domingo, 2 de abril de 1995

LAS SALINAS DEL LAGO RETBA Y JOAL-FADIOUTH

 

En Dakar alquilamos un taxi para ir al Lago Retba, a 37km. Era más conocido como el Lago Rosa, por el color rosado de sus aguas. Eran aguas de gran salinidad, diez veces más saladas que las del océano. 

Vimos las Salinas y gente trabajando extrayendo la sal, metiéndola en capazos que transportaban sobre la cabeza hasta la orilla. Allí acumulaban la sal en montones en forma de pirámides del tamaño de un hombre. Recién extraída la sal era de un color gris claro, y al secarse al sol se transformaba en blanco. Había cientos de pirámides de sal junto al lago.



Otro día fuimos al pueblo Joal-Fadiouth en la costa de Senegal, decían que era la segunda zona de playas bonitas del país, después de Cap Skirring. El pueblo estaba en una isla a la que se llegaba por un puente de madera. Cogimos una piragua con troncos de cedro ahuecados y fuimos a las chozas de cañas donde guardaban el mijo. Las mujeres lo trituraban en un mortero golpeándolo con un lago madero una y otra vez.





Cerca había un bonito cementerio cristiano lleno de cruces, entre baobabs. Lo curioso del cementerio es que las tumbas estaba bajo miles y miles de conchas blancas que llenaban el suelo. Todo el pueblo de Joal estaba lleno de esas conchas pequeñas; en el pasado los muros de las casas estaban hechos de conchas, pero habían incorporado el cemento y solo se veían incrustadas en algunas paredes. Algunos niños recogían conchas en recipientes.



La playa de Joal-Fadiouth tenía bastante basura. Los niños jugaban por allí y pasaba algún carromato con burros. Lo que más nos gustó fue el ambiente y las embarcaciones de pescadores, que se reflejaban en el agua del mar con la luz del atardecer.



     

Viaje y fotos realizados en 1995. 
El Lago Retba fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2005.

miércoles, 29 de marzo de 1995

LA ISLA DE GOREE



Un barco nos llevó desde Dakar a la Isla de Goreé, en un corto trayecto de media hora. La isla era pequeña y se recorría a pie en poco más de una hora. No había coches ni ningún tipo de vehículo, ni bicicletas. Las casas coloniales eran de color rojo terracota, amarillas y ocres. Tenían balcones y contraventanas verdes y azules.

En la plaza central con una fuente, la gente hacía cola para recoger agua en palanganas y recipientes, pues en muchas casas no había agua corriente. Bajo la sombra de los árboles se encontraban sentados grupitos de hombres o mujeres, charlando o en actitud contemplativa, Había una escuela, pero los niños correteaban por las calles, ya que eran las vacaciones de Pascua. Un ambiente de pueblo tranquilo y apacible. La isla fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1978.



La isla estaba rodeada de acantilados rocosos y solo tenía una pequeña zona de playa arenosa, junto al Puerto. Fue ocupada por holandeses, británicos y portugueses sucesivamente. Curioseamos por el antiguo Fuerte Portugués, de piedra amarilla. Tenía forma circular y estaba semiderruido. Quedaban restos de grandes cañones oxidados apuntando al mar. 



 

Visitamos la Mansión de los Esclavos, construida por los holandeses en 1776. Era otro caserón de color rojo terracota, donde "almacenaban" a los esclavos durante meses antes de enviarlos por mar a las plantaciones de América. En los muros había frases condenando la crueldad de la esclavitud, que durante siete siglos, del s. XII al XIX condenó a generaciones de africanos a una vida de sufrimiento. La esclavitud se abolió el 4 de febrero de 1794. En una de esas frases culpaban a la esclavitud del subdesarrollo actual de África. 



La casa tenía un patio central con una escalinata doble. Y una puerta se abría directamente al mar, para embarcar a los esclavos. Vimos la habitaciones donde se hacinaban los niños, y en otras separadas las mujeres. Una mazmorra donde sólo cabían hombres agachados estaba reservada como celda de castigo para los rebeldes. Hubo muchas rebeliones y llantos entre esos muros.



Nos alojamos en un viejo caserón con arcos de color crema bastante destartalado. Tenía tres habitaciones grandes que comunicaban entre sí, y camas con mosquiteras. Se notaba que había tenido otros tiempos de esplendor. Por la mañana el hijo de la familia vino a despertarnos con un "Bon Jour". 

En el Puerto podían verse las embarcaciones árabes tradicionales de vela, llamadas dhowns, que también vimos en Zanzíbar. Estuvimos varios días en la isla y contemplamos su tranquilo ritmo de vida. 








Contemplamos la puesta de sol junto a la Mezquita entre palmeras que se asomaba al borde de un acantilado. La silueta de los edificios de Dakar, que estaba a solo 3km, se recortaba ante nosotros, entre las hojas de palmeras. 




