miércoles, 17 de octubre de 2001

PALACIOS DE PHNOM PENH


Phnom Penh, la capital de Camboya, nos pareció una de las capitales más bonitas del Sudeste Asiático. Además, estaba a orillas del río Mekong. Uno de sus mayores atractivos era el Palacio Real, ubicado en un gran recinto. Era un conjunto de pabellones orientales y pagodas, entre jardines. Estaban pintados de color blanco y ocre, con tejados amarillo intenso. La parte de residencia real permanecía cerrada al público. 

Uno de los pabellones había sido donado por Napoleón III, y exponía algunos cuadros del rey Sihanouk y su familia. Lo más espectacular era el Hall del Trono y la Pagoda de Plata. En el Hall del Trono el rey recibía a los diplomáticos extranjeros entre lujo asiático. Tenía el suelo embaldosado con dibujos, alfombras rojas, lámparas de araña de cristal, vitrinas con exposición de regalos y el enorme trono de oro presidiendo el salón. No costaba imaginarse las lujosas recepciones de principios de siglo pasado.



La Pagoda de Plata recibía ese nombre porque su suelo era de baldosas de plata maciza, de 1kg cada una. Además, tenían un dibujo de filigrana grabado. Pisábamos por encima de él, sobre una alfombra roja. Suelo de plata, eso sí que era regio. En la Pagoda había un Buda Esmeralda de un verde traslúcido. En los laterales varias vitrinas exponían cientos de plata y bronce, de todos los tamaños, y el Buda del Futuro, hecho de oro. 

Alrededor de la Pagoda había murales de 1900. Los frescos eran preciosas miniaturas que representaban celebraciones con elefantes y caballos, pagodas, escenas bíblicas y escenas mitológicas del Ramayana.  







El Museo Nacional estaba ubicado en un bonito edificio rojo terracota, con tejadillos similares a los del Palacio Real. Dos leones de piedra custodiaban la escalinata de entrada, junto a la cabeza de un elefante en el jardín exterior. El edificio era de principios del s. XIX, y constaba de varios pabellones, con un jardín central con estanques con flores de loto. 

En el museo había una gran exposición de estatuas y estatuillas de piedra, bajorrelieves alfarería y algunas joya y ropas encontradas. Había estatuas decapitadas, con manos, brazos o pies mutilados, y las mismas piezas expuestas por separado. Como curiosidades vimos la cabina de madera de un barco y palanquines reales. 



Fuimos caminando hasta la colina donde estaba el Templo Wat Phonm (Pagoda de la Montaña). Una escalinata de piedra, labrada con la serpiente Naga, conducía hasta él. Leímos que muchos camboyanos acudían a rezar para tener buena suerte en los exámenes o los negocios. 

Phnom Penh tenía muchos otros atractivos y lugares de interés: pagodas y templos budistas, el mercado Psar Tuol Tom Pong, el lago con sus palafitos, la Mezquita Al-Serkal, un regalo de la familia Al-Serkal de los Emiratos Árabes Unidos (de ahí su nombre), la antigua prisión Tuol Sleng, reconvertida en museo del genocidio, y sobre todo sus gentes y sus calles llenas de bicicletas y de vida.  






Viaje y fotos realizados en 2001

jueves, 4 de octubre de 2001

LOS TEMPLOS CAMBOYANOS DE ANGKOR



Estas sonrisas son del s.XIISonrisas de piedra que nos hablan de un gran imperio del pasado, el Imperio KhmerEra impresionante observar de cerca los detalles de la piedra labrada, expuesta a lluvias y soles. Sólo la decadencia del imperio las sumió en el olvido, y permanecieron durante siglos escondidas entre la vegetación,hasta que en 1860 fueron descubiertas por el explorador francés Henry Mouhot.
La visita de los templos de Angkor se queda grabada para siempre en la memoria. Pasamos tres días enteros recorriendo los templos, en dos motos alquiladas. Boram y Chetra fueron nuestros simpáticos conductores. La moto era el transporte ideal porque van a poca velocidad, puedes disfrutar del paisaje y alivias el calor.



