martes, 21 de mayo de 2019

EL LAGO ORHID



La ciudad macedonia de Orhid estaba ubicada en las orillas del Lago Orhid, el lago más antiguo con 3 millones de años de antigüedad  y el más profundo con más de 300m de profundidad. Un tercio del lago pertenecía a Albania y dos tercios correspondían a Macedonia.

Orhid era conocida como la ciudad de las 365 iglesias y cuna del cirílico. Por ello también la llamaban la "Pequeña Jerusalén". Las iglesias de la era bizantina eran sus joyas. Fue obispado en el s. IX, y en los s. IV y V.  Era Patrimonio de la Humanidad.





Nos encantó desde la primera impresión. La ciudad era preciosa, con calles estrechas adoquinadas con edificios tradicionales pintados de blanco y con vigas de madera oscura. El lago azul lo rodeaba todo. Los cafés y restaurantes con sus bonitas terrazas tenían encanto.



Rodeamos el lago caminando por el embarcadero y pasarelas de madera con sauces llorones, pasando por la playa Kaneo. Fuimos hasta la Iglesia Jovan et Kaneo (San Juan Kaneo). Era una iglesia medieval de piedra rojiza sobre una colina, entre alargados árboles cipreses. Estaba situada en el acantilado, en un extremo de la ciudad. Para nosotros fue la iglesia más bonita de Orhid. Las vistas desde allí eran una maravilla.




Luego vimos otras iglesias como la Sveri Sofía y paseamos por la calle peatonal Car Semail, llena de tiendas de ropa. Llegamos hasta el Cinar, un gran árbol centenario.

Dimos un paseo en un barco pequeño. Íbamos solos con el barquero. El paisaje era espectacular. Casas escalonadas en la verde ladera y agua de un azul intenso. Llegamos hasta la Iglesia Jovan at Kaneo sobre la colina, y regresamos.


Al día siguiente subimos a la Fortaleza Samuel sobre la colina. Para llegar volvimos a pasar por Jovan et Kaneo en el promontorio, y seguimos hacia arriba por escalones de piedra y a través de un bosque de altos pinos.

Las murallas de la Fortaleza era larga y estaba restaurada, con la bandera macedonia ondeando entre los torreones. Caminamos por el perímetro interior contemplando las vistas del lago y de las casas escalonadas de Orhid. Vimos otra iglesia en la cumbre. Bajando encontramos el Anfiteatro clásico semicircular, con un escenario preparado para actuaciones.  La ciudad nos gustó mucho y fue la base para visitar el Monasterio Sveti Naum.





lunes, 20 de mayo de 2019

EL MONASTERIO SVETI NAUM

 



Llegamos en barco al monasterio desde Orhid. El Monasterio Sveti Naum estaba a orillas del Lago Ordhid y fue fundado en el s.X (año 905) por San Naum, escritor y maestro medieval, figura relevante en la tradición de alfabetización y educación eslava

En su interior hubo una escuela griega. Fue destruido por los otomanos y el Monasterio actual se construyó en el s. XVI, de estilo bizantino. La tumba de San Naum estaba en el interior. Era un lugar de peregrinaje para los ortodoxos, y reunía historia y belleza.


La capilla interior era relativamente pequeña. Los frescos eran una de las mejores muestras de pintura religiosa en los Balcanes, tenían colores atenuados por el paso del tiempo. Destacaba el iconostasio principal de madera, tras el cual estaban las reliquias, los incensarios de plata labrada colgando del techo y algunos atriles. Estuvimos totalmente solos en el interior. 

Luego entraron un par de fieles, hombres mayores, a rezar de pie. Era algo que no dejaba de chocarme en los ritos ortodoxos, que no había bancos en sus templos, como si no quisieran que sus fieles se acomodaran demasiado. Algunas velas ardían en el exterior.







Estaba rodeado de un verde jardín por el que campaban a sus anchas unos cuantos pavos reales que mostraban sus coloridas colas, cortejando a las hembras. Además de los pavos color azul cobalto, había uno de ellos albino, totalmente blanco, una curiosidad. Todos eran muy bellos.



En el exterior de San Naum había un par de restaurantes con plataformas de madera sobre el río Drim. Sus aguas y todo el entorno eran de color verde intenso. Era un lugar idílico para hacer una parada. Comimos allí Komat, el hojaldre de queso, cebolla y espinacas típico de Macedonia. Muy sabroso. Era parecido al burek albanés o los hojaldres griegos de queso feta y espinacas. 