Viaje y fotos realizados en 1995

jueves, 23 de marzo de 1995

LA CASAMANCE

Desde Dakar fuimos en un Peugot, compartido con otras cinco personas, hasta la Casamance. Entre los pasajeros había una madre joven con su bebé. La Casamance era una región que fue sometida a colonización francesa y portuguesa. El grupo étnico dominante eran los diola, que solo representaba el 4% del total, eran los wolof los que dominaban el país. En wolof la región se llamaba Kasamansa, el término Casamance era francés y Casamansa en portugués.

Por todo ello había surgido en 1985 un grupo separatista, el Movimiento de Fuerzas Democráticas de Casamance (MFDC) que reclamaba la independencia, con periodos de mayor conflictividad y acuerdos de paz inestables. Cuando fuimos en marzo de 1995 pudimos recorrer la zona sin problemas. Pasamos numerosos controles de policía, atravesamos la estrecha franja de Gambia y cruzamos en ferry el río Gambia .


La primera etapa fue Ziguinchor, la capital de la región de Casamance, a orillas del río Casamance. Era una pequeña ciudad de ambiente agradable, con muchos comercios. En el Puerto había varias barcas varadas, pintadas de colores, y la gente compraba el pescado fresco. Las mujeres estaban sentadas en el suelo frente a su cajón repleto de peces plateados que brillaban al sol. Otras vendían el pescado ya seco. Había montañas de pescado secándose al sol.

Al día siguiente fuimos a Cap Skirring, en la costa atlántica, con otro Peugot colectivo. La zona era muy verde, con muchas palmeras, y atravesamos varios afluentes. Nos alojamos en el Albergue de la Paz, frente al mar. La playa de Cap Skirring, con palmeras y arena blanca, era de las más bonitas de Senegal. Allí contemplamos la puesta de sol y por la noche vimos corretear en la oscuridad decenas de cangrejos  que salían de los orificios en la arena.


Paseamos por la playa, viendo pelícanos y algún jabalí merodeando en la orilla. Luego curioseamos el mercado de artesanía con pulseras, colgantes y todo tipo de abalorios y adornos con conchas. Había amuletos, que llamaban gri-gri, que traían suerte y protegían de los malos espíritus. También había muchas máscaras de madera negra de ébano o de teca, con adornos de cuentas de colores.

Alquilamos una piragua para recorrer las ramificaciones del río Casamance durante todo el día. Nuestro barquero se llamaba Alexandre. Los primeros tramos eran muy estrechos, bordeados de manglares y vegetación cerrándose a nuestro paso. Vimos las raíces aéreas de los manglares buscando el agua. En esas raíces se adherían las ostras, que se veían con la marea baja. A tramos encontramos baobabs de retorcidas ramas junto a la orilla, entre palmeras. 


Paramos en un recodo y vimos como un chico subía por el tronco con los pies descalzos, ayudándose con una especie de cinturón. Subía para recoger el vino de palma, que recogían en calabazas colgadas.  Hacían una hendidura en el tronco con un machete y la palmera iba segregando su jugo gota a gota Lo recogían con un cucurucho de hojas de palmera, que metían en la boca de la calabaza, . En solo un día podían obtener un litro o litro y medio. Probamos el vino, bastante gasificado por la fermentación, y menos dulzón de lo que esperábamos, pero rico..


Alexandre nos enseñó el que llamaban árbol del queso, y el árbol de la nuez de cola. Vimos un montón de conchas secadas al sol, que utilizaban para construir casas. Las conchas abundaban en toda la zona, y muchos caminos y muros estaban hechos con conchas amalgamadas. Las vimos hasta en un cementerio repleto de blancas conchas y baobabs.

Comimos pescado en la isla de Karabane y vimos el poblado de Elinkine, que rivalizaban en belleza. Las casas eran de adobe, con tejadillos de caña. Había chozas o cabañas par diferentes usos: dormir, comer o almacén, y patios comunes sombreados por árboles, donde cocinaban o molían el mijo, y jugaban los niños.

La playa de Elinkine era una franja de arena blanca bordeada de palmeras, alternando con enormes baobabs que extendían sus nudosas raíces casi hasta el agua. Daba la sensación de ser un pueblo costero de playa, pero era una playa fluvial en una rama del gran río Casamance. Estaba llena de piraguas de pescadores pintadas de colores vivos.



Al despedirnos del piragüero no entendimos bien la cifra que nos dijo, y como no tenía papel, se levantó un poco el pantalón corto y sobre su propia piel escribió la cifra con un palito. Tenía otros números dibujados que no se habían borrado. Utilizó la piel oscura de su muslo como pizarra. Aquello era África.





Viaje y fotos realizados en 1995