lunes, 26 de octubre de 1998

EL MISTERIO DE LALIBELA


Imaginaros una laberíntica ciudad subterránea excavada en el s. XII por mandato del Rey Lalibela, para ocultarse del enemigo, los invasores árabes. Unas iglesias monolíticas, talladas de una sola pieza de roca basáltica, de arriba hacia abajo (¡). Eso es Lalibela. Un conjunto de doce iglesias y capillas, sepulcros y lugares sagrados a ambos lados del río Jordán. Seguía siendo un importante centro de peregrinación. 

La más famosa es Bet Giorgis, la que sale en todas las fotos, y la que nos había atraído hacia Etiopía al verla en una revista de viajes. La Iglesia de San Jorge. Tenía forma de cruz y estaba tallada de una sola pieza de roca, con una gran zanja alrededor. La roca era rojiza, salpicada de toques amarillos de algas. Vista desde arriba tenía tres cruces, que representaban la Santísima Trinidad.

Bajamos por un túnel y accedimos al interior de la zanja. Al entrar nos recibió un sacerdote ortodoxo con ropajes coloridos y un báculo con una cruz procesional de plata. Llevaba un casquete amarillo, el color de los monjes. Por dentro la iglesia era pequeña y conservaba una pintura mural con San Jorge matando al dragón.


En el camino encontrábamos niños correteando, y mujeres a la puerta de sus viviendas, colocando el grano en esteras para aventarlo. Los hombres, reunidos en pequeños grupos, bebían cerveza local, con restos de cereal flotando en el líquido turbio. Nos sentamos con ellos y compartimos la bebida. Alguno nos confundió con italianos, que  habían estado en Etiopía de 1936 a 1941, durante la I Guerra Mundial. Luego reanudamos el recorrido por la zona.

En el interior de las iglesias se guardaba el Tabot, la réplica intocable de las Tablas de la Ley que Moisés guardó en el Arca de la Alianza, y que por supuesto no se puede ver. Lo que sí puede verse y enseñan en cada iglesia son las cruces procesionales de oro, plata y latón. Los sacerdotes ortodoxos las enseñan con mimo, colocándolas sobre bastones de madera, envueltas en largas estolas, y se quedan inmóviles ante el visitante.


Bet Medhane Alem era la más grande de las iglesias monolíticas, con 36 pilares exteriores que le daban un aire griego, y una zanja alrededor. Había alfombras en el suelo y nos descalzamos para entrar. En la pared había una gruta, donde vivía un eremita, y nichos usados como tumbas. 

Recordaremos Bet Maryam por sus arcos de bóveda interiores y sus pinturas murales y en el techo, con motivos geométricos, querubines y la estrella de David.



Las siguientes fueron Bet Maskal y Bet Danaghel, donde había un estanque con plantas verdes, cuya agua decían que curaba la infertilidad de las mujeres. Otras fueron Bet Debre Sina, también llamada Bet Mikael y Bet Gólgota. Vimos la cruz svástica invertida, que en la Infia significa fertilidad, y aquí, segun nos dijeron, tenia un simbolismo religioso. 

Por la tarde continuamos con el grupo de iglesias del oeste. A Bet Gabriel Rafael se accedía a través de un puente que cruzaba la zanja. Los portones de las Iglesias eran de madera de olivo, y algunos tenían adornos de metal. Vimos un tabernáculo de madera labrada y nos enseñaron libros de oraciones en amharic de 500 años de antigüedad. Tenían tapas de madera y papel amarillento de pergamino carcomido. Otras iglesias que visitamos fueron Bet Emanuel, Bet Mercurios, Bet Lehem y  Bet Abba Libanos, que tenía una fachada vertical excavada en la roca, con columnas y ventanas.  



Las iglesias de Lalibela no tienen comparación en el mundo, eran diferentes a todo, y tenían una atmósfera especial. Eran un merecido Patrimonio de la Humanidad. Y los sacerdotes que había en el interior de cada iglesia tenían un aspecto imponente, con sus ropajes, sus casquetes amarillos, sus cruces procesionales...Recordaremos sus negras y largas barbas, rostros morenos y angulosos de pómulos marcados y ojos brillantes de fe desafiante. Lalibela era misteriosa y única. Como la inolvidable Etiopía.




Las iglesias de Lalibela no tienen comparación en el mundo, eran diferentes a todo, y tenían una atmósfera especial. Eran un merecido Patrimonio de la Humanidad. Y los sacerdotes que había en el interior de cada iglesia tenían un aspecto imponente, con sus ropajes, sus casquetes amarillos, sus cruces procesionales...Recordaremos sus negras y largas barbas, rostros morenos y angulosos de pómulos marcados y ojos brillantes de fe desafiante. Lalibela era misteriosa y única. Como la inolvidable Etiopía.