Unos músicos amenizaban tocando contrabajo y tambores. Había barcas que ofrecían un paseo por el río Drim hasta la iglesia de la Santa Madre de Dios, donde desembocaban tres manantiales en un pozo que se construyó en el interior.






Llegar al monasterio en barca fue totalmente recomendable. Antes se pasaba por el pueblo Trpejea, que se extendía a los pies de una montaña en el Parque Nacional Galicica, con bosques que separaban el Lago Orhid del lago Prespa. Paramos en la llamada Bahía de los Huesos, que debía su nombre a que habían encontrado allí huesos de un asentamiento. Habían reproducido una aldea sobre palafitos. En el interior de cada casa había chimenea, un lecho con pieles de animales, cestos y algún telar. Lo llamaban el Museo del Agua. El conjunto era bonito con los palafitos sobre las aguas verdosas del Lago Orhid. Una delicia de excursión. Luego cruzamos la cercana frontera con Albania.








LAS PLAYAS DE ALBANIA




La llamada Riviera Albanesa era un tramo costero montañoso de más de 100 km de extensión, que comenzaba en Vlora y finalizaba en el Parque Nacional Butrinto, ya en la frontera con Grecia. La costa estaba bañada al norte por el Mar Adriático y al sur por el Mar Jónico.


Nosotros empezamos la ruta por el sur y nos instalamos en Ksamil, donde pasamos tres noches. Era un pequeño paraíso, la arena era blanca, el mar de color turquesa, verde claro azulado, y estaba calmo. Frente a la playa había cuatro pequeñas islas a las que se podía llegar en barco. Otra característica de la playa era que tenía varios embarcaderos de madera, estrechas pasarelas que se adentraban en el agua. Nos instalamos en una de las tumbonas verdes y probamos las aguas del mar Jónico. Por la tarde caminamos por un paseo paralelo a la playa, rodeado por muretes de piedra, como el “camino de Ronda” de la Costa Brava. Había varias calas, algunas con parasoles de cáñamo de forma triangular. Además Ksamil era una buena base para visitar las cercanas ruinas de Butrint a 4 km, sobre las que escribiré otra entrada. Cenamos con las vistas de la isla griega de Corfú, a poca distancia.





En bus fuimos a Saranda, una ciudad costera con una playa grande. Paseamos por ella, pero nos pareció muy urbanizada y preferimos alojarnos en Himare, donde pasamos dos noches. Himare tenía una bahía en forma de media luna, con tres playas unidas entre sí, que recorrimos en un agradable paseo. Al día siguiente decidimos ir en taxi a las playas del norte Jale y Gjipe. Gjipe nos gustó más. La carretera finalizaba en una pista pedregosa y caminamos media hora hasta llegar. 

Por el camino encontramos varios búnkers de piedra con forma de iglú, parecían enormes tortugas. Se construyeron en la época del dictador Enver Hoxha, para protegerse de una amenaza de guerra nuclear que, afortunadamente, nunca sucedió. El camino era bonito, elevado sobre el mar, entre vegetación verde con algunas plantas de retama amarilla. Vimos la playa de Gjipe desde arriba, una cala en forma de herradura, con las diferentes tonalidades azules y verdes del mar. Altas paredes de acantilados custodiaban la playa. 






Desde Himare también exploramos las playas de Porto Palermo y Borsh. Porto Palermo era una pequeña cala con barcos varados y aguas verde oscuro. Había un pequeño castillo de Alí Pasha que visitamos. El interior era laberíntico con muchos arcos. Seguimos la carretera entre verdes montañas y campos de olivos hasta llegar a Borsh, otra playa de 7 km pedregosa.

La costa albanesa era ideal para disfrutar de la gastronomía local a precios económicos: delicioso el pulpo a la brasa, las sopas de pescado, los mejillones al vino, truchas, gambas, calamares y parrilladas de pescado, acompañados de un vino albanés o de la cerveza Korça. Y todas las playas que vimos eran más que bonitas con las tonalidades verdes y azules del mar, pero en nuestro ranking particular quedará Ksamil, con su arena blanca y fina y sus pequeños embarcaderos.













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