las distancias y los chacales no atacaron. Las  hienas moteadas acechaban entre la hierba.
 
 
Manadas de búfalos, llamados Blue Wildebeest.
 
 
 
Elefantes en la puesta de sol.




Cebras reflejándose en la laguna. Y todas las combinaciones de animales posibles.




El plato fuerte fue encontrar un león sediento. Caminó majestuoso hacia la laguna y vimos la reacción de los otros animales ante su presencia y cercanía. Primero se quedaron estáticos observando cómo se acercaba; algunos antílopes springbok corrieron. Las jirafas y cebras mantuvieron su dignidad. Luego se fueron apartando a su paso. El león hizo algún amago de ataque, más bien un tanteo o una demostración de su poder. Porque eran las leonas las que cazaban y un león solo no solía atacar a una jirafa cuando estaba rodeada de varias de su especie que la defenderían. El león sació su sed y al final acabó tumbándose perezoso junto a la laguna. Todo un espectáculo de la naturaleza.



© Copyright 2012 Nuria Millet Gallego

martes, 26 de abril de 2011

VOLCÁN EL ARENAL

 

Desde Monteverde fuimos a la Laguna Arenal, donde cogimos una barca hasta el pueblo La Fortuna. En la laguna podía verse al fondo el cono perfecto del Volcán Arenal, muy puntiagudo. Cruzamos la laguna de aguas tranquilas y limpias. En la orilla encontramos una garza blanca, dándonos la bienvenida. Nos dijeron que la garza se llamaba Samantha Carolina.


El volcán se distinguía al fondo de todas las calles del pueblo, una mole de presencia imponente. Dimos un paseo a caballo hasta la Catarata La Fortuna. Mi caballo se llamaba Tito. Nos dieron un casco, y nos enseñaron a jalarlo (frenarlo) y coger las riendas para dirigirlo. Si el caballo bajaba por desniveles, debíamos inclinar el cuerpo hacia atrás. Lecciones básicas. Con una mano cogíamos las riendas y con la otra nos agarrábamos a la silla de montar. En el camino cruzamos un par de riachuelos. El volcán vigilaba nuestro camino.

Al cabo de un rato llegamos a la Catarata La Fortuna. A lo lejos se distinguía la catarata entre la espesura. Bajamos bastantes escaleras, cruzamos un río por un puente colgante y nos encontramos frente a la catarata de 70m de altura, entre helechos y entorno selvático. El chorro caía espumoso y con fuerza en una poza de aguas verdes. Nos bañamos en las aguas frescas, que aliviaron el calor del camino. En el camino de regreso el caballo se volvió más díscolo y trotón, tal vez por las ganas de llegar al establo. 



Visitamos el Santuario de plantas y mariposas. Había orquídeas, aves del paraíso y otras flores. En un recinto cerrado estaban las mariposas, que solo dejaban de revolotear para probar el néctar dulce de los trozos de piña madura. En el camino de regreso el caballo se volvió más díscolo y trotón, tal vez por las ganas de llegar al establo. 




Al día siguiente hicimos una caminata para acercarnos lo más posible al volcán, todo lo que estaba permitido. En Costa Rica había más de 300 volcanes. El volcán El Arenal tenía 4000 años de antigüedad y en ese periodo había erupcionado diez veces, la última en 1990. Antes estaban permitidas las excursiones por la ladera y se veía la lava. Pero fallecieron dos personas y un guía por las emanaciones tóxicas, y se prohibió. Se veían fumarolas en el lateral derecho.

Caminamos por la jungla entre raíces de árboles y hojarasca, subimos tramos muy empinados. El ambiente era muy húmedo y bochornoso. Llegamos a un mirador con el imponente volcán frente a nosotros. Se distinguían la formación de piedras de lava que se acumulaban hasta que algún día cayeran en avalancha, como un alud de nieve. La ladera del volcán era una mezcla de cenizas y grupos de árboles verdes. Para volver seguimos el cauce de un río seco lleno de piedras de lava y cenizas. Se hizo de noche y sacamos las linternas. La caminata fue de dos horas y nos ganamos la cena.



jueves, 22 de noviembre de 2007

LAS TORRES DEL PAINE

El Parque Nacional Torres del Paine en Chile, estaba a 112km de Puerto Natales, donde nos alojamos. Estaba situado entre la Cordillera de los Andes y la estepa patagónica. Lo formaban montañas, valles, ríos, arroyos, lagos, lagunas y glaciares, y era una Reserva de la Biosfera. Pasamos dos días en el parque. La Patagonia era una zona ventosa, pero el día amaneció sin viento. Antes de llegar paramos en un lago donde se reflejaban las montañas nevadas en la superficie totalmente lisa.


El día estaba soleado y con un cielo azul limpio. Los senderos estaban bien marcados. Elegimos el sendero al Mirador de las Torres del Paine, que ascendía a través de bosque y colinas onduladas. El trekking empezaba desde el Hotel Las Torres, de fachada roja con tejadillos de pizarra negra, que fue una estancia de ganado vacuno. 

Cruzamos un puente sobre el río de aguas verdosas. Desde el principio tuvimos la impresionante vista de las torres que se elevaban casi verticalmente más de 200m por encima de la estepa patagónica. Eran espectaculares columnas de granito entre picos nevados. Las torres tenían las paredes tan escarpadas que la nieve resbalaba y no llegaba a cuajar. Tardamos unas cuatro horas en el trayecto.




