Kuwait es un pequeño emirato del Golfo Pérsico, que nos sorprendió agradablemente. Se enriqueció y desarrolló por sus recursos petrolíferos, que estimularon la construcción de rascacielos modernos, de arquitectura y diseño original, que conformaron su sky-line. Pero la ciudad todavía conserva parte de su esencia árabe en algunos rincones.
Nos alojamos en el Hotel Oasis y fuimos caminando hasta la Gran Mezquita, a diez minutos. Es la más grande de Kuwait y una de las 15 mayores del mundo. La primera es la Meca, la segunda Medina y la tercera Jerusalén. Fue inaugurada en 1986 y resistió a la invasión iraquí. Costó 14 millones de dinares, 41 millones de euros.
El minarete de 74m de altura, es el más alto del país. La visita es gratuita y hay visitas guiadas. Nos descalzamos y me dan una abaya dorada. Pasamos por un patio con palmeras y fuentes, y entramos al interior. La sala principal de oración es impresionante, con un pilar central y una cúpula preciosa con forma de flor, con sus pétalos cubiertos de oro.
Encontramos un grupo de niñas y niños de 5 años con sus profesoras. Hasta esa edad los niños iban juntos al colegio. Las niñas llevan abayas rosa claro y posan para las fotos, con permiso de la profesora.
Es admirable el lujo de la construcción, utilizaron los mejores materiales. Las paredes tienes bonitos mosaicos de Marruecos, hay vitrales de colores de Francia, mármol italiano en los suelos y grandes lámparas de candelabro de Alemania.
La sala de oración principal tiene capacidad para 10.000 fieles y en el patio caben otros 7.000. Alrededor se exhibían coranes en atriles, y en una vitrina una réplica del Corán más antiguo del mundo.
Vemos la Sala del Emir, donde recibía a sus invitados, siguiendo la tradición del Diwaniya, las reuniones de hombres para socializar, discutir temas familiares o comentar los sucesos recientes. Los orígenes de estas reuniones se remontan siglos atrás, pero los rituales siguen siendo los mismos y forman parte importante de la vida kuwaití.
Al acabar la visita nos obsequiaron con un zumo de mango en un salón con divanes y cojines de colores, al estilo árabe.
Cerca está el Puerto de dhows, las embarcaciones árabes tradicionales, de madera con un solo mástil y repletas de utensilios de pesca. Sus cascos y proas se reflejan en las aguas verdosas del Golfo Pérsico.
Kuwait fue el centro de construcción de barcos en esa región. A finales del s. XVIII y durante el XIX, los barcos construidos en Kuwait transportaban la mayor parte del comercio entre los puertos de la India, África Oriental y el Mar Rojo, y eran famosos en todo el Océano Índico.
Al lado del puerto está el Mercado del Pescado. Es una gran nave con hileras de puestos con la captura diaria. Cada tarde celebran una subasta a las cuatro. Hay cangrejos, gambas, grandes pescados tipo atún, y otros pescados que no conocemos.
En las paredes hay murales con peces de colores. Los vendedores nos muestran amables su mercancía, diciéndonos los nombres en árabe, y se prestan a hacerse fotos. La proximidad de Kuwait con la desembocadura de los ríos Éufrates y Tigris, y los sedimentos que transportaban los ríos, fomentó su riqueza pesquera del país.
Se ven algunas mujeres comprando, vestidas con su abaya negra y acompañadas por su marido, pero la mayoría son hombres.
Seguimos caminando por el litoral contemplando los altos edificios del sky-line de la ciudad, y curioseamos el moderno Mall Marina. Algunos edificios de diseño singular son la Torre Al Hamra, con forma torsionada y 412m de altura; o la Torre de la Liberación, una torre de comunicaciones de 372m de altura. Cuando Irak invadió Kuwait en 1990, se interrumpió su construcción. Al inaugurarla en 1993, se llamó así para simbolizar el triunfo de Kuwait sobre Irak.
Después vamos a ver las Torres del Agua, símbolo de la ciudad. Tres altas torres con grandes esferas o bulbos recubiertos de "lentejuelas", unos bonitos mosaicos vidriados verde azulados. Los bulbos son depósitos de agua con capacidad de 4000m. Fueron diseñadas por arquitectos suecos e inauguradas en 1978.
