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miércoles, 30 de agosto de 2023

LOS MEANDROS DE UVAC

 

Desde Sjenica, en Serbia, fuimos a la Reserva Natural de Uvac. Nos dirigimos al Mirador Molitva, con vistas panorámicas sobre el río Uvac. El río Uvac tenía 115km de longitud y atravesaba el sudoeste de Serbia hasta unirse al río Lim, después de formar durante unos kilómetros la frontera natural con Bosnia-Herzegovina. Su tramo más interesante estaba protegido por la Reserva Natural de Uvac, creada en 1971, con una superficie de 75km2. Incluía un profundo cañón navegable por todo tipo de embarcaciones. Vimos algún barco pequeño surcando el agua.


Lo bonito era que formaba unos meandros muy pronunciados, unas curvas espectaculares. Eran lenguas de terreno verde que serpenteaban por el rio. La lástima era que estaba nublado y el agua estaba oscura, no lucía el color verde intenso que habíamos visto en fotos. Aún así, el río era un espejo y el paisaje muy bello y único, una maravilla natural.


La Reserva del Uvac Canyon estaba habitada por la colonia de buitres leonados más grande de Europa, superando los 500 ejemplares. Vimos tres o cuatro buitres, sobrevolando por encima de nosotros. 

Caminamos hacia otro mirador cercano, el Meandri Uvca. Las paredes del cañón revestidas de verde vegetación seguían el cauce del río. Cada curva formaba un dibujo diferente, un capricho de la naturaleza. Disfrutamos de las magníficas vistas de los meandros de la Reserva Natural Uvac.



viernes, 3 de noviembre de 2000

ISLA MAURICIO

Después de viajar un mes por Madagascar hicimos una parada de varios días en Isla Mauricio, aprovechando que el avión hacía escala. Era un archipiélago de origen volcánico en medio del Océano Índico. Era una interesante mezcla de culturas por las influencias migratorias de África, Oriente Medio, India, China o Europa. 

El Archipiélago comprendía las islas Rodrigues, Agalega y Saint Brandon, además de Mauricio. Fue descubierto por los portugueses en 1505 y colonizado posteriormente por holandeses, franceses y británicos. La lengua oficial es el inglés y el francés, y la lengua principal es el criollo mauriciano. 

Un día fuimos a Curepipe. Lo que más nos gustó fue el Cráter de los Ciervos, el cráter de un antiguo volcán extinguido. Los vulcanólogos decían que el volcán estaba conectado con los de la Isla Reunión, que estaban activos, y cuando estos se apagaran era probable que el volcán de Curepipe recuperara su actividad. 

El lugar era un buen mirador, con las montañas de formas picudas al fondo, que pertenecían al Parque Nacional de las Gargantas de Río Negro, con la montaña más alta de la isla el Piton de la Petite Rivière Noire de 828m de altitud. Un verde paisaje, con plantaciones de caña de azúcar, té, vainilla y tabaco, repartidas por toda la isla.

Port Louis era la capital de Mauricio. Paseamos por la Plaza de Armas, de altas palmeras, al final de la cual estaba el Parlamento. Cerca estaban los Jardines de la Compañía, llamados así porque fueron creados por la Compañía de Las Indias Orientales. Tenían árboles centenarios como las higueras de indias gigantes, con troncos retorcidos y lianas colgantes. 

En el Paseo Marítimo se veía gente de orígenes diversos, de piel clara, cobriza, mulatos, negros o asiáticos. Había muchos bares y restaurantes variados desde pizzería a hindúes, heladerías y puestos de zumos naturales. El Casino tenía la entrada a través de un casco de barco de madera, con su mascarón de proa. Otro de los bares era un barco tamaño natural, plantado en la acera. Una orquesta tocaba música de jazz, mientras unos bailarines bailaban claqué. Era un ambiente muy cosmopolita.