Viaje y fotos realizados en octubre de 1998


sábado, 24 de octubre de 1998

LOS CASTILLOS DE GONDAR

 


La ciudad de Gondar, al norte del Lago Tana, fue la antigua capital imperial de Etiopía. Estaba a 2.200m de altitud.  En Gondar visitamos la ciudadela de Fasil Ghebi, el recinto real amurallado del siglo XVII, donde estaban los castillos construidos por diferentes emperadores etíopes. Eran Patrimonio de la Humanidad. Estaban muy bien conservados con las sucesivas restauraciones, sobre todo los castillos del Rey Fasilides, el del Emperador Iyasu y el de Yohannis

Los muros tenían una anchura de 80cm y las piedras estaban unidas con una argamasa especial que, según nos explicaron, tardaba unos seis años en elaborarse. Vimos varios estanques con la argamasa mezclada con agua, a la espera de ser utilizada. Y en cada estanque una placa de barro indicaba la fecha de elaboración. Nos pareció muy laborioso


El aspecto de todo el recinto era medieval, con torreones, almenas, escalinatas, ventanas arqueadas y hasta balcones de maderaEra un estilo arquitectónico que mezclaba elementos árabes y barrocos, traídos por los misioneros portugueses y técnicas indias. Nos explicaron que las escalinatas exteriores tenían forma de caracol, y las internas las construían angular. 

Entramos en la sauna y el baño del rey, construidos por consejo del doctor Poncet. Recordaban a un hammán turco. Eran tres estancias: templada, caliente y fría. En la primera, se colgaba la ropa de unos cuernos de reses pegados a la pared, que aún se conservaban. La segunda, más caliente, era el baño con los agujeros en el techo que dejaban filtrar la luz del sol. Y la tercera era la estancia para baños con agua fría.




Visitamos el recinto acompañados de un guía oficial que fue el que nos explicó los detalles, después paseamos solos a nuestro aire, y como el ticket de entrada servía para todo un día volvimos por la tarde. Uno de los edificios restaurados se utilizaba como Biblioteca. Tenía dos secciones en inglés y en amharic, el idioma etíope, y los libros clasificados por materias.  



En Gondar estaba la Iglesia Debre Brihan Selassie, una de las más bonitas, de piedra con dos pisos y techo de paja. Se construyó a finales del S XVII bajo el reinado de Iyasu I. Un rayo se cargó la iglesia original y tuvo que ser reconstruida. A diferencia de las iglesias etíopes que tienen normalmente planta circular esta es diferente, ya que su planta era rectangular. Tenía pinturas murales y 135 querubines en el techo, que nos miraban con sus grandes ojos.




Fuera del Recinto visitamos el llamado Baño de Fasilides. Estaba a 2km de la ciudad y fuimos paseando. Tenía un torreón en medio del estanque, seco en aquella época. En la celebración del Tinkar lo llenaban de agua a través de canales que comunicaban con él, y tenía lugar allí una ceremonia con los sacerdotes asomados a los balcones de madera del torreón. En el muro que rodeaba el estanque habían crecido las raíces entrelazadas de varios árboles, que se retorcían entre las piedras. Un lugar especial. 

Nos despedimos de los castillos con la luz dorada de la puesta de sol. 




miércoles, 21 de octubre de 1998

LAS CATARATAS DEL NILO AZUL

Antes de verlas, oímos el rugir del agua y aparecieron con todo su esplendor. Las Cataratas del Nilo Azul. arrastraban un gran caudal de agua por la pared de una garganta. Caía con fuerza y a borbotones, a una altura de entre 37m y 45m. En algunos tramos se veía espumosa y blanca, y en otros de color chocolate del lodo que arrastraban. Todo el entorno era vegetación verde. 


Para llegar cogimos un autobús en Bahir Dar hasta Tis Abay, donde estaban las Cataratas del Nilo Azul, consideradas unas de las más importantes de África. Estaba a 30km y fue un trayecto corto de una hora, amenizado por decenas de moscas que costaba espantar. El bus nos dejó al pie de un camino que subía por la montaña. En la Oficina de Turismo nos habían indicado que había que seguir el camino siempre a la izquierda. 

El sendero estaba muy concurrido, con gente que iba al mercado con sus fardos y sus burros cargados. Algunas mujeres transportaban grandes haces de leña sobre la cabeza. Todo el rato teníamos que apartarnos para dejar paso a los burros. Atravesamos el puente portugués de Tis Issat, el primer puente de piedra de Etiopía.





Las vimos desde arriba y bajamos hasta el río. El río Nilo Azul nacía en Etiopía, en el Lago Tana, y discurría por Sudán, donde se unía, en Jartún, con el Nilo Blanco, para formar el gran Nilo. Las cataratas eran más grandes de lo que esperábamos. Fuimos en octubre, después de la temporada de lluvias, que era de junio a septiembre, y llevaban mucho caudal de agua. Las nubes de vapor de agua nos empaparon. Hasta vimos formarse un arco irisTis Abay en amárico, significa “agua humeante”.





Recorrimos todo el camino lateral hasta cruzar el río por un vado, donde nos llegaba el agua hasta las rodillas. Por ahí cruzaban los que iban al mercado. Unos niños quisieron acompañarnos. Luego andamos el camino por el otro lado. Andamos, andamos y andamos. Seis horas de caminata viendo las cataratas desde todas las perspectivas y todos los ángulos posibles. Nos embarramos los pantalones hasta arriba. Barro del Nilo Azul. Las cataratas lo merecían. Eran impresionantes y espectaculares!






Nota:  Vimos las cataratas en octubre de 1998, cuando viajamos a Etiopía. Posteriormente  construyeron una central hidroeléctrica, que disminuyó su caudal.