Kerbala es la ciudad santa chií, lugar de peregrinación. El chiismo es la rama más conservadora del Islam. Visitamos la Mezquita y los Santuarios del Imán Hossein y el de Abu Fadhl Abbas, el medio hermano de Hossein. Me puse la abaya negra y fuimos caminando desde el Hotel Coral Kerbala, a poca distancia. Por las calles peatonales de la zona se ven numerosos grupos de mujeres con sus abayas negras entre los peregrinos. El perímetro está vigilado por militares uniformados y hay que pasar controles de seguridad, entrando en una zona peatonal.
Primero rodeamos el Santuario con la puerta principal con una torre de reloj, decorado con mosaicos azules y dorados formando dibujos geométricos. Tiene siete puertas de entrada, una cúpula dorada y dos minaretes.
Javier y yo nos separamos para entrar por las puertas correspondientes a hombres y mujeres. Descalzos y emocionados emprendemos el recorrido. La vigilante mira el contenido de mi bolso y me palpa con suavidad.
El interior es espectacular, con puertas en arco, mosaicos azules con dibujos geométricos y mosaicos de espejo brillante que reflejan la luz de las lámparas. Y el ambiente es impresionante. Cientos o miles de mujeres con abayas negras llenan las salas: unas rezan en el suelo alfombrado, otras realizan el recorrido, sentadas en las capillas y entrando y saliendo de los santuarios.
Hago una larguísima cola para ver las tumbas veneradas. Una masa de abayas me rodea y nos apretujamos. Hay que pasar de una sala grande a otra más pequeña por una puerta estrecha, es una masa informe de abayas negras comprimiéndose en un pasillo estrecho, como un cuello de embudo.
Las mujeres rezan con fervor, se tocan el pecho, algunas lloran emocionadas y alargan los brazos para tocar la tumba. Las vigilantes tocan con unos plumeros a quienes cometen alguna infracción como hacer fotos cuando no se debe, empujar demasiado en la cola o quedarse demasiado tiempo tocando la tumba. A mí me tocan con el plumero un par de veces por las fotos y porque se me desabrocha el alfiler del cuello de la abaya.
La tumba es dorada refulgente, con cuatro ventanas en arco iluminadas en verde y con rejas de plata. Algunas mujeres recitan en voz alta versículos del Corán, otras lloran y se emocionan. Todas quieren tocar con sus manos la tumba y las rejas, y alargan los brazos antes de llegar. Consigo salir de la masa de abayas y es un alivio regresar a la gran sala, con menos aglomeración.
En el exterior vemos un cortejo funerario llevando a cuestas un ataúd de madera con inscripciones. Salen del Santuario, después de bendecir al fallecido, y colocan el ataúd sobre el techo de una furgoneta, para llevárselo a su descanso eterno. Más tarde vemos otro cortejo funerario entrando en la sala abarrotada, con los familiares transportando el ataúd a cuestas. Un curioso ritual.
En el otro Santuario hay una tumba menor, dorada en la parte superior y plateada en la inferior, con tres ventanas iluminadas de verde.
Todas las mujeres llevan abayas negras, excepto una joven con un estampado blanco y negro que parece un atrevimiento. Un detalle curioso es que los grupos de mujeres que peregrinan juntas, para reconocerse entre la multitud, llevan un pañuelo o un trozo de tela de color azul prendido con un imperdible en la espalda.
Cuando salimos cada uno de su zona y nos reencontramos, ha anochecido. Estamos abrumados por todo lo que hemos presenciado. Javier fotografía la zona de los hombres y las piezas redondas que colocan en el suelo para rezar apoyando la frente. Hemos vivido una experiencia única y nos intercambiamos impresiones.
Por la noche la escena de los santuarios y la Mezquita con sus minaretes y su cúpula dorada iluminados es de gran belleza, y hay mucho ambiente con familias y gente paseando y sentados en las losas del suelo, en esteras y alfombras. Paseamos entre los cientos de peregrinos mientras se escucha el canto del muecín.




No hay comentarios:
Publicar un comentario