Durante el camino rellenamos las botellas de agua fresca de los arroyos. Nos cruzamos con algunos senderistas que bajaban a seguir otra ruta después de haber dormido en los refugios altos. Comimos un bocata en un merendero del camino. El último tramo fue una ascensión empinada por una pedrera. De vez en cuando encontrábamos marcas rojas en las piedras grandes. Llegamos cansados y contentos. Las Torres del Paine se levantaban ante nosotros con sus 200m de altura, y al pie tenían una laguna verde. Bajamos a la laguna a tocar el agua. Estaba fría, pero apetecía mojarse los pies después de la caminata.


Al día siguiente fuimos a la Laguna Pudeta y al Mirador de los Cuernos del Paine. El día estaba soleado, pero hacía más viento, ya no se veía el reflejo de las torres en la laguna de entrada al parque. El sendero hacia el Mirador de los Cuernos era mucho más fácil, un paseo agradable. Caminamos entre plantas verdes de aspecto esponjoso, que en realidad eran espinosas. Pasamos por una cascada que caía con fuerza, con chorros de espuma blanca. Era una de las cascadas que nacían del Campo de Hielo Patagónico Sur.



Los Cuernos eran la parte superior de la montaña, recortados en un color más oscuro. La roca estaba casi negra en la cima y contrastaba con la roca marrón de la parte inferior. Había agua por todas partes. Llegamos en una hora al mirador, al pie de una laguna azul.

Disfrutamos de la belleza del paisaje. No era extraño que se considerara al Parque Nacional Torres del Paine como la octava maravilla del mundo.






lunes, 10 de octubre de 2005

P.N. CANAIMA Y EL SALTO DEL ÁNGEL

 


La avioneta que nos llevó hasta Canaima solo tenía 5 plazas. Como la mayoría viajábamos en pareja, hubo un sorteo. Tuvimos suerte y pudimos viajar juntos. El vuelo fue corto, de media hora, y no hubo turbulencias. El paisaje desde la avioneta fue espectacular. Las copas de los árboles parecían coliflores, y nubes aisladas proyectaban su sombra formando manchas en la vegetación iluminada por el sol. Los ríos y afluentes de aguas lodosas se veían serpenteando entre el verde exuberante. Hasta vimos un arco iris sobre las copas de los árboles.   


El Parque Nacional de Canaima estaba formado por acantilados escarpados, ríos, saltos de agua y mesetas de cima plana que llamaban tepuyes. El más conocido era el tepui Roraima. Cogimos una barca por el río Carrao hasta el campamento, donde dormimos en hamacas la primera noche. El río era precioso y tranquilo, con vegetación abundante a ambos lados, que se reflejaba en la superficie del agua. Fuimos río arriba y pasamos por una zona de rápidos donde había habido varios accidentes de barcas volcadas. La barca se ladeaba mucho y salpicaba un montón de agua, como si nos lanzaran cubos, llegamos empapados.

La Laguna Canaima tenía aguas color vino rojo, coñac, cerveza o coca-cola, según las versiones que leímos. El color de las tonalidades rojizas y marrones se debía a los taninos de la zona. Formaba un salto de agua espumosa, que los indígenas pemones decían que suavizaba la piel y los cabellos. Nos bañamos en el Pozo de la Felicidad. Pasamos por el Salto del Sapo, bajo una cortina de agua que nos empapó. Otros saltos en la laguna eran el Salto Hacha, Wadaima, Ucaima y Golondrina.





Al día siguiente seguimos por el río Churún hacia arriba. Durante el trayecto encontramos más rápidos y remolinos. Se nos volvió a empapar la ropa. Llegamos al segundo campamento y emprendimos la caminata hasta el Salto del Angel.  

La caminata por la selva del Parque Nacional de Canaima fue preciosa. Tardamos una hora a paso rápido. Cruzamos el río saltando piedras y pasamos a la Isla Ratoncito, donde estaba uno de los miradores. Seguimos caminando entre raíces de árboles que se extendían por el suelo, serpenteando y cruzándose entre sí. Había lianas, musgo, líquenes y grandes hojas que podrían cubrir un cuerpo. El ambiente era muy húmedo. Se veían mariposas, hormigas y otros insectos. 

Descansamos en el Mirador del Salto del Angel, sentándonos en unas rocas desde donde podía contemplarse la cascada. La pared de roca oscura de casi 1km de vertical se erguía ante nosotros. El chorro de agua blanca caía espumoso, y el viento esparcía las gotas en spray. Llegamos hasta la poza a los pies del salto y nos bañamos en aquella piscina natural. Nos refrescó el calor de la caminata. 

Para mirar el principio del salto teníamos que forzar el cuello. Tenía una altura de 979m, que era 16 veces la altura de las Cataratas Niágara. El nombre se lo dio el piloto americano Jimmie Angel, que hizo un aterrizaje de emergencia en la cima con una pequeña avioneta de cuatro plazas. Debía ser parecida a la avioneta que nos trajo a Canaima. Leí que Angel iba con su mujer y dos compañeros, y que les costó una odisea de once días bajar desde la roca hasta encontrar gente. Conociendo la historia contemplamos aquella altura con respeto. Cuando murió Angel quiso que esparcieran sus cenizas allí.