Desde Nuwara Eliya fuimos en autobús hasta Kandy. El paisaje era precioso con verdes plantaciones de té formando mosaicos en las laderas. Notamos que empezamos a bajar de altitud al ver más palmeras. La ciudad de Kandy se extendía alrededor del lago artificial Bogambura. El Templo Malwata Vihara estaba a orillas del lago.
El Templo del Diente de Buda (Sri Dalada Maligawa) era el más emblemático de Kandy. Muros de un blanco inmaculado y tejadillos en forma de pagoda. Al entrar dos grandes cuernos de marfil custodiaban una capilla. Los frescos de las paredes y techos tenían colores vistosos, representando procesiones de elefantes y personajes haciendo ofrendas a Buda.
Empezó la ceremonia y se oyeron tambores. El ritual se celebraba dos veces diariamente, A las seis y media de la mañana y a las seis y media de la tarde. Cuatro hombres de torso desnudo y vestidos con pantalón y turbante blanco, con anchos fajines rojos, tocaban los tambores. Uno de ellos tocaba un flautín.
Tocaron
unos minutos hasta que unos oficiales levantaron la tela naranja y descubrieron
una puerta labrada en plata. La abrieron con una llave de hierro de un palmo de
grande, y entraron un grupo de cuatro sacerdotes, cerrando la puerta. La puerta
se abrió y cerró varias veces, entraron unos y salieron otros, y entraron
varias ofrendas.
Subimos al segundo
piso, todo de madera. Hicimos cola con otros fieles para ver el relicario recubierto
de oro donde guardaban el diente de Buda. Vimos la
urna con la reliquia a través de una ventanilla. Alrededor los fieles oraban y traían ofrendas de flores de loto
lilas y jazmines. Algunos se sentaban en el suelo a rezar, otros oraban en el
exterior encendiendo velas colocadas en una estructura de hierro.
Cuando oímos los
tambores bajamos al primer piso. Era la ceremonia que se celebraba dos veces
diariamente, A las seis y media de la mañana y a las seis y media de la tarde.
Cuatro hombres de torso desnudo y vestidos con pantalón y turbante blanco, con
anchos fajines rojos, tocaban los tambores. Uno de ellos tocaba un flautín.
Tocaron unos minutos hasta que unos oficiales levantaron la tela naranja y
descubrieron una puerta labrada en plata. La abrieron con una llave de hierro
de un palmo de grande, y entraron un grupo de cuatro sacerdotes, cerrando la
puerta. La puerta se abrió y cerró varias veces, entraron unos y salieron
otros, y entraron varias ofrendas.
En una de las
calles con edificios antiguos coloniales encontramos una concentración de oficinas
de notarios y abogados. Los letreros se amontonaban en la fachada, escritos
en cingalés. Al día siguiente visitamos los Jardines Botánicos en tuk-tuk, y subimos
a pie a la colina donde estaba el gran Buda blanco de 25 metros de altura que dominaba la
ciudad. Era una media hora andando desde la estación de policía.
Los Jardines Botánicos de Kandy fueron jardines reales antes de la llegada de los británicos. Eran los más grandes de Sri Lanka. Pasamos por una avenida de largas palmeras cocoteras, atravesamos grupos de bambús gigantes, vimos un pabellón de orquídeas, estanques con nenúfares y varias pagodas y puentecillos. Lo más impresionante eran los árboles con troncos de varios metros de diámetro, había hasta un baobab de tronco botella.