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martes, 2 de diciembre de 2014

EL CASTILLO DE RÍO SAN JUAN

 
 

 
Por el mítico río San Juan entraron desde el Caribe los conquistadores españoles y los piratas británicos y franceses. Los españoles construyeron varias fortalezas en el río, teóricamente para proteger a la población de los ataques de los piratas, y de paso proteger sus posesiones de conquistadores.



 
Fuimos navegando en una barcaza y la población de El Castillo apareció en un recodo del río, coronada por la fortaleza española del s. XVII. Estaba reconstruido con sus muros de piedra oscura, sus arcos, ventanucos desde los que asomarse, y sus troneras con algún cañón oxidado. Lo bonito eran las vistas panorámicas del río y del pueblo, con sus senderos sombreados de mangos, cocoteros, naranjos y almendros, y el río serpenteando entre las orillas verdes.. En su interior un pequeño museo exhibía restos de barcos hundidos, como una caja fuerte oxidada, botellas y otros objetos de la época. También explicaba como los piratas, bucaneros y filibusteros infestaban el Mar Caribe y atacaban a los galeones españoles cargados de mercancías valiosas.


 
Los piratas eran los que asaltaban barcos con la aprobación de la corona, como Francis Drake, que atacó la ciudad de Granada y quiso ofrecérsela a la reina británica. Creo que los bucaneros vendían carne de cerdo ahumada a los barcos, y de vez en cuando los asaltaban. Supongo que los piratas como Drake, también apreciarían la belleza del río San Juan y de sus puestas de sol.


© Copyright 2014 Nuria Millet Gallego

martes, 13 de octubre de 1998

EL MERCADO DE DIMEKA


Cada día en el viaje por Etiopía parecía superar al anterior. Y aquel día en la ruta por el surcerca del río Omo, fue especial. Desde Konso y Weyto fuimos al mercado de Dimeka. Por el camino vimos a los primeros Hamer, una etnia que conservaba su indumentaria tradicional tribal. Las mujeres llevaban pequeñas trencitas colgando en una melena corta, y untadas con una pasta rojiza, elaborada con grasa y el colorante que obtenían de machacar las cochinillas., según nos dijeron, aunque también mezclaban barro con grasas animales. Era similar a los Himbas de Namibia.



Usaban pendientes diversos horadando los lóbulos de las orejas, y a veces unos simples tronquitos. Los collares y bandas ornamentales de varias hileras de cauris, las conchas africanas, tapaban a medias los pechos de las mujeres. Una mujer llevaba colgada una llave, no sabíamos si abriría algo o era decorativa. Vestían una falda hecha de pieles con adornos de abalorios de colores. Una vestimenta que apenas había variado en siglos. 

Algunos hombres tenían escarificaciones y también llevaban collares, brazaletes y el pelo trenzado, o usaban sombreros peculiares. La decoración de sus cuerpos era reflejo de status social.


En el mercado de Dimeka la gente estaba ocupada con sus tareas, la mayoría sentadas en el suelo terroso, ofreciendo sus productos.. Utilizaban las calabazas como recipientes para la leche, cereales de distintos tipos o mantequilla. Vimos un hombre saciando su sed, bebiendo directamente de la calabaza. También vendían gallos vivos, tubérculos o bananas; compramos un racimo de diez bananas por 1 birr, la moneda etíope. Al lado había otro mercado de ganado, con vacas, bueyes y cabrasLos Hamer se dedicaban a la agricultura y al pastoreo. Más que las mercancías en sí, no nos cansábamos de ver el ambiente y la indumentaria de la gente. Fue un viaje en el tiempo.







        


      



lunes, 22 de noviembre de 1993

MERCADOS TANZANOS

Además de los mercados masais, como el de Dimeka, Tanzania tenía muchos mercados coloridos, en cada aldea y cada ciudad. Algunos de los que más nos gustaron fueron Babile, Ujiji, Zanzíbar, y el mercado de Arusha. Estaba lleno de pilas de cocos, plátanos verdes, tomates, piñas, montañas de cacahuetes, y sacos con pirámides de arroces, harinas y cereales.





En la sección de pescados, los había fritos y en salazón, para conservarlos más tiempo a falta de neveras. Muchos eran percas del Nilo, pescadas en el Lago Victoria. La parte de frutas y hortalizas era muy colorida, con pilas de tomates, patatas y otros tubérculos, pimientos o berenjenas.

Vendían caña de azúcar, con la que elaboraban un rico jugo, triturándola y añadiéndole limón y jengibre. 



             

Las mujeres vestían sus faldas estampadas y pañoletas, y animaban el ambiente. En otros puestos vendían elixires de hierbas naturales y pócimas medicinales. Y en algunos se vendían gallinas vivas enjauladas en cestas.


Algunos mercados estaban bajo cubierto, con estructuras de hierro y madera. Otros se instalaban al aire libre en plazas, esplanadas y bajo la sombra de los árboles. Todos aquellos mercados tanzanos merecían un paseo curioseando por sus puestos, y eran un espectáculo de vida y color.






Viaje y fotos de 1993