La primera visita fue el impactante Angkor Wat. Un amplio foso de agua lo rodeaba. La civilización khmer tenía un complejo sistema de regadío. La avenida que conducía hasta el templo era larguísima; leímos que tenía 475 de longitud y 9,5m. de anchura. A lo largo de toda la avenida había una balaustrada de piedra con forma de serpiente, la mitológica Naga, y a ambos lados estaban dos estanques con nenúfares flotantes. Al fondo aparecían las tres torres principales, de piedra oscura, y el resto de torres asomando por los laterales. El entorno era muy húmedo y verde. Era un templo enorme, nos sorprendió su gran tamaño.
Recorrimos durante horas el laberinto de galerías. Había muy pocos turistas, y de vez en cuando nos cruzábamos con un monje de túnica azafrán. Las paredes de las galerías tenían bajorrelieves muy bien conservados, considerando que eran del s. X. Representaban escenas de la mitología hindú: guerreros luchando, figuras en elefantes, hombres en barcas…En las paredes había muchas apsaras, una especie de capillas esculpidas en la piedra con bailarinas de pechos redondos y descubiertos, y aretes en los tobillos. Cuando salía el sol iluminaba las figuras y bajorrelieves dándoles una tonalidad dorada.




Seguimos visitando el Angkor Tom, que es una ciudad fortificada con cinco puertas. Las puertas impresionaban porque parecían una entrada a la selva, y delante tenía cincuenta y cuatro estatuas de dioses y demonios, muchas decapitadas por el expolio que sufrió Camboya después de la guerra. Dentro de la ciudad de Angkor Tom recorrimos los templos Bayon, Bapturon y la Terraza de los Elefantes.



El Templo de Bayón, pese a lo leído, fue otra gran sorpresa. ¿Cómo no va serlo encontrar en la jungla doscientas caras de piedra sonrientes? Las caras estaban esculpidas en los cuatro lado de las cincuenta y cuatro torres góticas que formaban el conjunto. Como había varios niveles podías acercarte junto a ellas. Cada cara tenía la altura de una persona. Los labios eran gruesos, sonriendo, y las orejas alargadas. Decían que las caras representaban a su constructor, Jayavarman VII. Por todas partes había perfiles y rostros observándonos. Eso convertía al templo en único.
Vimos la salida del sol frente al Bayón. La luz iluminó sus caras de un tono amarillo pálido. Todo estaba en silencio, estábamos prácticamente solos (solo había diez guiris más, dispersos entre las piedras) y se oía el canto de algún pájaro en la jungla.


El Bapturon tenía forma de pirámide y representaba el Monte Meru. Caminamos por la Terraza de los Elefantes, de 350m. de longitud, donde celebraba las ceremonias el rey del imperio Khmer. Pasé todo el día preguntándome cómo una cultura capaz de construir aquellos templos tan magníficos había pasado del esplendor a la decadencia y destrucción.
En los tres días visitamos muchos más templos de forma relajada, entrando en las pequeñas capillas done un monje quemaba incienso, sentándonos en las antiguas piedras para leer, charlar, tomar frutos secos y simplemente contemplar el espectáculo. Encontrábamos algunos niños, o a algún guía oficial y guardián del templo, vestidos con un uniforme gris con un brazal blanco en la manga. Pero eran muy discretos y no imponían sus servicios.
Mi templo favorito fue Ta Prom, una simbiosis entre la naturaleza y la arquitectura. Había más árboles de lo que pensábamos creciendo sobre muros y puertas, abrazándolos, desplegando sus tentáculos. A veces parecían resquebrajar las piedra, y otras apuntalarlas. Creo que había sido un acierto no talar aquellos magníficos y altos árboles de gruesos troncos, que embellecían el conjunto del templo y le añadían encanto. Era salvaje. Esa es una de las imágenes que me quedaron grabadas con más fuerza.