Kuwait siempre tuvo escasez crónica de agua, como otros lugares de Oriente Medio. Entre 1907 y 19 los comerciantes tenían que comprar el agua potable del canal Shatt Al Arab, cerca de la isla Bubiyan, en la punta del Golfo. Cada día era transportada en dhown a Kuwait, llegaban 300.200 litros de agua diarios. Aunque con los beneficios petrolíferos se intentó buscar agua subterránea, no se acabó con el comercio del agua hasta tener la primera planta de desalinización en 1950. Los beduinos dicen que en el desierto el agua es más valiosa que el petróleo.
La torre más alta alcanza los 178m. Subimos en un ascensor hasta la planta 12, donde hay un mirador e 360° que gira lentamente, y una cafetería. Desde allí, y desde el restaurante en otra planta, hay vistas panorámicas magníficas de todo el litoral y sus rascacielos.
Más tarde visitamos el Centro Comercial Las Avenidas, de original arquitectura. Es una estructura ondulada con esferas sobresalientes, que parecen ojos de mosca. Es enorme y futurista, con auténticas calles con palmeras, plazas, cúpulas y fuentes. Hay perfumerías, tiendas de ropa, joyerías, cafeterías con terrazas y restaurantes. Forman parte importante del ocio de los kuwaitíes.
Nos gusta una gran bola azul de la que desciende una escalera mecánica. El centro comercial es una buena oportunidad para observar la gente local. Los hombres visten túnicas blancas y algunos usan el pañuelo árabe que llaman Kufiya, blanco y rojo, con el aro negro. Las mujeres van con sus abayas negras y la mayoría bastante maquilladas; otras con la cara tapada mostrando solo la ranura de los ojos.
Por la tarde visitamos el Museo Tareq Rajib, ubicado en un bonito edificio de estilo árabe. Tareq Rajib fue coleccionista, viajero y director de museos, con intereses antropológicos y arqueológicos. A lo largo de su vida, y con su mujer, reunió una colección de más de 30.000 objetos de todo tipo. Y la salvó de la guerra.
En diferentes salas se exhibían joyas de todos los continentes, porcelanas, pebeteros y frascos de perfumes, teteras, monedas, vestidos y trajes regionales con sombreros, pinturas, maquetas de barcos o instrumentos musicales. La exposición es infinita, el sueño de un coleccionista.
Otra sección está dedicada al Museo de Caligrafía, con manuscritos con ilustraciones en colores, caligrafía islámica y coranes antiguos. Tareq Rajab lo reunió todo a lo largo de su vida junto a su mujer Jana. Un museo muy completo e interesante que nos dejó impresionados. Otro museo interesante es el Bait Al-Othman, pero está cerrado por reformas.
Al atardecer fuimos al Zoco Mubayarika, cerca de nuestro hotel. Es una multitud de callejuelas repletas de tiendas y con mucho ambiente. Hay perfumistas que esparcen sus aromas por las calles, quemadores de incienso, tiendas de rosarios con cuentas de colores, frutos secos, textiles, babuchas y otros calzados.
Las familias pasean y se sientan a cenar en las animadas terrazas. Nosotros también lo hacemos y pedimos burek, el hojaldre relleno de queso y espinacas, hummus y una sopa de lentejas que nos sirven dentro de un pan redondo con la miga vaciada.
Por la noche vemos el Centro Cultural Sheik Jaber Al-Ahmed. Conocido como la Ópera House. Es una estructura con orificios circulares o estrellados, que vimos iluminada de azul.
Pasamos solo día y medio en la ciudad, poco tiempo pero bien aprovechado. No es una ciudad para peatones, y los puntos de interés están muy distantes, a veces 9 o 12km. Pero se puede utilizar taxis por la aplicación Careem, que también funciona en Irak, a precios razonables. Nuestra siguiente etapa es cruzar la frontera por tierra a Irak.





































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