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lunes, 13 de diciembre de 1993

PLAYAS DE ZANZÍBAR

 

La isla de Zanzíbar tenía playas de gran belleza, a cuál más bonita. Además de la información de la guía de la Lonely Planet, teníamos recomendaciones de otros viajeros y exploramos todo lo que pudimos. Pasamos una semana en la isla y pudimos disfrutarla bien. Además, allí me sacaron el yeso del brazo, que llevé un mes desde el accidente en el rafting de las Cataratas Victoria, y pude bañarme en las preciosas playas.

Las playas del norte fueron nuestras preferidas en Zanzíbar, especialmente Nungwe. Llegamos temprano y la marea estaba baja. Cuando subió la marea se convirtió en una piscina natural de agua transparente y azul. El Océano Índico lucía en todo su esplendor. La arena era de un blanco cegador y había unas rocas con oquedades. El baño fue una delicia, disfrutamos todo el día de aquella playa. Vimos pasar los dhowns árabes con sus velas blancas desplegadas y las barcas de pesca con sus barqueros manejando pértigas. Comimos en la misma playa, bajo un cobertizo, un delicioso pescado asado con arroz y jugosa piña. 







Otro día fuimos a las playas del este: Paje, Jambiani y Bwejuu. Dormimos en un bungalow del Palm Beach en Bwejuu. La playa nos encantó. Una ancha franja de altas palmeras la bordeaba. La arena era blanca y encontramos muchas conchas, caracolas y alguna estrella de mar. El agua tenía todas las tonalidades del azul al verde. Doscientos metros más allá de la orilla se veían las crestas blancas de las olas que rompían justo cuando se acaba el arrecife de corales.


Nos bañamos en las transparentes aguas, y por la tarde andamos unas tres horas hacia la Laguna Azul. Por el camino encontramos gente en bicicleta y hasta algún jeep corriendo sobre la arena. Cuando se retiraba la marea algunos recogían algas y erizos. Otro día lo pasamos en Jambiani. Las puestas de sol eran espectaculares.



Además, hicimos la excursión del “Spice Tour” por las plantaciones, viendo vainilla (una planta trepadora), clavo, canela en rama, anís (hojas de una planta), genjibre, nuez moscada (que procede de un árbol), pimienta o cardamomo. También recorrimos plantaciones de piñas, cocos, cacao, mandioca y café. Muy, muy ameno e interesante. Unas playas y una isla bellísima, para recordar. 


Viaje y fotos de 1993

miércoles, 8 de diciembre de 1993

LA CIUDAD DE PIEDRA DE ZANZIBAR


Desde Dar es Salaam cogimos un ferry hasta la isla de Zanzíbar, un trayecto de 45 minutos por el Océano Índico, que se convirtió en tres horas por avería del barco. En el Puerto vimos los dohwns árabes, las embarcaciones de vela tradicionales. 

La Ciudad de Piedra era el casco antiguo de Zanzíbar, considerado Patrimonio de la Humanidad. Callejeando encontramos edificios con mezcla de arquitectura árabe, oriental y africana. Casas blancas encaladas, con balcones de madera, ventanas en arco y puertas de madera labrada, con adornos de latón dorado. 




Por las calles se veía una mezcla de razas mayor que en Dar es Salaam, pieles de todas las tonalidades y rasgos del cruce de razas. Indias con sari, musulmanas con caftán negro y musulmanes con casquete y negritas con estampados de colores. 

Preguntamos donde estaba la Catedral de San José y nos acompañó un indio de Goa, de religión católica. Nos comentó que vivía allí desde niño y que los católicos eran minoría en Zanzíbar. Había mucha emigración del continente indio y de Sri Lanka, entre otros lugares.



El Fuerte con almenas y bastiones fue construido por los portugueses en 1700. Frente a él las velas blancas de los dhowns árabes cruzaban el mar. Alrededor había chiringuitos con pescado frito y en empanadas, pinchitos, patas y piñas frescas y jugosas. Unas máquinas trituraban la caña de azúcar, y vendían zumo de caña de azúcar con limón y jengibre. 

Fuimos a ver la casa del explorador David Livingstone, que le había cedido el Sultán de Zanzíbar cuando estuvo en la isla. Lugo vimos el antiguo mercado de esclavos, donde había una iglesia católica que primero fue anglicana. En una placa informaban de que Livingstone había luchado contra el tráfico de esclavos.









Otro día alquilamos una barca para ir a la Isla Changuu, antes llamada Isla de la Prisión, porque hubo una cárcel para los esclavos rebeldes. Vimos los restos que quedaban de ella, murros semiderruidos de las celas que aún conservaban intactas las rejas. Lo que los esclavos veían tras esas rejas era un paisaje precioso. El mar verde y azul, por el que siempre se deslizaba alguna vela blanca de un dhown árabe. Debía ser especialmente cruel verse encerrado en un entorno tan bello. 

La isla tenía unas enormes tortugas, que paseaban indiferentes por allí. Sus caparazones medían más de un metro. De vez en cuando estiraban su rugoso cuello y nos miraban con sus ojos vidriosos. Tenían una piel tan recia y rugosa como los elefantes. Las tortugas pequeñas estaban bajo una construcción, para protegerlas.

 



Dimos la vuelta a la isla por un camino que bordeaba el agua. Era muy verde, con una vegetación densa, y veíamos entre las ramas de los árboles las blancas velas cruzando el mar. Cerca de la playa vimos estrellas de mar de color rojo. Con la barca fuimos a hacer snorkel, el buceo con tubo y aletas. El fondo marino era precioso con corales, erizos de mar y peces de todas las formas y colores: redondos y planos con rayas amarillas, otros alargados con rayas negras y azul eléctrico.


Viaje y fotos de 1993