Chamarel era conocida por la llamada “Tierra de siete colores”. Dunas en las que realmente se apreciaban los distintos tonos: amarillo, ocre, rosado, rojo, morado, marrón y anaranjado. Con la luz del atardecer se intensificaba el colorido. Leímos que los colores se debían a los procesos de oxidación de minerales. La tierra formaba ondulaciones entre el bosque y los cultivos de café. Un bonito paisaje natural.


El Mar de Vacoas era un embalse de agua de lluvia, un reservorio que abastecía de agua a toda la isla. Era bastante grande. El Lago Grand Bassin era sagrado para los hindúes, que celebraban allí sus ceremonias y un festival anual. Tenía pequeños templos con estatuas coloridas y olía a incienso. Había algunas mujeres indias vestidas con saris rojos. Colocaban las ofrendas de coco o guirnaldas de flores cerca de la orilla, para que las arrastrara la corriente, como si fuera el Ganjes. Toda una evocación de la India.


Para ver la Gran Bahía y sus playas paradisíacas nos alojamos en el pueblo de Pereybere. La Bahía era preciosa, las playas tenían franjas de arboleda con casuarinas. El mar estaba salpicado de barcos y tenía el color verde turquesa transparente del Océano Índico. 

Otro día contratamos una excursión en barco para ir a la Isla de los Ciervos, en la costa este. Primero fuimos en furgoneta hasta el pueblo Trou de Agua Dulce, donde cogimos una lancha rápida hasta unas cascadas. Luego nos dejó en la Isla de los Ciervos, con una playa de arena blanca y agua verde esmeralda, totalmente transparente. Allí nos dimos deliciosos baños, comimos pescado y disfrutamos el paisaje. Mauricio tenía muchos atolones coralinos con vida submarina y gran diversidad de corales. La isla tenía muchos atractivos que ofrecer.




Viaje y fotos realizadas en el año 2000.

miércoles, 11 de octubre de 2000

EL PARQUE NACIONAL TSINGY

El Parque Nacional de Tsingy de Bemaraha era el más grande de Madagascar. Había dos circuitos posibles: el Gran Tsingy de 4 horas de recorrido y el Pequeño Tsingy de 2 horas. Hicimos los dos circuitos acompañados por un guía del parque.

El coche nos dejó frente a una pared de vegetación verde y comenzamos nuestra excursión. Atravesamos una zona de bosque tropical con mucha hojarasca seca en el suelo y lianas retorcidas. Vimos bastantes animales: ardillas, salamandras grandes, pájaros y lémures.


Leímos que los tsingys eran mesetas cársticas en las que las aguas subterráneas habían socavado las tierras altas elevadas, y creado cavernas y fisuras en la piedra caliza. La peculiaridad del parque eran esas formaciones geológicas de pináculos de piedra calcárea, originados por la erosión. El bosque de pináculos de piedra tenía paredes de 30 o 40 m de altura.

Formaban un laberinto que recorrimos como hormiguitas. El guía nos colocó un arnés de escalada con mosquetones de seguridad. Había algunas pasarelas, troncos y escaleras metálicas clavadas en la roca para poder ascender. Recorrimos pasadizos estrechos, por los que pasábamos de perfil, y desfiladeros que formaban grutas. Fue divertido.



El camino no era demasiado difícil, pero exigía concentración para no herirse con los bordes de afilada piedra que nos rodeaban. De hecho, me desgarré el pantalón con una arista. Constantemente había que trepar, bajar y saltar apoyándose en las piedras y manteniendo el equilibrio en posiciones difíciles. Nosotros llevábamos botas de montaña, pero nuestro guía llevaba chancletas y se movía con la misma agilidad que si pisara arena.

El mirador principal era una pequeña pasarela de madera en las alturas, en medio de los picos de piedra. Unas vistas espectaculares. Allí nos quedamos un rato contemplando las formas de las piedras calcáreas, ente las copas de los árboles y bajo un sol de justicia. Una maravilla natural y un paisaje extraño, de cuento de hadas. Otro de los atractivos naturales de Madagascar.