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viernes, 17 de mayo de 2019

BERAT Y LAS MIL VENTANAS




La “ciudad de las mil ventanas”, así la llamaban, porque todas sus ventanas estaban orientadas en la misma dirección y eran de proporciones similares. Producían un efecto curioso.
Estaba situada junto a un meandro del rio Osuma. C
onsiderada Patrimonio de la Humanidad, con su Castillo y sus casas escalonadas en la colina, entre la verde vegetación, era una de las ciudades más bonitas de Albania. 

A un lado del río estaba el barrio Mangalem, tradicionalmente musulmán, y al otro el barrio Gorica, cristiano. En Mangalem estaba la Mezquita del Sultán, una de las más antiguas de Albania, en restauración. Callejeamos y visitamos el Museo Etnográfico, una casona de piedra del s. XVIII con dos plantas y balcón de madera. El piso superior era la residencia de la familia. La habitación para recibir visitas tenía divanes otomanos, mesas bajas, braseros, chimenea, palmatorias. La habitación del taller mostraba dos telares, ruecas, huso, plancha de hierro, ovillos, tejidos. La cocina era el centro de la casa, con una claraboya en el techo, balanza, chimenea, piedra de moler, sartenes y morteros, entre otros objetos. La parte baja y porche de la casa eran para el ganado y almacén de productos (olivas, aceite, cereales).





Subimos a la Iglesia St. Michael, a media altura de la colina, bajo el castillo. Estaba cerrada, pero el camino era muy bonito entre el verde, amapolas y flores amarillas, y compensaban las vistas.
Tres puentes cruzaban el río Osuma, dos peatonales y uno para vehículos. Uno de los peatonales era el Puente Gorica, de 1780. De piedra con nueve arcos y 130 m. de largo.

Cruzamos al barrio Gorica, donde estaba el Monasterio Spiridon rodeado de cipreses, con frescos originales bastante deteriorados, iconos y un iconostasio restaurado. Recorrimos el barrio paseando sus estrechos callejones blanqueados, con parras.




Subimos al castillo por una cuesta empedrada, bastante empinada. La Kala Ciudadela del s.XIV era impresionante, con 24 torres. El recinto interior era enorme, todo un pueblo de casas blanqueadas. Sus moradores ofrecían bordados, visillos con vainica, mermeladas y compotas artesanales. Vimos la antigua cisterna de aguas subterráneas, la iglesia Holy Trinity y la Acrópolis. Recorrimos la muralla hasta el torreón del promontorio más alejado. Las vistas desde allí eran panorámicas, de las casas y tejadillos de Berat. Una imagen para el recuerdo.
                                                                                                                                                                            
© Copyright 2019 Nuria Millet Gallego
    Texto y fotos

viernes, 17 de agosto de 2018

TRANSIBERIANO 4. IRKUTSK



 


Llegamos a Irkutks a las siete y media de la mañana con el Transiberiano. Nos despertó el encargado de vagón (provodnik), aunque también pusimos nuestra alarma. Le devolvimos las sábanas y nos despedimos. 

Las calles de Irkutks tenían casas tradicionales de madera, adornadas con filigranas de carpintería en marcos y ventanas. Muchas estaban pintadas de verde y azul, y algunas estaban bastante deterioradas con la madera desconchada y paredes o ventanas inclinadas.











Visitamos a la Casa-Museo del Príncipe Decembrista Sergei Valskayov. Los decembristas fueron un grupo de oficiales jóvenes que combatieron en la guerra contra Napoleón, tuvieron contacto con ideas más liberales y democráticas, y se alzaron en rebelión contra el zar Alejandro. Fracasaron y fueron condenados a trabajos forzados en las minas y luego al exilio con sus familias. Eran de orígenes nobles y muchos de San Petersburgo. 

La joven mujer de Sergei, María, decidió seguirlo al exilio con su hijo. Apenas hacía un año que se habían casado. Y en aquellos remotos lugares de Siberia construyeron una casa y crio a sus dos hijos. Fueron amnistiados en 1856. Pero algunos de los decembristas supervivientes ya no quisieron volver a sus ciudades.


La casa era una mansión con mobiliario de época en dormitorios, tocador, sala de música, de costura y despacho. Con cuadros, alguna fotografía y retratos de la pareja, sus hijos y otros decembristas. Nos gustó curiosear los pequeños detalles y objetos de la vida cotidiana de los nobles rusos en aquella época. 

El jardín de alrededor tenía un pozo, cabañas para el servicio y estaba repleto de coloridas flores. También tenía un pequeño invernadero que hizo construir María para que las plantas le recordaran su Kiev natal. Era una vivienda agradable, pero el exilio debió ser duro. Luego visitamos la casa de otro decembrista, Tubreskaya, o algo así. Bonita y también con mobiliario en las habitaciones.






Por la tarde visitamos la Catedral de Kazán. Era uno de los templos más magníficos de Siberia, de estilo bizantino. Construida en el s XIX con ladrillo rojo y cúpulas azules en varios niveles. Bastante imponente. El interior ortodoxo estaba muy recargado, con frescos murales, iconos, retablos y palmatorias con velas encendidas. La Catedral estaba rodeada de jardines con flores y una fuente.

Todavía circulaban los tranvías y trolebuses, como en Tomsk y otras ciudades rusas. Y había bonitas casas de construcción de piedra y otras iglesias ortodoxas con cúpulas de cebolla.






Desde allí fuimos a las orillas del río Angara a visitar el rompehielos Angara. Se usó para atravesar el Lago Baikal cuando se helaba, y también sirvió para la construcción del Transiberiano, transportando materiales. Había otro barco aún mayor, el Baikal, que transportaba incluso vagones de tren en su interior. El Angara era un barco museo y exhibía maquetas de los barcos y fotos antiguas de los capitanes y oficiales de la época, y sus familias. 

Vimos la gran sala de máquinas, con motores, turbinas, ruedas y émbolos, fabricados en Nueva York. Todo aquello había sido transportado desde América en piezas y luego vuelto a montar en Rusia. Un enorme trabajo. Subimos y bajamos escaleras, y vimos la pequeña cocina cantina, con sus utensilios desordenados y con tazas en la mesa, como si los marineros acabaran de salir de allí.


Por la noche fuimos al barrio 130 Kavrtal, con mucho ambiente, bares, restaurantes modernos y estilosos, músicos callejeros y puestos de artesanía. Cenamos en un restaurante retro con ambiente de la época soviética en los años 60: tenía paneles con cámaras de fotos, gafas antiguas y cassettes, colgados de las paredes de papel floreado.