En Asuán vimos
el mítico río Nilo y paseamos por la Corniche. En la otra orilla se
veían mástiles de barcos y velas de falucas entre el verde de las palmeras, con
colinas arenosas de fondo. Contratamos una excursión de dos días por el río
Nilo en faluca, las embarcaciones tradicionales de velas blancas. Lo
preferimos a la opción de un gran crucero.
El Nilo era el mayor río de África y el segundo río más largo del mundo tras el Amazonas, con 6650 km de longitud. Nacía en Burundi y tenía dos ramales o fuentes principales: el Nilo Blanco y el Nilo Azul. El Nilo Blanco atravesaba los Grandes Lagos de África, teniendo su fuente más distante en Ruanda, y fluía hacia el norte por Tanzania, el lago Victoria, Uganda, Sudán del Sur y Sudán. El Nilo Azul nacía en el lago Tana, en Etiopía, y cruzaba el sudeste de Sudán.
El río fue fundamental para el florecimiento de la civilización del Antiguo Egipto. La mayor parte de sus ciudades se encontraban en el valle del Nilo y en su Delta, al norte de Asuán. Seguía siendo una arteria vital.
La navegación en faluca era
relajante y suave, y la brisa se agradecía y aliviaba el calor. Apenas se
notaba el movimiento de la embarcación. El paisaje era bonito, había tramos que
conservaban una franja verde con muchos árboles y palmeras, y otros tramos eran
desérticos. Entre el verdor apenas se distinguían pequeños poblados de casas de adobe y algunas color añil. Vimos algunas aves blancas, tipo grulla, entre los humedales, y algún
camello en las orillas.
Desembarcamos para
ver el Templo de Philae (o Filé), en una isla en el Nilo. Palmeras y flores rojas
entre el verdor rodeaban al templo. En el s. XIX ya era una de las atracciones
turísticas legendarias de Egipto y no nos decepcionó. Era un conjunto de
templos con avenidas con columnas. El Templo de Isis era el principal, y
alrededor estaba el Quiosco del Faraón Nectanebo, y los Templos de Imhotep y de
Augusto. Isis fue una de las diosas principales del panteón egipcio y su culto
perduró hasta el s.VI.
El conjunto de templos formaba parte del Museo al Aire Libre de Nubia y Asuán, declarado Patrimonio de la Humanidad. Tenían grabados de figuras, jeroglíficos y grafitis antiguos de los primeros exploradores británicos que llegaron hasta allí. Estuvimos recorriéndolo con calma y disfrutando del entorno de las aguas azules del lago Nasser, creado artificialmente al construir la presa de Asuán entre 1958 y 1970.
Íbamos con tres tripulantes y doce pasajeros. Los barqueros hablaban entre ellos, fumaban y tomaban té. Le pregunté al capitán por la profundidad del río y me dijo que unos 25m. En las horas de oración colocaron sus alfombrillas y rezaron en la faluca, girándose según soplaba el viento.
El cocinero preparó la comida y comimos a bordo, en la cubierta de la faluca: falafel (croquetas vegetales), un guiso de habas, picadillo de tomate, pepino y queso fresco, acompañado del pan árabe y té.
Dormimos en colchonetas sobre la cubierta. El deslizarse suavemente con el viento en la faluca fue muy agradable y poético, pero al ausentarse el dios Ra empezó a hacer frío, eso y la dureza de los tablones le restó algo de poesía al trayecto. Pero el Nilo y sus orillas seguían siendo bellas. Disfrutamos de la puesta de sol. Y por la noche contemplamos el cielo estrellado, como polvo brillante esparcido sobre el Nilo.