Imaginaros una laberíntica ciudad subterránea excavada en
el s. XII para ocultarse del enemigo, los invasores árabes. Unas iglesias
monolíticas, talladas de una sola pieza de roca, de arriba hacia abajo (¡). Eso
es Lalibela. Un conjunto de doce iglesias y capillas, sepulcros y lugares
sagrados a ambos lados del río Jordán.
La más famosa es Bet Giorgis, la que sale en todas las
fotos, y la que nos había atraído hacia Etiopía al verla en una revista de
viajes. La Iglesia de San Jorge. Tenía forma de cruz y estaba tallada de una
sola pieza de roca, con una gran zanja alrededor. La roca era rojiza, salpicada
de toques amarillos de algas. Vista desde arriba tenía tres cruces, que
representaban la Santísima Trinidad.
En el camino encontrábamos niños correteando, y mujeres a
la puerta de sus viviendas, colocando el grano en esteras para aventarlo. Los
hombres, reunidos en pequeños grupos, bebían cerveza local, con restos de
cereal flotando en el líquido turbio. Nos sentamos con ellos y compartimos la
bebida. Alguno nos confundió con italianos, que
habían estado en Etiopía de 1936 a 1941, durante la I Guerra Mundial.
Luego reanudamos el recorrido por la zona.
En el interior de las iglesias se
guarda el Tabot, la réplica intocable de las Tablas de la Ley que Moisés guardó
en el Arca de la Alianza, y que por supuesto no se puede ver. Lo que sí puede
verse y enseñan en cada iglesia son las cruces procesionales de oro, plata y
latón. Los sacerdotes ortodoxos las enseñan con mimo, colocándolas sobre
bastones de madera, envueltas en largas estolas, y se quedan inmóviles ante el
visitante.
Las iglesias de Lalibela no
tienen comparación en el mundo, eran diferentes a todo, y tenían una atmósfera
especial. Y los sacerdotes que había en el interior de cada iglesia tenían un
aspecto imponente, con sus ropajes, sus casquetes amarillos –el color de los
monjes-, sus cruces procesionales...Sobre todo recordaré sus negras y largas
barbas, rostros morenos y angulosos de pómulos marcados y ojos brillantes de fe
desafiante. Lalibela era misteriosa y única. Como la inolvidable Etiopía.
© Copyright 1998 Nuria Millet Gallego