Viaje y fotos realizados en 2001

viernes, 3 de noviembre de 2000

ISLA MAURICIO

Después de viajar un mes por Madagascar hicimos una parada de varios días en Isla Mauricio, aprovechando que el avión hacía escala. Era un archipiélago de origen volcánico en medio del Océano Índico. Era una interesante mezcla de culturas por las influencias migratorias de África, Oriente Medio, India, China o Europa. 

El Archipiélago comprendía las islas Rodrigues, Agalega y Saint Brandon, además de Mauricio. Fue descubierto por los portugueses en 1505 y colonizado posteriormente por holandeses, franceses y británicos. La lengua oficial es el inglés y el francés, y la lengua principal es el criollo mauriciano. 

Un día fuimos a Curepipe. Lo que más nos gustó fue el Cráter de los Ciervos, el cráter de un antiguo volcán extinguido. Los vulcanólogos decían que el volcán estaba conectado con los de la Isla Reunión, que estaban activos, y cuando estos se apagaran era probable que el volcán de Curepipe recuperara su actividad. 

El lugar era un buen mirador, con las montañas de formas picudas al fondo, que pertenecían al Parque Nacional de las Gargantas de Río Negro, con la montaña más alta de la isla el Piton de la Petite Rivière Noire de 828m de altitud. Un verde paisaje, con plantaciones de caña de azúcar, té, vainilla y tabaco, repartidas por toda la isla.

Port Louis era la capital de Mauricio. Paseamos por la Plaza de Armas, de altas palmeras, al final de la cual estaba el Parlamento. Cerca estaban los Jardines de la Compañía, llamados así porque fueron creados por la Compañía de Las Indias Orientales. Tenían árboles centenarios como las higueras de indias gigantes, con troncos retorcidos y lianas colgantes. 

En el Paseo Marítimo se veía gente de orígenes diversos, de piel clara, cobriza, mulatos, negros o asiáticos. Había muchos bares y restaurantes variados desde pizzería a hindúes, heladerías y puestos de zumos naturales. El Casino tenía la entrada a través de un casco de barco de madera, con su mascarón de proa. Otro de los bares era un barco tamaño natural, plantado en la acera. Una orquesta tocaba música de jazz, mientras unos bailarines bailaban claqué. Era un ambiente muy cosmopolita.




Chamarel era conocida por la llamada “Tierra de siete colores”. Dunas en las que realmente se apreciaban los distintos tonos: amarillo, ocre, rosado, rojo, morado, marrón y anaranjado. Con la luz del atardecer se intensificaba el colorido. Leímos que los colores se debían a los procesos de oxidación de minerales. La tierra formaba ondulaciones entre el bosque y los cultivos de café. Un bonito paisaje natural.


El Mar de Vacoas era un embalse de agua de lluvia, un reservorio que abastecía de agua a toda la isla. Era bastante grande. El Lago Grand Bassin era sagrado para los hindúes, que celebraban allí sus ceremonias y un festival anual. Tenía pequeños templos con estatuas coloridas y olía a incienso. Había algunas mujeres indias vestidas con saris rojos. Colocaban las ofrendas de coco o guirnaldas de flores cerca de la orilla, para que las arrastrara la corriente, como si fuera el Ganjes. Toda una evocación de la India.


Para ver la Gran Bahía y sus playas paradisíacas nos alojamos en el pueblo de Pereybere. La Bahía era preciosa, las playas tenían franjas de arboleda con casuarinas. El mar estaba salpicado de barcos y tenía el color verde turquesa transparente del Océano Índico. 

Otro día contratamos una excursión en barco para ir a la Isla de los Ciervos, en la costa este. Primero fuimos en furgoneta hasta el pueblo Trou de Agua Dulce, donde cogimos una lancha rápida hasta unas cascadas. Luego nos dejó en la Isla de los Ciervos, con una playa de arena blanca y agua verde esmeralda, totalmente transparente. Allí nos dimos deliciosos baños, comimos pescado y disfrutamos el paisaje. Mauricio tenía muchos atolones coralinos con vida submarina y gran diversidad de corales. La isla tenía muchos atractivos que ofrecer.




Viaje y fotos realizadas en el año 2000.